El 8 de marzo es el día elegido para el encuentro entre todas las mujeres del mundo. Mujeres trabajadoras, las que trabajan a cambio de un salario y aquellas otras que trabajan para el mantenimiento de la vida, esa tarea a veces tan ingrata de los cuidados que hacen a cambio de nada. El día en que todas se reúnen y dan la bienvenida a una jornada en el que nada hay que celebrar y sí mucho que reivindicar, porque lo que ese día viene a recordar es que las desigualdades aun siguen estando presentes en todas las sociedades del mundo, y por eso es necesario reivindicar las mismas cosas, porque en esencia, la vida de las mujeres ha cambiado muy poco.
El 8 de marzo no es un día de fiesta, no es un encuentro para el divertimento y el jolgorio, sino para gritar alto, claro y fuerte que seguimos teniendo motivos: Motivos como la brecha salarial, el techo de cristal, la ausencia de mujeres en puestos de responsabilidad y toma de decisiones, la feminización del desempleo y el trabajo no remunerado. Motivos por la falta de reconocimiento a un trabajo tan fundamental para la vida como es el de los cuidados. Un trabajo que por cierto recae de manera casi en exclusiva sobre las mujeres y por el que no reciben prestación económica alguna. Motivos que encontramos también en las instituciones y la violencia que ejerce también sobre nosotras, como lo pone de manifiesto las vergonzosas sentencias en relación con «la manada», «Juana Rivas» o la de nuestras hermanas temporeras de la fresa en Huelva. Motivos como el acoso laboral y callejero o la reproducción de los mismos errores patriarcales en nuestras escuelas, un micro mundo donde se siguen perpetuando las mismas desigualdades. Y el mayor de todos los motivos, los que acaban con la vida de las mujeres, los asesinatos machistas.
Sin embargo, a pesar de este panorama desolador, este 8 de marzo hay algo de lo que nos podemos sentir orgullosas, y es que en este último año el movimiento feminista ha crecido y se ha hecho más fuerte. El alcance y magnitud de la respuesta de las mujeres el pasado 8 de marzo provocó un cambio cualitativo importante que permite reconocer, no solo en la calle, sino también en el ámbito institucional, que la situación de discriminación de las mujeres, a día de hoy, es insostenible y que es necesario dar respuesta a esta demanda cada vez reclamada con más fuerza por la sociedad.
Nos sentimos orgullosas porque este año, una vez más el «morao» inunda las calles y plazas, «ríos de mujeres llegan de todas partes». «Ese moraito que es agua bendita palas feministas, pero que está maldito palos machistas», como se cantan estos días en los carnavales de Cai. Y es justamente por eso que el patriarcado no se ha quedao indiferente y en los últimos meses ha contraatacado con una fuerte campaña de difamación de distorsión y manipulación que confunde sobre cuestiones básicas de los derechos de las mujeres con el único fin de dar pasos atrás en el avance del feminismo. Este 8 de marzo, nuestra marea violeta ha demostrado también que la fortaleza del movimiento feminista es inquebrantable y que no estamos dispuestas a dar ni un paso atrás.
La nueva realidad política de nuestro país nos obliga a estar alerta ante el avance de ideologías de ultraderecha que ponen en riesgo nuestros derechos fundamentales. Ideologías que nos obligan a mantenernos firmes y no doblegarnos ante un discurso aterrador que parece querernos llevar a otras épocas pasadas no muy lejanas. Un discurso que niega la violencia machista y la llama mal intencionadamente «violencia doméstica», que niega la diversidad en las relaciones afectivas, que se empeña en hacer volver a las mujeres a los roles tradicionales y rodearla de los mismos muros que tanto nos está costando derribar. Un discurso que ahora a través de la portavoz parlamentaria del grupo VOX en Andalucía, M.ª José Piñero, tiene legitimidad para reproducir durante cuatro años.
Estamos en alerta también porque queremos salvaguardar al feminismo de los depredadores que quieren apropiarse del movimiento. A estos le decimos que la igualdad en la que creemos no va solo de paridad en las listas, ni de lacito en la solapa, ni de minutos de silencios. La igualdad en la que creemos, va de transformación de la sociedad. La igualdad a la que aspiramos no consiste en facilitarnos el camino para llegar, en igualdad con los hombres, a los mismo espacios de poder desde donde seguir ejerciendo las mismas cosas de las que tanto nos lamentamos. No celebramos acabar con el techo de cristal para acceder fácilmente a un puesto en el consejo de administración de una empresa que explotadora, y desde luego que repudiaremos cualquier ascenso en la carrera profesional de cualquier mujer que se sustente en la explotación de otra más débil y desfavorecida. No queremos igualdad para «reproducir» la misma realidad que ya vivimos, sino para «transformarla». No queremos la igualdad para acceder a los mismos privilegios, sino para cuestionarlos.
Y es para luchar por esa transformación lo que nos lleva a reunirnos cada 8 de marzo. Hemos sido llamadas de nuevo a ausentarnos de todos aquellos espacios en los que nos desenvolvemos cada día, en nuestros lugares de trabajo, en el espacio doméstico, en nuestros lugares de estudio y aquellos en los que hacemos la compra cada día. Esta huelga trasciende al ámbito laboral, así que hoy no producimos, pero tampoco cuidamos, ni estudiamos y ni consumimos. Hoy nos ausentamos de todos los espacios donde normalmente desempeñamos alguna labor importante para que se note nuestra ausencia, porque queremos demostrar que SI LAS MUJERES SE PARAN, EL MUNDO NO FUNCIONA y evidenciar así el papel de las mujeres a menudo infravalorado en la sociedad. Reclamar la dignidad y el reconocimiento que como seres humanos merecemos, ni más, pero tampoco menos.
8M, así lo celebramos en nuestra plaza
- Advertisement -
- Publicidad -
En este 8 de marzo de 2019, el feminismo contundentemente evidenció que, es la gran aportación a la revolución más importante que ha visto la civilización en su sistema de ideas, una actividad que ha asumido un objetivo que no necesita de ánimos. Revolución, en la civilización, basada en sus principios, que ya están aquí y solo necesitan ser elaborados universalmente, y ser aplicados a todo el saber femenino.
El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; transexual perverso irresoluble y ambiguo sexual que satisface su homosexualidad sádica sobre la mujer
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
12/03/2019