Cuatro mujeres asesinadas en 48 horas. Dos en Galicia y dos en Cataluña. Antes sucedió en Madrid, Castilla y León, Baleares… el lugar no importa. Como al parecer, tampoco importan las mujeres. Ni las que son asesinadas ni las que están sufriendo (o han sobrevivido a) violencias machistas.
A pesar de la tozudez de los datos, los medios y las instituciones siguen empeñadas en mostrarnos la realidad desde su perspectiva, la patriarcal. Nosotras, el 52% de la población, vivimos en una sociedad que parece haber asumido que nuestra penalización como mujeres se concentra en el mercado laboral y en la maternidad (para no desentonar con la lógica capitalista), tal y como ha mostrado uno de los programas más vistos y laureados de la parrilla, que lamentablemente, cada vez que toca temas de género se queda corto.
La realidad no es esa y así lo demuestran nuestras experiencias diarias y los datos: la ONU reconoce que la violencia machista es un problema endémico que termina afectando a una de cada tres mujeres al menos una vez en la vida, y que el 98% de las personas víctimas de explotación sexual forzada son mujeres y niñas. En la UE, los datos de la FRA (la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea) subrayan que la mitad de las europeas ha sufrido acoso sexual, y que el 22% ha sufrido violencia machista por parte de su pareja. En España, según la última Macroencuesta de violencia contra la mujer (2015), el 12,5% de las mujeres mayores de 16 años que viven en España ha sufrido violencia física o sexual de sus parejas o ex parejas a lo largo de su vida, aunque el 70% de estos casos permanecen ocultos en las estadísticas oficiales ya que no se denuncian.
Y es que, a pesar de que la percepción social del fenómeno es mayor y han aumentado el número de denuncias (concretamente, han subido un 14% en el último trimestre según el Consejo General del Poder Judicial), el nivel de ocultación sigue siendo muy elevado, tal y como revelan las encuestas de victimización (según la última Macroencuesta, solo denuncian 28,6% de las víctimas).
Seguimos poniendo el acento en qué es lo que ellas podrían haber hecho para evitar ser asesinadas, en lugar de señalar a los victimarios.
Y las preguntas que nos hacemos son: ¿Por qué ellas no denuncian? ¿Por qué siguen conviviendo con sus verdugos? ¿Por qué vuelven con ellos? Señalándolas a ellas, seguimos abonando el terreno para que esta lacra siga avanzando impunemente. Aún no ha acabado el año y 44 mujeres han sido asesinadas por sus parejas, hombres, y seguimos poniendo el acento en qué es lo que ellas podrían haber hecho para evitar ser asesinadas, en lugar de señalar a los victimarios.
El último caso en Cataluña ha puesto en marcha toda la maquinaria de estereotipos posible. Más allá de la incapacidad de muchos medios de titular con claridad que el agresor ha asesinado a la víctima (La Vanguardia sí lo hizo), en este caso, parece que el homicida importaba más que la víctima. Quizás por eso, la mayoría de medios han decidido que él era un señor, con su nombre y apellido, y una trayectoria muy sólida en el ámbito de la comunicación y en la historia periodística de Cataluña. Ella en cambio, en las primeras noticias carece de nombre y apellidos, de profesión, y de historia. Es decir, él era un hombre respetable y ella una mujer que ha muerto. Solamente algunos medios como la Vanguardia o Tribuna Feminista titularon siendo fieles a los hechos y revelaron el nombre de la víctima y su profesión.
Él era un hombre respetable y ella una mujer que ha muerto.
Como señala la Asociació de Dones Periodistes de Catalunya en su informe sobre el “Impacto de las recomendaciones sobre el Tratamiento de la Violencia Machista en los Medios de Comunicación”() aunque son minoritarias, se vuelven a utilizar las fotografías de mujeres asesinadas, sobre todo en el momento del levantamiento del cadáver (por ejemplo la foto que ilustra la noticia de El País). Estas imágenes junto con el tratamiento morboso y estereotipado de las noticias suponen un retroceso en este campo, y además vulnera la intimidad y la dignidad de las víctimas.
Es cierto que a menudo necesitamos datos para nutrir las noticias, más aun cuando hay que salir y ser el primero en darla, pero ¿todo vale? La invisibilización de las víctimas de violencia machista por los medios es constante, ya sea limitándolas a un rol de víctimas y obviando su papel como supervivientes, o anulando sus historias, sus fortalezas, y sus victorias, etc. Este caso era la oportunidad perfecta para mostrar una realidad a menudo silenciada. El caso de Les Corts, uno de los barrios acomodados de Barcelona, es una prueba más de que no se pueden determinar perfiles ni de víctimas ni de autores, porque la violencia machista es problema complejo y multicausal, y afecta a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, independientemente de su edad, nacionalidad, origen, clase social, nivel académico, religión, etc.
A menudo necesitamos datos para nutrir las noticias, más aun cuando hay que salir y ser el primero en darla, pero ¿todo vale?
Un día después de los hechos, han ampliado la información, y ya se trata como un caso de violencia de género. De él sabemos que fue periodista y abogado, el azote de Pujol por el caso de Banca Catalana, primer director de TV3, que estaba convaleciente de una grave operación de corazón y que no estaba dispuesto a aceptar una separación, según su nota de suicidio. De ella sabemos que era doctora, que trabajaba en un centro público, que no había denunciado la situación de violencia que sufría y que había decidido separarse.
Hubiera querido leer que la violencia de género afecta también a las mujeres con formación, con buena posición social, con independencia económica, a pesar de que la mayoría de las veces no acuden ni a comisarías, ni juzgados ni centros sanitarios o de servicios sociales, porque ellas también sienten miedo y vergüenza, la misma que sienten otras víctimas de violencia de género. La vergüenza y el miedo que el patriarcado ha diseñado para nosotras. Los medios contribuyen a la construcción de la realidad, y aquí radica la importancia de no estereotipar a las mujeres en situación de violencia como víctimas homogéneas, pasivas y responsables de soportar esa situación.
Los medios contribuyen a la construcción de la realidad, y aquí radica la importancia de no estereotipar a las mujeres en situación de violencia como víctimas homogéneas, pasivas y responsables de soportar esa situación.
También hubiera querido leer que él, a pesar de ser un hombre cultivado era un machista incorregible, que creía que su pareja era eso, “suya”, y que aunque hubiera tenido herramientas para entender y afrontar una ruptura decidió acabar su historia siguiendo los patrones patriarcales, homicidio y suicidio posterior del perpetrador (el 30% de los homicidas se suicidan o lo intentan, tal y como recoge el informe de “Las víctimas mortales por violencia machista en el ámbito de la pareja. Análisis de casos en Cataluña del 2008 en el 2012”). No tiene sentido poner de relieve su actividad profesional sin añadir que, como mínimo, en su vida privada era un agresor.
No tiene sentido poner de relieve su actividad profesional sin añadir que, como mínimo, en su vida privada era un agresor.
Varían las formas pero tienen una raíz común: el sistema patriarcal. Quizás por eso, el poder sigue trabajando para mantener su status quo, y en este caso el cuarto poder se esmera de un modo irrefrenable (y quizás inconsciente) en ampliar la información del respetable homicida.
Si lo que queremos es nutrir las piezas, se puede ampliar especificando cuáles son las condenas ligadas a estos delitos y las penas relacionadas, para visibilidad el rechazo social y evidenciar que estos actos no quedan impunes. Respecto a ellas, es clave dar a conocer las experiencias de supervivencia y exonerarlas de culpa, ya que el único responsable es el agresor.
Desde 2003 casi 900 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir defendiendo un sistema social que discrimina y maltrata a las mujeres? Nosotras nos queremos vivas ¿Tú no?