¿Cómo serían las princesas Disney con el pelo corto? ¿Cómo serían las princesas Disney sin maquillaje? ¿Cómo serían las princesas Disney con cinturas anatómicamente normales? ¿Cómo serían si fueran viejas?
Estas son solo algunas de las preguntas que han llenado artículos y versiones de nuestros referentes clásicos de la fantasía y la feminidad. Son decenas los ilustradores que han reinterpretado la imagen de estas muchachas y nos han dado una perspectiva diferente de ellas.
Este fenómeno cuenta con dos factores muy interesantes. El primero es ese regreso a lo antiguo y tradicional, a otras épocas llenas de ilusión y fantasía. Esto tiene sentido dentro de la propia reacción de nuestro mundo a tantísima tecnología. Si crece la artesanía —aunque adaptada lo digital— es lógico que, al mirar al pasado, también recuperemos nuestros clásicos.
El segundo factor, sin embargo, es mi favorito. Pues una buena cantidad de estas interpretaciones convierte a esas idealizadas princesas en seres algo más reales: pelo corto o simplemente despeinado, cintura normal, arrugas, sin maquillaje. Y llegados a este punto en que empezamos a plantearnos a estas muchachas como mujeres reales, podríamos intentar cruzar la última frontera: ¿Cómo serían las princesas Disney si se volvieran feministas?
De esta idea parte la conferencia a la que te invitamos a asistir, este jueves, 26 de octubre de 2017, a las 19 horas en el Consejo de Mujeres del Municipio de Madrid (en la calle Señores Luzón 3, 2º izquierda, en pleno centro, junto a Ópera y la Latina): ¿Quieren las niñas ser princesas? Dicha conferencia ha sido inspirada por el trabajo de desarrollo del libro de relatos Las niñas ya no quieren ser princesas (Esdrújula, 2017).
¿Qué planteamos en conferencia y en libro? Muy sencillo: queremos que nuestros referentes sean mujeres empoderadas, que sepan decir no, que no se valgan solo de su atractivo físico para alguien se prende de ellas y decida salvarlas. Pero diréis… esto no es tan sencillo. Ellas ya tienen su (débil) personalidad: lánguidas, presumidas y carentes de asertividad. Ahí está precisamente el esfuerzo. En hacernos pensar en que cualquiera debería tener un límite en el que descubre su propia dignidad y en el que se da cuenta de que la mejor forma de ser salvada es salvarse una misma. ¿Cómo podría ser coherente todo esto en las mentes de las princesitas más ñoñas de las historias que hemos vivido? ¿Y cómo podemos trasladarlo a nuestra realidad?
Empecemos por ver qué podrían hacer para salvarse.
- Cenicienta debería dar un puñetazo en la mesa y recordar a madrastra y hermanastras que lo que hay en esa casa le pertenece. Debe perder el miedo a decir no. A decir «hasta aquí hemos llegado».
- Las leonas de la sabana deberían darse cuenta de que las que realmente valen en su grupo son ellas. Cazan, cuidan a los cachorros… ¿qué es lo que hace el león de turno que les resulte tan impresionante como para llamarlo el rey de la selva?
- Ariel, la sirenita, debería valorar más su vida actual y no pensar que la solución a todo es cambiar para gustarle a un chaval que ha visto una sola vez. A lo mejor, también podría ir ella al ataque del príncipe y plantarle un buen beso, si realmente lo que quiere es intentar ligar con él. Tal vez, solo tal vez, debería recordar que sabe escribir, aunque se haya quedado sin voz.
- Bella ha entendido mal los libros que tanto la gusta leer. O se ha creído demasiado las historias románticas. Ay, Bella, ojalá hubieras aprendido que por muy dulce y mona que seas, eso no hará cambiar a un maltratador. Si quiere cambiar, que se dé él cuenta y se esfuerce. Es mejor que tú tires la toalla.
- Jasmín no tiene más que ejercer su poder. ¿No dice que no es un premio? Pues si es la hija del sultán, que se aproveche, que pase de casarse y que se encargue ella de reinar en Agrabah. Si lo hizo Isabel I de Inglaterra, ¿por qué no ella?
- Aurora, la Bella Durmiente, es posiblemente a la que más podría costarle despertar. Es una muñequita entre algodones, a la que ya desgracian dándole como dones belleza y voz. Por eso, cuando le dicen que la llevan a casarse con el hombre con el que ya estaba prometida, aparte de llorar un rato, no rechista y obedece. Pero en esta historia las que cortaban el bacalao eran las hadas. Tal vez sean ellas las que deban reaccionar y desviar la historia hacia otros derroteros.
- Blancanieves es tan ingenua que se va a vivir con el primer tío que la besa. Un poco de reflexión le habría venido de fábula. ¿Qué sabemos del tal Florian, aparte de que es un príncipe de aspecto relamido y que sabe cantar? Pues nada. Tiene delito que, justo cuando puedes volver a tu casa, te marches con un señor que no conoces de nada. Al menos tu casa seguirá ahí esperándote.
Si te animas a ver a estas princesas con un ojo crítico que te haga ver lo bueno y lo malo que aprendiste en tu infancia, te esperamos con nosotr@s el jueves.