Feminizar NO es feminismo

Alicia Miyares
Alicia Miyareshttp://aliciamiyares.com/
Doctora en Filosofía. Profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria y profesora colaboradora de la Universidad de Oviedo.
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De “la mujer, mujer” de la que un día hablara Aznar a la “feminización de la política” en forma de cuidados, expresada por Pablo Iglesias, parecería, quizá, que se ha dado un salto cualitativo…. Pero lo cierto es que ambos mensajes parte del mismo supuesto, la idealización de las mujeres. Este tipo de mensajes nos retrotraen al siglo XIX y a excelsos representantes de la “misoginia romántica” como Schopenhauer, Nietzsche o el más galante Kierkegaard.

Afirmaba Kierkegaard, por ejemplo, que las mujeres son “el sueño del hombre”, que representan la “perfección en la imperfección”. Kierkegaard destacaba que la naturaleza femenina tendía a la proximidad, esto es, que su capacidad “para estar cerca” las diferenciaba de modo completo y absoluto de las capacidades y características de los varones. Así es que cuando en boca de un varón del siglo XXI oigo expresiones como “feminizar la política”, y todo ello consiste en atribuir un cierto esencialismo a lo que significa “ser mujer” como – cito textualmente- “feminizar es un tipo de solidaridad”, “feminizar es construir comunidad”, “feminizar es una red de apoyo” o “matria es la comunidad que te cuida”, pienso inevitablemente en que la galantería misógina del siglo XIX vuelve a tener voz a través de Pablo Iglesias.

Cuando en boca de un varón del siglo XXI oigo expresiones como “feminizar la política”, y todo ello consiste en atribuir un cierto esencialismo a lo que significa “ser mujer” como – cito textualmente- “feminizar es un tipo de solidaridad”, “feminizar es construir comunidad”, “feminizar es una red de apoyo” o “matria es la comunidad que te cuida”, pienso inevitablemente en que la galantería misógina del siglo XIX vuelve a tener voz a través de Pablo Iglesias

Afirma, sin embargo, el galante Iglesias que le parecen bien las cuotas o la paridad por las cuales las mujeres alcanzan una representación equitativa en puestos de representación política o empresarial. Podría por lo tanto parecer que me excedo al emparentar a Iglesias con la misoginia decimonónica, pero todos mis intentos por salvarlo de la cohorte misógina se tornan vanos cuando él mismo es el que afirma que la representación equitativa de mujeres y varones en puestos representativos trasviste a las mujeres, y cito textualmente, en “portavoces varones que son mujeres”.

Parece pues que el galante Iglesias, incapaz de hablar de “mujeres” menos aun de “feminismo”, cuando se refiere a eso de “feminizar” piensa más bien en “el sueño del varón” y que en coincidencia con Kierkegaard “la emancipación de las mujeres es una invención del diablo”.

 

 

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Comentarios

  1. El cuidado del otro tradicionalmente se le ha atribuido a la mujer. Eso es un hecho nos guste o no. Lo que Iglesias, por lo visto con poco acierto, está diciendo es que debemos asumir todos esas conductas que la sociedad considera solo femeninas. Obviamente, una vez que las asumamos todos dejarán de ser consideradas solo femeninas. No está idealizando a la mujer, sino utilizando los típicos que existen en nuestra sociedad machista, para que su discurso resulte más efectivo. Lo políticamente correcto es decir que somos iguales por lo que la mujer puede asumir las conductas tradicionalmente varoniles, lo cual es totalmente cierto. Pero ese no es el camino, eso solo mantendrá la sociedad exactamente igual de injusta, con la diferencia qué los culpables de esa injusticia dejarán de ser hombres machotes, para pasar a ser hombres y mujeres. Lo que hace falta es romper con lo tradicional y que las conductas que se les atribuían a las mujeres, y con esa excusa se invisibilizaban, de la misma manera que se invisibiliza a la mujer en esta sociedad, pasen a ser el centro de nuestra sociedad. Hecho esto, alguien que mire a nuestra sociedad desde fuera usando los cánones tradicionales diría: «es una sociedad feminizada». Este es el mensaje de toda la intervención. O al menos es el que me ha quedado a mi, hombre. Soy una persona que siempre ha mostrado conductas tradicionalmente femeninas. Y por ello no he dejado de oír el tradicional: «nenaza». Si los hombres cuidásemos más probablemente competiríamos menos. Y nuestra sociedad sería mucho más justa.

    • Yo no lo habría podido decir mejor. Lo dije ayer en un tuit tras leer la intervención de Iglesias. Pensé lo mismo que usted y lo resumí en un tuit: «llamar ‘feminizar’ al cuidar, para que mañana el cuidar ya no tenga género» . Sí, posiblemente Iglesias no ha estado atinado al hablar de madres, pero le puede entender todo el mundo, como usted bien dice, porque es muy difícil, casi imposible, hablar de géneros sin usar los tópicos tradicionales y más aún en asociaciones breves, para que a uno o una se le entienda. Yo creo que hasta la señora autora del presente artículo lo entiende. Pero es filósofa (yo he sido profesor de filosofía 25 años) y desea fervientemente ver superados los tópicos que reprimen y discriminan a las mujeres, entiendo yo. Yo también. Y seguro que usted también. Así que no estaría mal seguir a partir de aquí con estas prehubtas: si se entiende lo que Iglesias dice, ¿por qué no valorar la propuesta de construir una sociedad cuidadora en lugar de centrarse en lo políticamente (supuestamente) correcto para el feminismo académico que está señora encarna con su artículo, centrándose en lo secundario (aunque importante), que es criticar que un discurso que que habla de feminizar supuestamente parte de (y fomenta – yo no lo creo así) la perpetuación de los tópicos que constriñen a las mujeres? Gracias por su buena respuesta.

  2. Con todo el respeto, sra Miyares, usted utiliza una alocución que habla de un objetivo bueno en principio, y que se entiende perfectamente, para dar su pequeña lección erudita con citas sobre la misoginia de algunos pensadores del XIX, cosa que puede estar muy bien en otro contexto (una clase sobre la misoginia en la filosofía académica por ejemplo), pero que en relación a lo que la «dispara» en usted (la alocución de Iglesias) no atina, no va a lo que se quiere decir ahí, y sobre todo se va mucho por las ramas. Cosas de la erudición, supongo – que no está mal pero no suele poner pies en tierra.

  3. Feminizar la sociedad consiste en que lo que tradicionalmente se consideraba «femenino» pasa a ser patrimonio de los dos sexos. De esa forma, la sociedad sería menos violenta, se daría a los cuidados el valor monetario que les pertenece pues ya no serían patrimonio del sexo discriminado y, en definitiva, no habría sexo discriminado y se potenciaría una sociedad más humanista, con valores que todos compartimos en teoría pero que, a la hora de la verdad, somos las mujeres quienes más habitualmente ponemos en práctica.

    Ya lo han dicho otros comentaristas más arriba pero, ante tanto malentendido, he creído conveniente expresarlo a mi modo. Lo que no podemos hacer es creer a los periodistas que interpretan, de una forma INTERESADAMENTE LIBRE, las palabras de Iglesias, mejor escucharlas en directo y con toda la atención.

  4. Si la autora escuchó toda la intervención de Pablo Iglesias, aunque sólo fuera porque sus palabras obtuvieron el asentimiento de otras mujeres, de antiguo en la brega feminista, dicha alocución no parece merecedora de la crítica que Mirayes le dedica. Salvo intención torticera, del estilo de las señoras del PSOE.
    Feminizar la política es cosa de todas (mujeres y hombres), que es lo que viene a decir Amelia Valcárcel cuando, tras reivindicar el ‘derecho al mal’ afirma:
    «Si el mundo consigue su equilibrio moral dejando sólo que un sexo perpetre todos los males que pueda y encargando al otro que cuide, estamos ante una visión del mundo limitada, gravemente falsa y además con ciertos tintes de ridículo. Entonces, ¿qué es lo bueno? ¿Lo de cuidar, lo de velar y proteger, o bien hacer lo que uno quiera? Pues nada, pongámonos todos a hacer lo que queramos, a ver hasta cuánto aguanta este fenómeno. O pongámonos todos a cuidar, ya que el enunciado tiene vuelta. Si no confiáis en vuestros valores lo suficiente para decir que todos nos dediquemos a eso… ¡por algo será!»
    Todos y todas, feminicemos la política, la vida.

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