Los movimientos de mujeres siempre se han implicado activamente en las luchas de otros grupos o colectivos contra sus propias opresiones y por un mundo más justo.
Así, por apuntar tres ejemplos:
-fueron antiesclavistas.
-en los años de franquismo las mujeres batallaron contra la dictadura.
-a partir de los 80, fueron antimilitaristas y sostuvieron activamente la insumisión.
Y, por supuesto, las asociaciones de mujeres han luchado por la igualdad de los gays y lesbianas y apoyado las luchas trans.
Nuestra participación en esas batallas está atestiguada (lo cual no significa que puntualmente no existieran roces o que grupos de mujeres no hayan querido secundar algunas de esas luchas).
A la inversa, sin embargo, el apoyo no ha sido tan claro… A algunos de esos colectivos nunca se han implicado ni se implican en nuestras reivindicaciones. O, incluso peor: nos han dicho que “lo nuestro” desviaba fuerzas de lo realmente importante (lo realmente importante lo definen ellos, claro). O han pretendido fagocitar nuestra lucha ahogándola en reivindicaciones globales.
Si las mujeres nos hemos implicado y nos implicamos en las luchas antes enumeradas (y en otras varias) es porque, como ciudadanas, como personas, como mujeres, nos afectan.
Si las mujeres nos hemos implicado y nos implicamos en las luchas antes enumeradas (y en otras varias) es porque, como ciudadanas, como personas, como mujeres, nos afectan. Unas más que otras, claro. A la mili nosotras no íbamos -aunque luchamos contra el servicio militar obligatorio- pero, por el contrario, la libertad sexual nos interpela directamente y en todos sus aspectos y matices.
Ahora bien, una cosa es eso y otra pensar que la lucha feminista consiste en la suma de las reivindicaciones de los grupos marginados o sometidos. Por decirlo claramente y concretándolo en el tema que me ocupa: la lucha trans no es la lucha feminista.
Como dije anteriormente, las feministas apoyamos las reivindicaciones trans pero el feminismo no se resume ni mucho menos ahí. Pero, vamos, ni mucho menos.
Nosotras (y los nosotros que nos acompañan) luchamos en lo inmediato contra las opresiones, marginaciones y violencias que específicamente sufren las mujeres. Es decir, nuestra agenda más perentoria, urgente y específica es contra la feminización de la pobreza (y lo que conlleva: más paro, peores, trabajos, peores sueldos, menores perspectivas laborales, etc.), por el cese de las violencias contra nosotras (feminicidios, agresiones físicas, sexuales, psicológicas), contra la feminización de los cuidados y la intendencia (la doble o triple jornada de las mujeres limpiando, cocinando, cuidando hijos, maridos, ancianos, enfermos), la explotación salvaje del cuerpo de las mujeres (prostitución, vientres de alquiler), el borrado simbólico y el ninguneo al que estamos sometidas en todos los ámbitos… En fin, tenemos una agenda cargadísima y muy, muy exigente.
¿Y a largo plazo? ¿Y en el horizonte utópico? (en ese horizonte que hay que tener aunque se sepa que personalmente no se verá…): la igualdad. Y, ¿qué significa la igualdad?
Significa un mundo que ya no “fabrique” mujeres y hombres. Un mundo que no nos encorsete y nos haga entrar en un molde o una coraza en función de nuestros genitales. Es decir: la desaparición de los géneros. Y de ahí deriva una cierta (o posible) oposición entre lo trans y lo feminista, como explicaré más abajo, pues si (digo «si») alguien asume y magnifica los roles de hombres o mujeres, entra en contradicción con el horizonte feminista que es acabar con los géneros. Bien es verdad que ese objetivo feminista queda lejos aún y, por lo tanto, mientras se acerca, hay que reivindicar el derecho individual a sentirte del otro sexo.
Por lo tanto, apoyo sin reservas el derecho a que alguien nacid@ con unos genitales determinados -o sin determinar- se reivindique del género que considere oportuno.
Por lo tanto, apoyo sin reservas el derecho a que alguien, nacid@ con unos genitales determinados -o sin determinar- se reivindique del género que considere oportuno. E igualmente su derecho a adscribirse a la modalidad “sin género” (aunque entiendo que en un mundo tan bipolarizado como el nuestro, esta opción es dura y muy difícilmente practicable).
Para las feministas la biología no es destino. Eso ya lo dijo (de otra manera) Simone de Beauvoir (sí, sí).
Ahora bien, esa es una cuestión y otra que la lucha feminista tenga como objetivo reivindicar los derechos de las personas trans. Igual que no es el objetivo del feminismo luchar contra los desahucios (aunque muchas feministas estén implicadas y militen activamente contra ellos). Es más, y pese a que haya quien piense lo contrario: la lucha trans no está más próxima ni “emparentada” con el feminismo de lo que está la problemática de las refugiadas, por ejemplo. Ya sé que much@s (o algún@s) trans se llaman -e incluso se sienten- feministas, es su derecho (mientras no demuestren lo contrario) pero objetivamente su lucha no implica más al feminismo de lo que lo implica la lucha antirracista, por ejemplo.
Y, desde luego, lo que nunca aceptaré es que la lucha por las reivindicaciones de las mujeres quede subsumida en la lucha trans.
Y, desde luego, lo que nunca aceptaré es que la lucha por las reivindicaciones de las mujeres quede subsumida en la lucha trans. Me indigna (o me río) cuando oigo que no debemos hablar de reivindicaciones de las mujeres sino de las personas… Sí, claro, yo tengo claro que las mujeres son personas pero mientras el patriarcado no se entere plenamente de ello o nos considere personas de segunda clase es necesario, urgente y fundamental seguir luchando por los derechos de las mujeres. Tal cual: de las mujeres.
Por decirlo gráficamente: el 8 de marzo, es el día de los derechos y reivindicaciones de las mujeres. Y una cosa es que en las manifestaciones nos acompañen otros grupos reivindicativos (doy por supuesto que l@s pro-prostitución no deberían estar pues esencialmente defienden la sumisión del cuerpo de las mujeres a los deseos masculinos) y otra muy distinta que se intenten diluir nuestras demandas en un totum revolutum.
Dos puntualizaciones:
- Cualquier persona puede elegir cuál es su lucha fundamental: los derechos de los trans, el ecologismo, el cambio de las leyes laborales, el combate contra la sexofobia o el racismo, etc. Nadie abarca todo y es preciso optar, pero, desde mi punto de vista, cada una de esas luchas debe tener en cuenta la situación especialmente frágil y precaria de las mujeres. Yo estaré con quien tenga esta perspectiva. O sea, por ejemplo, yo apoyo el ecofeminismo, mucho y a fondo. Pero no estoy con esos “verdes” que reivindican “una vuelta a la naturaleza”, entendiendo que nuestra naturaleza de mujeres es un conjunto de mandatos patriarcales, tales como “nuestro ser” maternal, dulce, hogareña, comprensiva, cuidadora etc.
- Lo mismo digo de l@s trans. Repito que tienen derecho a serlo pero que, en la medida en la que conciban (subjuntivo ¿eh?) su “ser mujer” como una asunción acrítica de los roles genéricos, me parecerá que refuerzan el patriarcado. Es decir, si una mujer trans se piensa “mujer-mujer” a fondo, asumiendo todas normas los mandatos y femeninos, pensaré que es una mujer sumisa, reaccionaria y conservadora.
Y si, además, quiere imponer al movimiento feminista sus criterios y sus agendas, entonces, ya directamente, cuenta con mi oposición.
Preguntaba en el título si “los adelaños” del movimiento feminista son siempre aledaños. Respondo: quienes han promovido el cierre de la página de Plataforma Antipatriarcado no son aledaños, son enemigos.
Más allá de torpezas, más allá de errores o de desacuerdos, más allá de todo ello, Plataforma Antipatriarcado es feminista y lleva años luchando contra la prostitución. Y creo que, en el fondo, eso es lo que no le perdonan. Lo demás son pretextos. Sucios y bajos.