Soy Lucía Siading, matemática egresada de Barcelona y estudiante del Master in Advanced Mathematics and Mathematical Engineering (UPC), tengo 23 años casi 24, y soy una mujer trans y bisexual. Como matemática os podría hablar sobre la «conjetura de Poincaré», las soluciones de la ecuación de Navier-Stokes, el comportamiento del problema de N cuerpos en mecánica celeste, o incluso sobre mis intenciones de suceder a grandes matemáticas como Mileva Maric o Karen Uhlenbeck en áreas de Análisis funcional o modelización de ecuaciones.
Pero la cosa va a tener aquí un enfoque más desde el punto de vista feminista.
Ya se sabe de toda la vida que las mujeres hemos sido relegadas a papeles puramente domésticos o de satisfacción sexual para hombres. Pero si además le sumamos el factor de ser trans, automáticamente podemos hablar de un apartheid laboral que deja un 85% de paro trans. Y debido a las políticas que últimamente se han estado llevando a cabo en ciudades como Madrid con Manuela Carmena o Barcelona con Ada Colau, en toda España hay un 80% de mujeres trans que están en situación de prostitución, porcentaje que se eleva al 90% si restringimos la muestra a la ciudad de Barcelona.
Por otro lado está el transactivismo, autodenominado transfeminismo, que ejerce mucha misoginia hacia mujeres biológicas, siempre bajo el mantra de “hay mujeres con pene”. Está fundamentalmente formado por una serie de hombres que se llaman a sí mismos “mujeres transgénero”, es decir, que se “identifican” como mujeres, pero que no se quieren modificar el cuerpo para transicionar hacia hembras humanas. Y desde hace tiempo a las feministas radicales nos llaman TERFs (Trans Exclusionary Radical Feminists) usando el acrónimo como una especie de “transfóbica de mierda”.
Además, dicen visibilizar a algo que llaman géneros no binarios, y con ello pretenden borrar del mapa la opresión que sufrimos las mujeres por el hecho de habernos impuesto tal género, y por supuesto también nos borran asimismo del mapa a las mujeres transexuales, las que no nos “identificamos” como mujeres sino que la vida nos ha enseñado que se nos impuso tal género sutilmente, y encima tenemos disforia de SEXO (¡ojo, no de género!), es decir, totalmente al margen de los roles (ya que los despreciamos por ambos lados), notamos como un ánimo de pertenencia biológica al otro sexo, queriendo modificarnos mediante hormonas y las cirugías que hagan falta, y si en algún momento así lo permite la tecnología, modificaciones génicas de los cromosomas sexuales mediante materiales como el CRISPR-Cas9.
debido a las políticas que últimamente se han estado llevando a cabo en ciudades como Madrid con Manuela Carmena o Barcelona con Ada Colau, en toda España hay un 80% de mujeres trans que están en situación de prostitución, porcentaje que se eleva al 90% si restringimos la muestra a la ciudad de Barcelona
Desde el mismo sector se ha apoyado al lobby proxeneta, se han incentivado las agresiones a feministas radicales, llegando a perpetrar delitos en algunas ocasiones, y se han invadido espacios no mixtos con tal de captar toda la atención. Y lo peor de todo, las autodenominadas feministas interseccionales han estado llevando un discurso posmoderno con tal de incluirnos sin restricciones, lo que causa que ya no se sepa definir qué es ser mujer, sino mediante roles y estereotipos.
Y eso a las verdaderas transexuales nos quita toda la poca credibilidad que nos queda, y por eso no nos toman en serio a la hora de acceder a puestos de trabajo, si no es presentándonos como hombres con pelo largo y vistiéndonos como tales. Y eso aún teniendo en cuenta las que aún estamos en pañales en proceso de hormonas y cirugías, porque a las que ya están más avanzadas, por ejemplo se les ven los senos, y automáticamente quedan fuera del mercado laboral. Y ahí es cuando el lobby proxeneta se aprovecha de nosotras y nos invoca a lo que ellos llaman “trabajo sexual”, que es su eufemismo favorito para encubrir la explotación, denigración y humillación de todas las mujeres que caen presas de las mafias que trafican con ellas.
Aún es más pronunciado el caso de las mujeres trans que nos hemos graduado en Matemáticas o carreras técnicas parecidas. Tal como van las ofertas de investigación hoy en día, las oportunidades para futuros investigadores no auguran buenos tiempos. Por eso, en Matemáticas se está invocando a los estudiantes para que entren a trabajar a consultorías. Y en muchas de ellas, lo que llaman “la buena presencia”, que no es más que una suerte de corsectonorma laboral para mantenernos a raya en nuestras vestimentas y actitudes, parece ser crucial. Y precisamente esa misma corsectonorma no la tenemos las mujeres trans. Tanto si vestimos como hombres, porque pueden notar que se nos desarrollan los senos u otras características. Como si intentamos vestir como mujeres, que siendo biológicamente machos humanos, en la mayoría de los casos acabamos señaladas por nuestras características masculinas.
ahí es cuando el lobby proxeneta se aprovecha de nosotras y nos invoca a lo que ellos llaman “trabajo sexual”, que es su eufemismo favorito para encubrir la explotación, denigración y humillación de todas las mujeres que caen presas de las mafias que trafican con ellas
Y toda esa ausencia de paro en Matemáticas que tanto nos han repetido como mantra desde los anuncios de la universidad debido al auge del Big Data, se nos va al garete, por no poder tener buena presencia debido a nuestra condición. Tanto si somos butch como si somos femme. Y de nuevo empieza el círculo del vertido a la prostitución. Si es que antes no conseguimos empleo en algún lugar que como mucho requiera de Bachillerato, que por un lado sería trabajar por debajo de las cualificaciones, y por el otro se podría empezar el mismo círculo.
Y a todo esto hay que sumarle que muchas de las asociaciones trans que nos ayudan a seguir nuestra transición están volcadas con los mantras de la identidad y de las vivencias, y están directamente relacionadas con la teoría queer de Judith Butler y con el transactivismo misógino (TM), pues las cosas se nos hacen aún más difíciles para las que somos las verdaderas transexuales. Y esto se nota claramente a la hora de hacernos las evaluaciones médicas y psicológicas para certificar de algún modo que somos transexuales. A veces ni siquiera eso, sino que estamos en el paraguas del transgénero, otro error que se comete desde el TM. Y todo el rato se aduce a la “identidad sentida”, y no a la imposición girada de casta sexual opresiva respecto del sexo biológico, pues el género es un mal que hay que abolir.
No es posible que llegues a aceptar tu cuerpo tal como es, considerando que estas intervenciones médicas son terribles?
Lucia gracias por tú claridad y tú valentia en denunciar todos esos movimientos posmodernos misoginos que se han introducido cual caballo de troya dentro del feminismo para demolerlo, con la sobrevalorada y abstrusa Judit Butler a la cabeza. Te deseo lo mejor .