La lucha libre mexicana es una mezcla de deporte y secuencias teatrales que en México es el deporte-espectáculo más popular, sólo por debajo del fútbol. La lucha libre es, en el país americano, mucho más que un deporte, es una tradición nacional, seguida por millones de fans y que ha encumbrado a personajes míticos de la cultura popular como El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, El Solitario, Black Shadow, o Mil Máscaras, entre otros.
Sin embargo, la lucha libre femenina en México constituye una batalla dentro y fuera del ring (y eso que su práctica se remonta a 1935). Las mujeres mexicanas, que entrenan más de 6 horas diarias, no sólo intentan conseguir la victoria en la batalla decisiva, también luchan contra el machismo y la misoginia en este deporte, tradicionalmente dominado por hombres. Las luchadoras aún se tienen que enfrentar al desconocimiento general del público de su actividad.

Escribir este artículo sobre ellas no fue fácil: si tecleamos en Google «luchadoras mexicanas» nos salen un gran número de referencias con títulos como «¿Quiénes son las luchadoras más sexys de México?», o «Mira los looks más sexys de las luchadoras». Doble pelea: batallar en el ring y batallar fuera para ser justamente reconocidas.
Zeuxis es una de estas luchadoras. Tiene 27 años y lleva 11 peleando. «Creo que la misoginia nunca se va a acabar», lamenta. Afirma que la lucha libre femenina aún se ve como un complemento decorativo a la que practican los hombres.

Las mujeres luchadoras presumen de su vestimenta, que continua la línea de trajes llamativos y pintorescos que caracteriza a este deporte. No faltan tampoco las máscaras mexicanas de lucha libre. Las luchadoras presentan un modelo corporal que rompe estereotipos y se aleja del cuerpo femenino sexuado, propio del patriarcado. Músculos entrenados sin descanso para preparar cada pelea que, a ellas, les cuesta el doble, como luchadoras y como mujeres.

No lo han tenido fácil: durante 30 años estuvo prohibido que las mujeres se subieran al ring, y el deporte pasó a ser secundario, donde podían practicarlo: en arenas secundarias alejadas de la capital.