Las guerras son fenómenos que generan consecuencias en todos los ámbitos de la vida. La relación entre guerra y situación de la mujer ha sido estudiada para el caso de la Gran Guerra, en relación con su participación en el esfuerzo económico para ganarla, generando un cambio en las mentalidades sobre su papel en las sociedades occidentales. Pues bien, en este artículo nos vamos a la Antigüedad para intentar saber cómo las Guerras Púnicas contra los cartagineses, un conflicto vital para el desarrollo de Roma como potencia en el Mediterráneo, pudo afectar a las mujeres romanas de condición social elevada.
Nuestro estudio comienza después de las batallas de Trasimeno y Cannas contra Aníbal. El desastre humano y económico fue terrible. La guerra tuvo efectos insospechados en ese momento sobre la condición de las mujeres de Roma. Una parte considerable de las propiedades y riquezas de los romanos, muertos en las batallas, pasaron a sus esposas y parientes femeninas. Esto pudo provocar, en algunos casos, como citaría Plutarco, una vana ostentación de riqueza, fenómeno que era muy romano, independientemente del sexo del poseedor de la fortuna, habida cuenta del arraigo de una mentalidad que valoraba mucho la apariencia.
Las Guerras Púnicas provocaron, además, una cierta libertad a las mujeres, con la consiguiente crítica de moralistas y legisladores por las supuestas conductas libertinas de muchas de ellas, no controladas por padres, maridos o tutores.
La situación llevó a la promulgación de la ley Oppia, un tipo de legislación suntuaria, por la que se limitaba la cantidad de oro que podía poseer cada mujer, así como una serie de disposiciones sobre el vestido y los carruajes. Se pretendía salvaguardar el decoro y no ofender los preceptos religiosos. Posteriormente, se consignaron los bienes de menores, solteras y viudas a favor del Estado, es decir, de todos los que habían heredado bienes por muerte en la guerra de su poseedor y que no fueran varones mayores de edad. En todo caso, como la guerra continuó no fue raro que muchas mujeres se enriqueciesen.
Las Guerras Púnicas provocaron, además, una cierta libertad a las mujeres, con la consiguiente crítica de moralistas y legisladores por las supuestas conductas libertinas de muchas de ellas, no controladas por padres, maridos o tutores.
Al terminar la guerra con la destrucción de Cartago la vida romana pareció volver a la normalidad. Se permitió a los hombres la ostentación de sus riquezas, pero se siguió aplicando la legislación suntuaria a las mujeres. Pero esto provocó su rechazo por parte de las mujeres, y también de no pocos hombres porque deseaban ostentar su riqueza a través de sus esposas, de sus adornos, joyas, carruajes, y prendas de vestir. De hecho, hasta bien entrado el Imperio, cuando Heliogábalo reguló el vestido de las distintas jerarquías sociales, el status de los romanos destacados se midió, además de por su propia ostentación, por la de sus esposas.
Esta cuestión de la relación entre el status masculino y femenino se puede comprobar, además, en el elogio a los miembros femeninos de las familias. Además, durante el Imperio no escasearon los honores a mujeres destacadas vivas o muertas, como elogios escritos, títulos honoríficos, y construcciones de edificios, monumentos conmemorativos o estatuas, así como acuñación de monedas.
En conclusión, no cabe duda que intereses económicos y políticos jugaron a favor de la revalorización de las mujeres de elevada condición social.