La historia de amor de dos gitanas opta a la Cámara de Oro en Cannes

Redacción Tribuna
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La española Arantxa Echevarría ha logrado con su historia de amor de dos gitanas, «Carmen y Lola», estar en la Quincena de los Realizadores de Cannes, algo que aún hoy, el día que se presenta, le parece un sueño, como señala a Efe.
Y no solo porque se estrene en Cannes, donde recibió muchos aplausos en el primer pase oficial, sino por ver realizada la que es su ópera prima, que le ha costado mucho trabajo poner en marcha. Fue difícil conseguir interés de las productoras para este proyecto «bizarro y complicado», como reconoce esta directora bilbaína.
Primero porque las relaciones entre mujeres siguen siendo un tabú en muchas comunidades o en lugares pequeños, pero además porque se trataba de situar la historia en el mundo gitano, donde la visibilidad de las lesbianas es prácticamente inexistente.
Una mención de honor en el Premio de Guion para Largometraje Julio Alejandro de la SGAE fue el espaldarazo definitivo para poder realizar el filme, reconoce Echevarría, que recuerda como cuando apenas tenía ocho años le decía a su padre: «quiero ser directora de cine».
«Y aquí estoy», dice con una sonrisa que no desaparece ni cuando recuerda las enormes dificultades para sacar adelante la película. Tuvo que convencer a la comunidad gitana de hacer la película y, aún más difícil, encontrar a las protagonistas, un proceso en el que invirtió dos años.
El meterse en foros de redes fue la clave para llegar hasta estas mujeres y poder empezar a hacer pruebas. Se hizo amiga de muchos gitanos -«no hay mercadillo en el que no me conozcan», señala entre risas- y acabó llegando casi por azar a Zaira Morales y Rosy Rodriguez, que bordan sus papeles.
«Buscaba adolescentes para interpretar a dos mujeres que se enamoran, un tema tabú en la comunidad gitana», relata Echevarría, que considera que encontrar a las dos protagonistas, dos jóvenes gitanas sin experiencia previa como actrices, es lo que da «realismo y veracidad» a la historia.
Fueron necesarios tres meses de ensayos para ganarse su confianza y enseñarles lo que quería mostrar en la película y, una vez establecidas las bases, les dejó mucha libertad en las interpretaciones, al igual que a todos los que participaron en el rodaje.

«El día que no existan los festivales de cine de mujeres seré feliz, porque significará que habrá llegado la igualdad»,

Algo útil además para la primera parte de la película, con un tono claramente documental y que es casi un estudio antropológico de las tradiciones gitanas en lo que se refiere a las relaciones amorosas.
El filme recrea una fiesta de pedida, la de una de las protagonistas Carmen. Y la directora les pidió que se comportaran como si fuera real y que hicieran lo mismo que harían en un acto similar en sus vidas normales.
Utilizando dos cámaras seguía a todos los participantes en esa pedida. «Se arrancaban a bailar, llevaban croquetas…eso es lo que hace poderosa la película», resalta la directora.

se trata de una película en la que gran parte de los principales trabajos los han desempeñado mujeres, desde la dirección y la interpretación a la fotografía, la música o la producción.

Un retrato muy realista de una comunidad concreta pero que Echevarría opina que se puede extrapolar a cualquier otra que sea igual de pequeña o cerrada.
Además de servir para mostrar un mundo, el gitano, «que tenemos al lado y nos ha acompañado durante siglos», que tiene unas características propias «y que forma parte de nuestra cultura», resalta.
Así como de reivindicación femenina, ya que se trata de una película en la que gran parte de los principales trabajos los han desempeñado mujeres, desde la dirección y la interpretación a la fotografía, la música o la producción.
«Nos faltan oportunidades», afirma Echevarría, convencida de que las historias que cuentan las mujeres en el cine no son ni mejores ni peores que las de los hombres y de que es necesario trabajar por una igualdad para que desaparezca esta lucha.
«El día que no existan los festivales de cine de mujeres seré feliz, porque significará que habrá llegado la igualdad», asegura al reflexionar sobre una edición de Cannes en la que la presencia femenina y los actos reivindicativos por los derechos de la mujer están teniendo mucho espacio.
Mientras, lamenta que las actrices de su película hayan perdido el vuelo y se pierdan el desfile por la alfombra roja de Cannes ya que la película opta a la Cámara de Oro a la mejor ópera prima del festival.
Alicia García de Francisco

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