Defiendo en redes la urgencia de una ley abolicionista y alguien interviene para reprocharme que use la palabra abolicionista, una “jerga” incomprensible, según ella. ¿Qué me está diciendo? ¿que ignora lo que significa abolición? ¿que nunca ha oído hablar de la abolición de la esclavitud, por ejemplo? ¿tampoco sabe que escribiendo en un buscador “abolicionismo de la prostitución” encuentra explicación detallada? (verbi gratia: https://es.wikipedia.org/wiki/Abolicionismo_de_la_prostituci%C3%B3n ).
Y, en caso de duda, bastaría con que se lo preguntara a alguna feminista pues siempre estamos dispuestas a explicar nuestras posiciones y propuestas.
Pero, si lanza el reproche sin acudir a alguna de estas soluciones ¿hemos, por ello, de cuestionar su buena voluntad? Alguien puede objetar: es que ella sí sabe lo que significa abolicionismo, pero piensa que seguramente mucha gente no. Entonces, cabe preguntar: ¿por qué no lo remedia ipso facto poniendo, por ejemplo, el enlace a Wikipedia? O, si cree que la gente es excesivamente torpe como para leer “tal cantidad de palabras” ¿por qué no resume en una breve entrada lo que significa esa reivindicación tan esencial al feminismo?
Me cuesta, pues, creer que su objeción sea bien intencionada.
Esta anécdota sirve para tratar un asunto de mayor enjundia y al que ya hemos aludido en varias ocasiones: el feminismo puede despuntar en cada una de nosotras a partir de un sentimiento de injusticia o de rebeldía. Pero ¿llamamos “feminismo” a esa simple emoción? Quizá es un germen, pero el feminismo no es una simple disconformidad emotiva. El feminismo es un movimiento político y social, una teoría política y una perspectiva filosófica. Exige, pues, además de una actitud vital personal, un cierto conocimiento, una asunción de sus principales postulados y una conciencia colectiva.
O sea, dicho en modo breve, pero rotundo: exige tener, al menos, un cierto interés por conocer los principales pilares sobre los que se asienta y cuáles son sus reivindicaciones básicas.
Igual que quien desea sacar el carnet de conducir aprende las normas y señales de tráfico con su correspondiente vocabulario ¿o se va a negar alegando que contramano, por ejemplo, es una jerga?
O igual que una persona interesada por el fútbol conoce sus reglas básicas y sabe qué significa fuera de juego, córner o penalti.
Pues parece, sin embargo, que cualquiera puede presumir de feminista sin molestarse ni siquiera en averiguar cuáles son los fundamentos del feminismo, su razón de ser, sus objetivos globales… Y, ojo, para adquirir ese saber no es necesario haber estudiado filosofía, ciencias políticas, historia, sociología. Basta con informarse y formarse.
Ejemplo ilustrativo de incuria mental: una tal Ángela Rodríguez -“Pam” para los amigos- que actualmente es, nada menos que Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género de España, se proclama feminista al tiempo que defiende la prostitución y el porno…
Es más: coloca su ser feminista al mismo nivel que su ser bisexual… Ya con eso, dice bastante: a saber, que su ideología nos ha de importar tanto como su orientación sexual… Asombroso, en verdad, pues lo primero es crucial y de interés público -dado su cargo- y lo segundo solo le interesa a quien pretenda tener relaciones sexuales con ella… No contenta con tal desmelene, el tuit que tiene fijado dice textualmente: “Los derechos de las personas trans son derechos humanos. No hay debate, solo más formas de discriminación”.
Lo cual evidencia que no se ha leído la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es más, que ni siquiera sospecha de qué trata la tal declaración pues ignora algo tan básico como que cualquier humano tiene derecho a ser respetado, pero no a que sus creencias y deseos se conviertan en leyes…
Claro que Pam tiene una larga trayectoria de tuits memorables.
El del 12 de octubre, por ejemplo, no tenía desperdicio: “Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra. Que es cada vez más feminista, libre y diversa. Que viva ese país de países, el de todos los días, de la pública, de las médicas, las profes, las abuelas. De la fraternidad y la ternura. ¡Viva!”
Os aseguro que no invento nada, es textual, sí, sí, textual.
Y no sé qué es peor: pensar que es astuta, pero cree que las demás somos tontas y nos vamos a tragar el batiburrillo de feminismos diversos, guays, libres, alocados, de abuelas, médicas, pública (¿?) cocinado con tintes patrióticos y tiernos o pensar que ella es así, tal cual la muestra el tuit. No sé, no sé cuál de estas dos opciones me deprime más.
Recuerdo la vergüenza que me daba Fátima Báñez, exministra de trabajo, cuando, ante el problema del paro, invocaba a la Virgen…
Pues la vergüenza que me da la Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género de España no le va a la zaga…