Para comprender la furia de muchas feministas contra el nombre masculino de la coalición entre IU y Podemos (Unidos Podemos), hay que tener en cuenta que ha sido la guinda de un pastel que hemos visto cocinarse entre hombres sin ningún remilgo.
En este caso duele más porque son nuestros compañeros; los que nos dan la razón y aguantan nuestros chaparrones con mala conciencia pero consideran que el feminismo es cosa de las áreas “mujer” o “feminismos”; llegando a declarar que ocuparse de estos temas sería vulnerar la autonomía de esas áreas. Ellos se disculpan porque “no se puede saber de todo”. Según ellos, nosotras somos las que sabemos, aunque ellos no dejan de tener una opinión: “estáis mejor que antes”, dicen.
Ellos y nosotras. Y, a la hora de la verdad, nos escuchan un minuto, nos dan los puestos pares o ponen un añadido en el programa (ahí ya no se acuerdan de decir que no saben). Creen que con eso cumplen; no les cabe en la cabeza que nosotras no aceptemos menos que ser iguales, o sea dejar de ser “nosotras” y que dejen de ser “ellos”.
¿Y los demás partidos? Comprendo que la crítica a UP nos ocupe más espacio porque nos cae más cerca, pero no debemos olvidar que a los otros partidos no les vemos porque nos han hecho concebir menos expectativas. Reconozcamos con tristeza que lo que se critica ahora a UP lo tienen todos con creces, más cuanto más a la derecha. No, claro, eso no les disculpa.
Hasta aquí mi contribución a la queja más que fundada. Y ahora, siguiendo el criterio de Celia Amorós, pasemos del “memorial de agravios” a las reivindicaciones feministas. Aquí cabe señalar que la imprecisión no nos ayuda. Tanto el Área de la Mujer de IU como el Partido Feminista reclaman la inclusión en el acuerdo IU-Podemos de «el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo sin cortapisas, la igualdad salarial y en el acceso al empleo, la paridad real, la visibilidad transformadora, la violencia de género como una violación de los Derechos humanos y del principio de igualdad, etc».
Suscribo estas preocupaciones; el problema es que todos los partidos las proclaman teóricamente, y en la práctica las pervierten. Así por ejemplo, que la Violencia de Género es una violación de los derechos humanos lo reconoce hasta el Partido Popular; el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo es invocado por C’s para legalizar el alquiler de vientres o la prostitución “consentida”; todos proclaman la igualdad salarial y el acceso al empleo; y así sucesivamente. En una etapa histórica en la que la igualdad de género se reconoce nominalmente como objetivo, el demonio está en los detalles.
En una etapa histórica en la que la igualdad de género se reconoce nominalmente como objetivo, el demonio está en los detalles.
Tomemos el objetivo de igualdad salarial. Estaremos de acuerdo en que los programas, además de objetivos, deben contener las medidas para conseguirlos. Pues bien, veamos si los programas están enfocados a ese objetivo declarado o, por el contrario, la resultante final de las medidas que proponen es un aumento de la desigualdad salarial.
El PP es fácil de despachar porque, a pesar de algunas declaraciones vacías, su plan para las mujeres no tiene fisuras: que nos quedemos en casa. Esta es su política actual y la que promete para seguir gobernando. Más desigualdad salarial imposible.
Por otro lado tenemos la oferta del pacto de gobierno PSOE-Ciudadanos, que analizaré con la esperanza de que esté desterrado para siempre. El pacto contiene políticas laborales para desregular aún más el mercado de trabajo, como el “aumento de flexibilidad interna de las empresas”, el descuelgue de los convenios o el “contrato estable progresivo”, entre otras.
En el apartado de “servicios sociales y dependencia”, se plantea una continuidad del sistema basado en la figura que denomina “el cuidador familiar”. Para la atención infantil se adopta el diseño propuesto por C’s de permisos de maternidad/paternidad, consolidando el permiso transferible que llama “de distribución opcional entre el padre y la madre”. Un viejo truco para luego decir que las mujeres se lo toman porque ellas quieren, y así escamotear el objetivo de igualdad. El modelo se completa con medidas como el teletrabajo o los bancos de horas para la conciliación, que se añaden a las ya existentes facilidades para que concilien las “personas con responsabilidades familiares”, o sea las mujeres.
Así, se fomenta un mercado de trabajo desregulado y una familia basada en un “sustentador principal” y una “cuidadora familiar”; dos ingredientes que se combinan explosivamente para agravar la brecha salarial de género. Por otro lado, el documento promete “establecer los mecanismos oportunos destinados a hacer efectivo el principio de igualdad salarial”; mecanismos marginales que nunca podrán compensar la desigualdad fomentada por la corriente principal de las políticas laborales y familiares del pacto; en este artículo lo explico con más detalle.
Analicemos ahora el documento “50 pasos para gobernar juntxs” de la coalición IU-Podemos (que propongo llamar siempre “Unidxs Podemos”). Hay que decir que, en lo poco que se ocupa, este documento sí contiene medidas importantes para el cambio a otro modelo de sociedad. Por un lado plantea un mercado de trabajo estable y más regulado (aunque no se entiende la no inclusión de las 35 horas semanales de jornada laboral máxima). Por otro, no basa el modelo de cuidados en incentivos a la permanencia de las mujeres en el hogar sino en los servicios públicos y en el reparto equitativo de los cuidados entre hombres y mujeres.
Así, promete la universalización de la educación infantil pública y gratuita desde los 0 años y el “derecho de las personas a que los servicios públicos de atención a la dependencia les proporcionen la autonomía funcional plena”. En cuanto al reparto de los cuidados entre hombres y mujeres, se compromete con una medida crucial: los permisos iguales, intransferibles y pagados al 100%, asumiendo al pie de la letra el objetivo y el calendario que propone la PPIINA para la equiparación del permiso de paternidad al de maternidad.
En definitiva, el documento de Unidxs Podemos adopta implícitamente (y aún tímidamente) un modelo de sociedad en la que todas las personas puedan ser independientes económicamente durante toda su vida (también las mujeres); lo que equivale a eliminar la fuente principal de desigualdad salarial. Falta la apuesta explícita, el debate público y la aplicación de estas y muchas otras medidas que no están en el documento. Desde el movimiento feminista tenemos la responsabilidad de exigirlo.
Falta la apuesta explícita, el debate público y la aplicación de estas y muchas otras medidas que no están en el documento. Desde el movimiento feminista tenemos la responsabilidad de exigirlo.
Así, al igual que con la igualdad salarial, en todos los temas debemos plantear el debate concreto acerca de lo que hay en cada programa, de lo que no hay y, sobre todo, de lo que debería haber. Se trata de concretar, compañerxs. Os invito a leeros detenidamente los documentos y a imaginar que gobernamos. ¿Qué haríamos? ¡De eso se trata!