Hay palabras con un atractivo indudable como la mencionada igualdad, pero también amor, paz, alegría, felicidad, bondad, y tantos otros sustantivos con una carga positiva que constituyen el deseo último de la mayor parte de los seres humanos.
Palabras grandes, sentimientos hermosos. Y luego está el contenido objetivable de dichos conceptos, las explicaciones que distintos individuos ofrecerían a propósito de los mismos y no me refiero, para nada, a la definición académica que sin duda ofrece el diccionario. Y claro, la ley, como pacto social acordado por los ciudadanos hecho de renuncias por todos los implicados y el Estado como garante de la aplicación de la misma tiene que bajar al barro y entrar en contenidos. Y, obviamente, diseñar planes a corto, medio y largo plazo para alcanzar los objetivos. La verdad es que me sentiría absolutamente incapaz al mando de un Ministerio de la Felicidad o de la Bondad, ni siquiera podría enumerar objetivos.
Con el Ministerio para la Igualdad me pasa algo parecido. Aunque, afortunadamente, el hecho de constituir una de las piedras angulares de los principios de la Revolución Francesa, ha generado un espacio de más de 2 siglos de literatura y prácticas de gobierno, de idas y venidas, de experimentos ensayo error y esta herencia es muy valiosa. Hemos contemplado terroríficas políticas de homogeneización social con destrucciones de pueblos que no estaban en su sitio y de personas que tampoco, puesto que no opinaban ni se comportaban como los líderes habían decidido que era correcto, pero también, y es esperanzador, la aparición del concepto de “estado del bienestar” y la asunción del principio de solidaridad del colectivo hacia todos sus integrantes. Y, en realidad, el cometido de un estado democrático (miedo me da utilizar esa palabra), un estado representativo de la voluntad del colectivo, no da para tanto.
Se trata, nada más y nada menos, de garantizar la igualdad de todos los individuos ante la ley, la igualdad de deberes y derechos, o sea, la igualdad de oportunidades. Hay que tener en cuenta que hablamos del presente y de acciones que están por venir, y, como mucho, del pasado reciente, de acciones que quedaron pendientes de solventar. Y, en este punto, nos encontramos de repente inmersos en un revisionismo histórico que persigue castigar actuaciones perfectamente adaptadas al pacto social de la época, tanto legal como de usos y costumbres, utilizando criterios, ejes de coordenadas de tiempos presentes.
Particularmente beligerantes están resultando los líderes de lo que yo denomino NEOFEMINISMO que han trasladado la superada estrategia de lucha de clases decimonónica al proceso de equiparación de las mujeres revindicando una guerra de sexos de forma más o menos explícita. Y esto es un horror y, sobre todo, un gran error: el barco progresista que ansía la equiparación de derechos de los desiguales navega contracorriente y todos los remeros son bienvenidos, tengan el sexo o el sesgo ideológico que tengan. Si quieren remar, a mí me sirven. En este contexto, la hoja de ruta consigue que aparezcan órganos de gobierno testimoniales y vacíos de contenido que funcionan como parte del aparato de propaganda de esta corriente de pensamiento.
Parece ser que tras el “me too” de las americanas y el “yo si te creo” de las españolas, que se ventilaron a gente supuestamente impresentable y prescindible como Plácido Domingo y, a cambio, encumbran a personajes tan notables y útiles para la humanidad como Rocío Carrasco, ahora les toca a los fundadores de la ciencia y la Medicina del siglo XIX, como el ginecólogo Marion Sim. Y, no contentas con ello y tras el éxito obtenido influyendo en Tim Burton para cambiar la estructura y final de Dumbo (los animales no hablan ni beben alcohol y las madres son un amor, también las humanas) la están emprendiendo con Blancanieves y el beso final no consentido. ¿Tendrán idea de que se trata de una fábula intemporal de la tradición oral euroasiática con héroes tanto masculinos como femeninos que habla del rechazo social a los albinos, a los “hijos de la luna”? Sospecho que no.
En cualquier caso y con esta vara de medir, como muy bien argumenta Julia Navarro (léase el artículo del “Beso del Príncipe”) se avecina una censura galopante y una reescritura del pasado que ya presentía Orwell y que igual actualiza la ancestral figura de esos depositarios de la cultura del grupo, de esos “portadores de la memoria” según la UNESCO, esos trovadores occitanos y “griots doma” del África subsahariana, desaparecidos los primeros pero imprescindibles aún los segundos, ambos previos a la escritura y la imprenta que tan enternecedoramente evocan los “hombres libro” en “Farenhait 451” de Ray Bradbury: la temperatura a la que arden los libros. ¡Viva la libertad! La primera piedra angular.
Es Delito de Lesa Humanidad el abuso sobre la niñez, la trata, el proxenetismo y sus consecuencias, como toda violencia de género.
“Las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema, donde lo masculino sigue siendo la ley”. Osvaldo Buscaya
a) {Particularmente beligerantes están resultando los líderes de lo que yo denomino NEOFEMINISMO que han trasladado la superada estrategia de lucha de clases decimonónica al proceso de equiparación de las mujeres revindicando una guerra de sexos de forma más o menos explícita. Y esto es un horror y, sobre todo, un gran error: el barco progresista que ansía la equiparación de derechos de los desiguales navega contracorriente y todos los remeros son bienvenidos, tengan el sexo o el sesgo ideológico que tengan. Si quieren remar, a mí me sirven. En este contexto, la hoja de ruta consigue que aparezcan órganos de gobierno testimoniales y vacíos de contenido que funcionan como parte del aparato de propaganda de esta corriente de pensamiento.}
Pues, ofrecer un historial de la ecuménica perversa transexual civilización patriarcal, acabadamente preciso y sin la menor “laguna”, supondría situarnos desde un principio, en condiciones muy distintas sin el psicoanálisis (Freud). Las crónicas de los críticos de la ecuménica perversa transexual civilización y la cultura suministrados por el abanico de la “izquierda” a la “derecha”, suelen no procurar sino una imagen muy poco fiel del curso de la perversión irresoluble del patriarcado.
b) {Parece ser que tras el “me too” de las americanas y el “yo si te creo” de las españolas, que se ventilaron a gente supuestamente impresentable y prescindible como Plácido Domingo y, a cambio, encumbran a personajes tan notables y útiles para la humanidad como Rocío Carrasco, ahora les toca a los fundadores de la ciencia y la Medicina del siglo XIX, como el ginecólogo Marion Sim. Y, no contentas con ello y tras el éxito obtenido influyendo en Tim Burton para cambiar la estructura y final de Dumbo (los animales no hablan ni beben alcohol y las madres son un amor, también las humanas) la están emprendiendo con Blancanieves y el beso final no consentido. ¿Tendrán idea de que se trata de una fábula intemporal de la tradición oral euroasiática con héroes tanto masculinos como femeninos que habla del rechazo social a los albinos, a los “hijos de la luna”? Sospecho que no.}
Pues, naturalmente, iniciar una relación de igualdad con la mujer, haciendo que el varón se atenga al historial de la civilización y la de su carácter de sometimiento, y abuso sobre lo femenino, sólo conseguiríamos una afirmación de su lugar en el “universo” como destinatario “divino” y elegido, planteándonos enigmas hasta situarnos ante épocas totalmente oscuras faltas de toda aclaración aprovechable. La incapacidad del ecuménico perverso transexual patriarcado para desarrollar una exposición ordenada del recorrido de la civilización en cuanto la misma coincide con su irresoluble perversión y ambigüedad sexual, integra una gran importancia teórica para la ciencia de lo femenino.
Buenos Aires
Argentina
23 de junio de 2021
Osvaldo V. Buscaya (OBya)
(Psicoanalítico)
*Femeninologia
*Ciencia de lo femenino