La escalada de violencia y los “delitos pasionales”: “El cerrojo”  de Fragonard

EstherTauroni Bernabeu
EstherTauroni Bernabeu
Doctoranda en Políticas de Igualdad, Licenciada en Historia del Arte, Técnica en Igualdad, Activista, Ingobernable, Investigadora y Mujer.
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BOUCHER(1789): El Cerrojo, óleo sobre tela.

Herir, quemar, golpear, empujar y finalmente asesinar son el último escalón en un proceso de violencia de género que comienza en una escalada lenta, pausada y continua años antes del dramático final, en tanto en cuando no es menos trágico el día a día.

La sociedad debe concienciarse a  que nadie tiene derecho a maltratar a otra persona y no hay ningún motivo que lo justifique. El único responsable del maltrato es quien lo ejerce, no su víctima. La mujer maltratada debe saber que, por muchas muestras de arrepentimiento y ternura que él exprese y por muchos esfuerzos que ella realice, él no cambiará, y que de no ponerle fin lo antes posible caerá en un proceso ascendente donde la intensidad y frecuencia de las agresiones se incrementará a medida que pase el tiempo.

El amor no mata, ni duele, ni angustia, ni lastra, ni frustra, ni da miedo, sin embargo muchas mujeres desde el comienzo de sus relaciones lo viven así, confundiendo la posesividad de él con una demostración de amor. “Nadie te quiere como yo”, “tus amigas son estúpidas, me miran mal”, “tenemos que pasar más tiempo juntos”, “¿Quién te llama?”, “¿Con quién vas?”, “¿Dónde vas?” son las primeras señales de alerta y los inicios del maltrato psicológico, de controlar las relaciones sociales, de aislarla. El entorno lo presiente, la familia lo vive, pero ellas lo justifican pues piensan que están enamorados, cuando se trata de mal trato.

La mujer empieza a distanciarse de sus amistades, de su padre, madre, hermanos y le consagra su tiempo a él que,  generalmente,  le confiesa haber tenido una infancia infeliz y amarga, haciéndole creer a ella que es su redentora, su salvadora y, sin darse cuenta a convertirse en el saco de boxeo donde el paga sus frustraciones y  despechos, comenzando la violencia verbal. Insultos, amenazas, coacciones, desprecios, primero en privado y más adelante públicamente que ella sigue justificando y defendiendo creyendo que ellas son las culpables de esas reacciones.

Normalizada esta etapa se asciende a la violencia sexual, a obligarla a mantener contactos y relaciones, cuando, donde y como ellos quieren y a impedir que ellas disfruten de su sexualidad libremente. Si no antecedente, paralelamente, comienza la violencia física, forzando, empujando, golpeando, abofeteando y, por supuesto, después culpándola de provocar esas reacciones, vejándola y humillándola hasta creerse responsable y entrando en una fase de indefensión que le impide denunciar.

No es sencillo denunciar a la persona con la que has hecho un proyecto de vida, con quien compartes domicilio o tienes hijos o hijas en común. Y no es sencillo porque sienten que de hacerlo rompen la unidad familiar, y es que ellos las machacan con ese tema. No hay un perfil de víctima, podemos ser cualquiera de nosotras, la violencia no depende del nivel económico, ni de la formación, víctimas de malos tratos podemos ser todas.

Los insultos, desprecios, vejaciones y golpes se pueden prolongar años, por lo que cuando es asesinada una mujer no vale la frase “no habían denuncias”, puesto que ello no implica que no hubieran malos tratos, sino miedo y paralización en interponerla. El asesinato, o intento del mismo, de una mujer por parte de su pareja o ex pareja es la punta del iceberg de una relación prolongada de malos tratos, nunca un suceso eventual o como hasta hace poco llamaban un “crimen pasional”.

En nombre de la “pasión”, del “amor” y del “romanticismo” se han justificado atrocidades hechas por los hombres a las mujeres. Los asesinatos o abusos dentro del hogar quedaban puertas adentro, en “la vida doméstica”. Eran los tiempos de las cosas no dichas, del ocultamiento y la negación, de “problemas de parejas”. Todavía los medios de comunicación hablan de crímenes metaforizando la tríada “amor, locura y pasión”, cuando la violencia ha de tratarse como parte de un proceso dándose  explicaciones para que el tema deje de tratarse de algo “íntimo y casual” y se convierta en social. Los casos de violencia han de abandonar la privacidad del hogar para tener un tratamiento público. Son inadmisibles titulares como “la hallaron muerta” o “el presunto homicida”, cuando se ha entregado y confesado, o invitaciones a vecinas que digan que “era un hombre agradable y educado”.

En esa misma atmósfera de erotismo, desenfreno  y “acaloramientos amorosos”, la historia del arte habla de obras maestras, intimistas y de género. Representaciones como la conocida “The Bolt”, “Le Verrou” o “El Cerrojo” del pintor francés  Jean-Honoré Fragonard , un óleo sobre lienzo realizado entre 1776 y 1779 cuyas dimensiones son 71 cm x 92 cm y que podemos contemplar en el museo del Louvre en París, nos invita a profundizar en el tema.

La cultura patriarcal y la historiografía androcentrista han catalogado esta obra como una escena galante que muestra a dos amantes entrelazados en un dormitorio, un obra cumbre del rococó francés y al artista como uno de los mejores representantes de escenas de amor y placer, de voluptuosidad y dominio de la luminosidad. Efectivamente en esta obra comprobamos que el dominio de la luz y del color acentúan dramatismo al acontecimiento, que en su momento fue visto como una escena apasionada, pero que con perspectiva de género no podemos obviar que es una situación de maltrato, un episodio en la escalada dentro de la violencia física que ha superado a la psicológica, verbal y anticipa la sexual.

En el lienzo hay dos protagonistas principales, el hombre y la mujer; y dos secundarios, el cerrojo y la cama,  conformando todos ellos un espacio cerrado, interno, de penumbra en la adversidad.

El hombre joven, libertino, con ropa ligera, suelta, desabrochada, blanca y de seda, descalzo, con el cabello suelto y desordenado, enérgicamente agarra a la fuerza a la dama, joven, bella, noble o burguesa, vestida de raso, que se resiste con la mano apartándole el rostro, y con el cuerpo y sus fuerzas rechazándolo. Ante la angustia de ella, y estirando el brazo derecho, el hombre sin soltarla a ella cierra la puerta blindando un cerrojo, funcionalmente mal colocado pero,  que sirve para exagerar la intención de él y transmitir la tensión e indefensión de ella. La cama, a la derecha y deshecha incita a pensar en que el forcejeo ha comenzado antes de la instantánea de la escena captada, una escena de violación sin lugar a dudas, entendida en su momento como erótica o de pasión. Cuando, sin lugar a dudas el nombre de la obra encierra a la dama en la habitación, aislándola e impidiéndole gozar de su libertad.

Cuando escuchemos que ha habido un asesinato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja, no olvidemos, por mucho que lo oculten, que ha habido una antesala de malos tratos psicológicos, verbales, sexuales y físicos. Cuando llegan los golpes, la víctima ya está aislada, cuando el asesinato, es que física o emocionalmente ha sido zurrada.

 

 

 

 

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Comentarios

  1. “Esther Tauroni” acertadamente indica el lineamiento que; “Herir, quemar, golpear, empujar y finalmente asesinar son el último escalón en un proceso de violencia de género que comienza en una escalada lenta, pausada y continua años antes del dramático final, en tanto en cuando no es menos trágico el día a día”. Es una precisa situación que, “Esther Tauroni” nos expone al transexual ecuménico perverso patriarcado bajo la influencia de su irresoluble perversión y ambigüedad sexual en cada situación que se provoca en la dinámica social. Tal influencia se desarrolla porque la situación de la sociedad, roza inevitablemente su irresoluble perversión y ambigüedad sexual. El drama psicológico del infante varón, su temor a la castración y repudio a lo femenino, se convierte inevitablemente en psicopatológico, cuando la fuente infantil de ese sufrimiento, que hemos de compartir y del cual se espera que derivemos nuestro placer, no es ya un conflicto entre dos motivaciones inconscientes casi por igual, sino entre motivaciones conscientes y reprimidas.

    Cuando escuchemos que ha habido un asesinato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja, no olvidemos, por mucho que lo oculten, que ha habido una antesala de malos tratos psicológicos, verbales, sexuales y físicos. Cuando llegan los golpes, la víctima ya está aislada, cuando el asesinato, es que física o emocionalmente ha sido zurrada. Aquí la condición previa para que se dé el goce perverso del femicidio es que, también parte de la ciudadanía, constituida por los varones, sea perversa. En efecto, sólo a un perverso podrá depararle placer esa “liberación” y, en cierta medida, también la aceptación consciente de la motivación reprimida, en vez de despertar su repulsión, como ocurriría en toda persona no perversa. El impulso perverso reprimido se mantiene en perfecto equilibrio con la fuerza originaría de la represión. En el transexual ecuménico perverso patriarcado, imponiendo su norma cultural y educativa, por el contrario, la represión está siempre a punto de fracasar; es inestable y requiere esfuerzos incesantemente renovados para mantenerse; esfuerzos que podrían ser evitados mediante el reconocimiento de su perversión irresoluble y ambigüedad sexual.

    Por eso el sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es absolutamente la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual.

    Mi Femeninologia Ciencia de lo femenino es la serie de configuraciones que con mi conciencia voy recorriendo constituyendo, más bien, la historia que desarrollo en la formación de mi conceptualización. Es decir, una suerte de escepticismo consumado, que en realidad sería, el propósito de no rendirme, a la autoridad de los pensamientos de otro, sino de examinarlo todo por mí mismo ajustándome a mi propia convicción; o mejor aún, producirlo todo por mí mismo y considerar como verdadero tan solo lo que yo hago.

    *Hoy, como ese infante entre los 4 a 5 años adaptando mi pensar en la realidad, interpretando mi actividad onírica . . .

    Por Osvaldo Buscaya (Bya)

    (Psicoanalítico)

    Femeninologia (Ciencia de lo femenino)

    Lo femenino es el camino

    Buenos Aires

    Argentina

    28/07/2019

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