En el debate preelectoral que Atresmedia organizó el 23 de abril solo se habló de violencia de género cuando la única mujer presente en el plató, la moderadora Ana Pastor, introdujo el tema. Parece ser que a los políticos que contendían no les importaba y preferían enredarse con las posibles alianzas postelectorales o el indulto o no indulto a los políticos catalanes.
Inicialmente sentí malestar por la falta de atención que los hombres que debatían mostraron acerca de la violencia machista pero después, y a tenor de sus explicaciones, pensé que tal vez era mejor que no se manifestasen porque no entienden nada.
Me explicaré: no podemos tratar la violencia de género que mata, extorsiona, atemoriza, viola, prostituye, cosifica a las mujeres como un problema puntual que surge en un determinado momento, ejerce su acción y desaparece. Los asesinatos de las mujeres no suceden de una manera espontánea, como si fuesen producto de un arrebato momentáneo; a las mujeres las asesinan los hombres que lo hacen porque pueden hacerlo, porque se sienten capacitados para hacerlo.
¿Qué criterios otorgan competencia a un ser humano para asesinar a otro de su especie? ¿Qué valores morales le conceden potestad para hacerlo?
Si estamos atentos podemos ver que, en nuestra civilización diversas situaciones lo permiten, desde las guerras hasta el abandono de los inmigrantes en medio del mar o en campos de refugiados infames.
En cuanto a la violencia de género, apreciamos que ésta tiene unas raíces profundas y bien arraigadas en la cultura patriarcal, en esa cultura que preconiza la superioridad física, intelectual, legal, moral, gestora, organizadora, de los hombres respecto a las mujeres, en esa cultura de la que todos, mujeres y hombres, hemos participado y que nos colocaba a nosotras en un plano inferior y disponible.
Disponibles, eso es, disponibles. De nosotras, según el patriarcado, se podía disponer y, algunos hombres, disponen y nos utilizan hasta tal punto que nos matan.
Pero, ahora que nosotras ya no estamos a disposición de los hombres, es el momento del cambio y, como los valores morales que hasta hace poco nos regían ya no nos sirven, hemos de crear e implantar unos nuevos principios que nos igualen a mujeres y hombres.
Para que la violencia de género desaparezca será necesario abolir la moral arcaica y patriarcal y establecer una nueva escala de valores sin supremacías masculinas ni sumisiones femeninas, crear una nueva sociedad en la que el valor otorgado y las competencias ejercidas por mujeres y hombres sean los mismos.
“Me explicaré: no podemos tratar la violencia de género que mata, extorsiona, atemoriza, viola, prostituye, cosifica a las mujeres como un problema puntual que surge en un determinado momento, ejerce su acción y desaparece. Los asesinatos de las mujeres no suceden de una manera espontánea, como si fuesen producto de un arrebato momentáneo; a las mujeres las asesinan los hombres que lo hacen porque pueden hacerlo, porque se sienten capacitados para hacerlo” y el feminismo debe considerar la “cambiante” conducta y carácter transexual ecuménico perverso patriarcal, que constituye un reconocimiento en dirección progresiva a sucesivas alucinaciones; esto es, son “ideas” transformadas en imágenes que corresponden, efectivamente, a regresiones: ideas “originales” de la castración en imagen de la mujer castrada, repudiada y despreciada en su reconocimiento genocida, abuso sexual, pedofilia, femicidio. Suprimir la castración, sería suprimir las “castradas”. Deseo del varón que se potenciaría en cada percepción de la mujer.
¿Qué criterios otorgan competencia a un ser humano para asesinar a otro de su especie? ¿Qué valores morales le conceden potestad para hacerlo?, pues la “reaparición” de la percepción, de la castrada, es la realización del deseo de superioridad del transexual ecuménico perverso varón irreversible ambiguo sexual.
“Para que la violencia de género desaparezca será necesario abolir la moral arcaica y patriarcal y establecer una nueva escala de valores sin supremacías masculinas ni sumisiones femeninas, crear una nueva sociedad en la que el valor otorgado y las competencias ejercidas por mujeres y hombres sean los mismos”, pero en realidad el feminismo debe derrotar absolutamente el patriarcado atento que, “disimula” el varón su temor a ser castrado con las argumentaciones, dogmas y “explicaciones” filosóficas que conforman el sendero libre para el ejercicio regresivo que le permite ocupar el nivel significativo de ser la Ley.
Esta regresión es una de las más importantes peligrosas peculiaridades psicológicas del “proceso” de la “civilización” patriarcal, que corresponde dentro de su aparato psíquico, desde cualquier acto complejo de representaciones culturales a través de milenios al material bruto de las huellas mnémicas, que reaviva constantemente las imágenes de percepción en las que se halla basado su repudio y desprecio a la mujer castrada de “origen”.
Por eso el sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es absolutamente la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.
Mi Femeninologia Ciencia de lo femenino es la serie de configuraciones que con mi conciencia voy recorriendo constituyendo, más bien, la historia que desarrollo en la formación de mi conceptualización. Es decir, una suerte de escepticismo consumado, que en realidad sería, el propósito de no rendirme, a la autoridad de los pensamientos de otro, sino de examinarlo todo por mí mismo ajustándome a mi propia convicción; o mejor aún, producirlo todo por mí mismo y considerar como verdadero tan solo lo que yo hago.
Hoy, como ese infante entre los 4 a 5 años adaptando mi pensar en la realidad, interpretando mi actividad onírica.
Por Osvaldo Buscaya (Bya)
(Psicoanalítico)
Femeninologia (Ciencia de lo femenino)
Lo femenino es el camino
Buenos Aires
Argentina
12/05/2019