“Primero soy escritora y después mujer” – Katherine Mansfield.
Noticia estupenda, Clara Janés ha sido la última escritora en ocupar un sillón en La Real Academia de la Lengua, el que dejó vacante Eduardo García de Enterría, y es mujer. Sí, hay que destacarlo con letras mayúsculas. ES UNA MUJER, porque aquí también llega la desproporción entre hombres y mujeres ocupando cargos. Y tras la estupenda noticia se queda una pensando, ¿solo 7? ¿ En 300 años?. La cara de mis hijas era un claro ejemplo de lo que acababan de escuchar y su perplejidad iba en aumento a medida que lo iban procesando en sus jóvenes cabezas.
Clara Janés es la décima mujer en la RAE en 300 años. Poetisa, ensayista, novelista, traductora y difusora de obras de autores orientales.
Clara Janés es la décima mujer en la RAE en 300 años.
En la academia hay 46 sillones y sólo 6 mujeres, ahora 7, tras la muerte de Ana María Matute, forman parte de ella: Carmen Iglesias, Margarita Salas, Inés Fernández Ordóñez, Soledad Puértolas, Carmen Riera y Aurora Egido. Y, por supuesto, ahora también Clara Janés.
Ya va siendo hora de destacar, de hacer hincapié en que si queremos acabar con la desigualdad y la brecha que tenemos aún con la discriminación femenina, en este caso literaria, lo visibilicemos y pongamos medios. 300 años que se dice pronto. Con Clara se refuerza el número de poetas, y como ella misma dice, “con la poesía vas directamente a la esencia de las cosas, sin rodeos”.
El grupo de mujeres académicas se reúnen a menudo para comer, asistir a las comisiones, ponerse al día, y comentar sus proyectos, innovaciones y por supuesto esta evidente desigualdad. Afirman que, aunque despacio, algo se está moviendo, y progresan adecuadamente en el costoso camino hacia la igualdad; aun así, la academia tiene un tufillo conservador bastante grande. A pesar del escaso número de académicas, la RAE está llena de otras mujeres: las lexicógrafas, la bibliotecaria, la directora del gabinete de dirección y demás personal. Pero la evidencia es la evidencia, siete frente a treinta y siete hombres, porque actualmente hay dos vacantes. Esperemos que poco a poco se conciencien y aunque ellas no lo reivindican a gritos, tampoco se callan, y es un tema que está encima de la mesa y a ello se están dedicando muy seriamente. Esperemos que poco a poco esta tendencia vaya cambiando y no tengamos que volver a hablar de ello en estos términos, sino exclusivamente de sus logros y creaciones literarias…
A pesar del escaso número de académicas, la RAE está lleno de otras mujeres, las lexicógrafas, la bibliotecaria, la directora del gabinete de dirección y demás personal.
Todas ellas, reconocen que en sus carreras han sufrido zancadillas y discriminaciones. En la sociedad y en los catedráticos, según ellas, existe un recelo que hay que erradicar por completo, y añaden que a los hombres, por costumbre y tradición cultural les gusta ver a las mujeres más como musas que como compañeras. Se vuelve a repetir el tema cultural como la raíz de cualquier tipo de machismo desde el principio de los tiempos, del patriarcado y cómo ha afectado a todos los colectivos, incluído el del mundo de la literatura.
Haciendo memoria, hasta en tres ocasiones rechazaron a Emilia Pardo Bazán, y no voy a nombrar las barbaridades que esgrimieron los catedráticos para justificar este rechazo. Más adelante también fue notable la pérdida de María Moliner, frente a un oponente bastante menos transcendente. Hablamos ya de 1972. Y después de la Constitución de 1978, ya tocaba elegir una mujer, y se presentaron Rosa Chacel, Carmen Guirado y Carmen Conde, fue ésta última la que rompió con la “pequeña resistencia” de los académicos a compartir con colegas femeninas.
Como anécdota, durante el reinado de Carlos III, María Isidra de Guzmán y de La Cerda, leyó un discurso titulado “Poesía ante el tiempo y la inmortalidad”, donde reivindicó esta discriminación literaria impuesta y agradeció el gesto de dejarla leer el manifiesto. Eso sí, tras leerlo, el rey amablemente le instó a que se marchara.
Nuestros hijos deben ver ejemplos en todos los colectivos de nuestra sociedad, la coeducación es fundamental si queremos llegar a ser de verdad iguales en todos los ámbitos, y que escribamos de nuestros escritores por sus obras y trabajos, y no por la discriminación y falta de proporcionalidad que aún existe en nuestro mundo de las letras.
Y como dijo Indira Gandhi “No se le puede dar la mano a quien tiene el puño cerrado”. Esperemos que ese puño se vaya abriendo en lo sucesivo en un amplio abanico de pluralidad, creatividad y sentido común.