Estamos viviendo una situación de pandemia, el mundo se ha detenido, y nuestro país es uno de los más afectados. Sin embargo, todo el mundo no lo está viviendo igual, hay colectivos y personas más vulnerables y expuestas, que se están llevando la peor parte de esta dramática emergencia sanitaria. Entre las personas que están viviendo esto con más angustia están las madres y los hijos/as que siguen viviendo la violencia después de la separación, las que han sido invisibilizadas por el sistema y que continúan viviendo la violencia a través de sus hijos, ahora con el agravante de esta situación y la separación de sus hijos-as.
Los jueces en esta hora tampoco dan una respuesta clara sobre la mejor protección para los hijos/as, manifestando opiniones particulares y de asociaciones que son divergentes, y algunas parece que solo defienden a una parte. En estos momentos dramáticos se debería escuchar a los hijos y a sus madres, no solamente a sus padres. Las madres son sus protectoras naturales, y con quien los hijos deberían quedarse y se debería respetar, en estos momentos por lo menos, lo que quieren, o por lo menos no penalizarlas.
Muchas de estas mujeres, que no viven situaciones de “conflicto”, sino de violencia, no pueden llegar a acuerdos con sus parejas, porque la violencia es abuso, dominio y control, venganza, hacer daño a la madre, dañar el vínculo entre la madre y el hijo, etc. En algunos medios se han manifestado algunas personas que no parece que conozcan esta realidad, diciendo que si no hay acuerdos entre los padres, tienen que esforzarse en ponerse de acuerdo. El denominar situaciones de conflicto cuando son de violencia es indignante, porque en situaciones de violencia no hay igualdad entre un maltratador y su víctima, y se debería explicar a la sociedad. El maltratador quiere seguir ejerciendo el abuso y el maltrato y utiliza las situaciones para continuar con el dominio y el control.
Me gustaría recordar algunos datos conocidos para visibilizar esta situación. Según la macroencuesta de violencia contra la mujer de 2015, más de dos tercios de las mujeres que sufren violencia de género finalizan ellas la relación, el 67.4 %. Más de dos tercios de los casos no denuncian, el 67.7 %. De las mujeres con hijos que han sufrido violencia de género, casi los dos tercios, el 63.6 %, afirma que sus hijos presenciaron o escucharon las episodios violentos cuando ocurrieron, de los cuales el 64.2 % sufrieron a su vez violencia, siendo el 92.5 % menores de 18 años. Estos datos son consistentes con muchos estudios internacionales desde hace años.
La mayoría de las mujeres que se separan lo hacen por la vía civil y no denuncian, esta violencia no es reconocida por los tribunales, y son tributarias de custodias compartidas impuestas. Según la Asociación Americana de Psicología existe el doble de posibilidades de que un maltratador o abusador sexual solicite la custodia compartida que un padre no violento. Los maltratadores utilizan la custodia compartida después de la separación para perpetuar la violencia contra la mujer a través de los hijos, lo que les permite vengarse de la rabia, frustración y pérdida de dominio y control sobre la mujer. El control y manipulación de los hijos se lo permite.
Del resto de mujeres que denuncian, el 28.5 %, no todas son reconocidas porque es difícil probar la violencia, sobre todo si es violencia psicológica.
Es decir, existe una inmensa mayoría de mujeres separadas con hijos-as por violencia de género que está invisibilizada, presenciando los hijos-as la violencia y sufriéndola también de forma directa. Según los expertos, la violencia que continua después de la separación es de la misma naturaleza que la que existe en la pareja y se utiliza a los hijos-as que la sufren de forma directa e indirecta. En todo el mundo se está alertando a los gobiernos y a los tribunales de justicia para que los hijos-as y las mujeres sean protegidos.
Sin embargo, cuando las mujeres acuden a los tribunales a denunciar las situaciones de violencia y a los maltratadores, muchas no son creídas ni escuchadas, tampoco se escucha a los hijos. Muchas madres viven amordazadas y no denuncian por miedo a que les apliquen el SAP, un instrumento no reconocido científicamente, desaconsejado por el CGPJ, con consecuencias devastadoras en las vidas de las mujeres y los hijos. A muchas mujeres les han retirado las custodias por el SAP y tienen que ver a sus hijos en Puntos de Encuentro, que ahora también han cerrado y tienen que estar aún más separadas de sus hijos-as.
La falta de reconocimiento por los tribunales de la violencia de género en nuestro país ha hecho que las Naciones Unidas desde hace años reclame a España una formación obligatoria de jueces y operadores judiciales sobre violencia de género.
La violencia psicológica que es la más frecuente, no está reconocida porque es difícil de probar. La OMS ya señalo que el peor aspecto de los malos tratos para las mujeres es la tortura mental, el vivir con miedo y el terror. Para Evan Stark ( 1 ), autor de “control coercitivo, como los hombres atrapan a las mujeres en su vida personal”, los términos abuso «psicológico» y «emocional» se pueden aplicar a ciertos aspectos del control coercitivo, pero son imprecisos, difíciles de demostrar y pueden ser manipulados por los agresores. Sin embargo, el control coercitivo, un patrón continuado de dominio y control sobre la pareja, abarca la naturaleza continua y multifacética del abuso, que experimentan el 60-80 % de las mujeres que buscan ayuda.
Las madres tienen miedo cuando dejan a sus hijos con los maltratadores, y ahora mucho más, porque tienen una mayor exposición y riesgo con esta pandemia. Se ha estudiado desde hace décadas la personalidad de estos abusadores como padres, que los describen como personas autoritarias y rígidas, egoístas y egocéntricos, que consideran que sus mujeres e hijos son de su propiedad y que tienen el derecho de ejercer la violencia cuando lo consideren necesario. La coercitividad es una cualidad central de estos hombres. Como padres ejercen una crianza autoritaria, negligente e irresponsable, y los exponen a múltiples fuentes potenciales de lesiones físicas y emocionales. Estos padres manipulan a los hijos y crean tensiones familiares deliberadamente, etc. ( 2 )
En esta situación especial, aún más se debería escuchar a las madres y los hijos-as. Los niños deberían estar con quien ellos se sientan más protegidos, cuidados y seguros, y no estar por imposición con el padre, si no quieren estar. Son ellos los que sufren el riesgo y puesto que las consecuencias son sobre sus vidas, se les debería escuchar. La idea del tiempo equivalente ha sido cuestionada en relación al ISM, y a la calidad de la relación con el padre.
Muchas personas esperarían, en estos momentos al menos, una mayor “humanidad” de los tribunales de justicia. Muchas mujeres que han recibido una respuesta de los jueces que “no han visto, ni oído” la violencia que existe contra ellas, esperarían que se las visibilizara y contemplaran de una manera más justa, que se las escuche a ellas y a los niños.
También les ayudaría que más personas se manifestaran en esta situación con esa solidaridad que hoy se manifiesta en toda la sociedad por esta pandemia.
En estos momentos de angustia, muchos-as elevan la vista al cielo implorando ayuda, y del cielo también esperan justicia.
( 1 ) Evan Stark. Investigador de EEUU, de reputación internacional en las dimensiones legales, políticas y de salud de la violencia contra la mujer, incluidos sus efectos en los niños. En la actualidad, también consultor de gobiernos de diferentes países y promotor de cambios legislativos.
( 2 ) Lundy Bancroft. Autor de “el maltratador como padre”. Experto reconocido y consultor con amplia experiencia en intervenciones con maltratadores y en el impacto de la violencia en los casos de custodias de menores y tiempo de crianza. https://lundybancroft.com/articles/the-batterer-as-parent/