El miedo tiene género: ¿cómo se enfrentan las mujeres jóvenes al espacio público?

Redacción Tribuna
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Emakunde/Instituto Vasco de la Mujer ha publicado el estudio «¿La calle es mía? Poder, miedo y estrategias de empoderamiento de mujeres jóvenes en un espacio público hostil”, un estudio fruto de la beca a trabajos de investigación en Igualdad de Mujeres y Hombres que el Instituto otorga cada año y que ha sido realizado por María Rodó de Zárate y Jordi Estivill i Castany.

El estudio, que se basa en una metodología participativa realizada con setenta jóvenes de tres localidades (Barakado, Hernani y Vitoria-Gasteiz), analiza el uso y la experiencia del espacio público por parte de las y los jóvenes desde los condicionamientos de género: Cómo el género influye en la vivencia de las ciudades, las calles y sus espacios. La investigación se adentra en las causas de este miedo y las consecuencias que el miedo tiene para el acceso de las mujeres a la ciudad. Analiza cómo se configura el miedo, a qué obedece y qué implicaciones generales tiene para la perpetuación de la violencia contra las mujeres.

El miedo tiene género

El estudio constata, en primer lugar, que el miedo tiene género. Que las chicas viven el espacio público como un espacio más hostil e inseguro que los chicos. Y que esto tiene unas consecuencias emocionales y de restricción de su libertad incomparablemente mayores que las derivadas de la experiencia de los hombres.

El miedo lo sienten tanto mujeres como hombres jóvenes, pero el miedo lo tienen en ambos casos siempre a los hombres.

Según el estudio, el miedo lo sienten tanto mujeres como hombres jóvenes, pero el miedo lo tienen en ambos casos siempre a los hombres. Las mujeres temen el abuso, la agresión sexual, la violación; tienen menos miedo cuando son más jóvenes y van aumentando su sentimiento de vulnerabilidad a medida que sus cuerpos son leídos como femeninos y como vulnerables a agresiones sexuales. En el caso de los hombres jóvenes temen el atraco y una posible agresión física extrema, pero lo van perdiendo a medida que van creciendo y encajando en el rol masculino: dar miedo y no tenerlo.

-Edurne (17 años, Hernani): “justamente vas sola por la calle, ves a una mujer y te tranquilizas, el miedo que siento siempre es hacia los hombres».

-Julián (20 años, Barakaldo): “Hay mucha gente que nos tiene miedo solo por el hecho de ser hombre. […] Yo creo que sí nos tienen miedo en general a nuestro propio género”.

-Julián (20 años, Barakaldo): “Casi siempre miedo al mismo género. Cuando he estado con amigos y hemos tenido miedo de alguien siempre ha dado la casualidad de que siempre ha sido de un hombre.”

-Unai (22 años, Barakaldo): “Las mujeres temen a los hombres y los hombres tememos a los hombres.”

-Cristina (21 años, Barakaldo): “Yo creo que por el hecho de que se encuentren con una chica en la calle cuando están solos… No, nunca generamos miedo.”

Socialización y transmisión del miedo

El estudio indica que existe una socialización y transmisión bien clara de este miedo hacia las chicas principalmente. Las chicas identifican esta transmisión en los límites que les ponen en la familia y los comentarios que les hacen en casa, pero también de la sociedad en general. Desde pequeñas se les muestra el espacio público como algo peligroso, no apto para ellas y donde deben tener grandes precauciones. Les dicen que vayan con cuidado, que no vayan solas, que vigilen que no les echen nada en la bebida… Pero también que no vayan “provocando”, o  ‘vestidas según cómo’. Se percibe, por el contrario, una ausencia de mensajes a los chicos dirigidos a prevenir el origen de la violencia.

Se percibe una ausencia de mensajes a los chicos dirigidos a prevenir el origen de la violencia.

El miedo en el espacio público no solo implica una restricción de acceso a la ciudad para las mujeres sino que a la vez contribuye a invisibilizar las violencias que se dan en el ámbito privado (y por parte de personas conocidas) y a desproveer de herramientas para hacerle frente. Por eso hay que ver con ojos críticos el miedo al espacio público. Las agresiones que se sufren y la percepción del miedo no se sitúan al mismo nivel, y la configuración del miedo tiene implicaciones que van mucho más allá del temor a las agresiones: son parte de la construcción de la feminidad en relación a la vulnerabilidad y a la restricción de la libertad de movimiento.  El debate, pues, está en ver cómo se trata el acoso callejero y las agresiones contra las mujeres en el espacio público de forma que se reconozcan como violencias pero no impliquen restricciones de movimiento ni una invisibilización de las violencias que se dan en los espacios privados.

«Desconcierto masculino»

Una de las cuestiones que revela el estudio es lo que llaman «desconcierto masculino». Los chicos jóvenes tienen dificultades para ser conscientes de su propia experiencia en base al género. En el estudio se señala que la misma idea de género como concepto les hace pensar en cuestiones “de mujeres” o como mucho de la relación entre hombres y mujeres, pero no a algo que pueda hacer referencia o les pueda implicar a ellos mismos de forma particular.

Aunque el hecho de ser hombres es relevante a la hora de definir su identidad, interpretan el género masculino como neutro, sin implicaciones.

Se ve cómo les cuesta identificar el género como una identidad marcada, como si no tuvieran género. Aunque pueden ver los individuos en términos de sexo biológico, pueden no ser conscientes de cómo los significados sociales conectados con el sexo configuran sus experiencias. En el estudio se señala que, aunque el hecho de ser hombres es relevante a la hora de definir su identidad, interpretan el género masculino como neutro, sin implicaciones.

El estudio incluye afirmaciones de algunos entrevistados:

-Patxi (16 años, Vitoria-Gasteiz): “A mí me da prácticamente igual el género. Y la edad a veces.”

-Raúl (20 años, Barakaldo): “No encuentro sentimientos en base al género”.

-Igor (17 años, Hernani): “A nivel de género en todos los sitios cómodo. Cuando lo he puesto me he quedado flipado un poco, pero es que al final no veo ninguna… que me sienta incómodo por el género. Por la edad sí, pero por el género no.”

Son muy pocos los que describen malestares de género personales en relación al
cumplimiento con los dictados de la masculinidad hegemónica o que describan
bienestares de género como privilegios. Por un lado, algunos sitúan sus oscilaciones
en la línea de la edad y la de género la dejan paralela y al lado del eje horizontal,
queriendo representar inexistencia total de malestar por esta cuestión.

El estudio pone de manifiesto que, en términos generales, existe una clara desigualdad de género en relación al miedo que además se entrecruza con la edad. También indican que hay una tendencia, especialmente entre los hombres jóvenes, a identificar los abusos, las intimidaciones y las agresiones como algo externo, exógeno, que está lejos o viene de fuera.

 

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