Chicle de papeleta electoral: una realidad intragable

Teresa Sánchez Vales
Teresa Sánchez Vales
Licenciada en Derecho por la UCM y experta en Recursos Humanos. Coordina grupos de lectura para personas ciegas y ocupa cargos de responsabilidad ejecutiva en asociaciones.
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Próximo el 26 de Junio, y masticando un chicle con sabor a papeleta del congreso, reparo en varias noticias que me van a dejar mal sabor de boca, pese al chicle y al potente ambientador que he colgado junto a los emisores de noticias que tengo desperdigados por la casa.
Anoche, una radio pequeñita y analógica, que siempre tengo sobre la mesilla de noche, me contó lo del ministro del interior que se ha descubierto ante los ciudadanos, usando las estructuras del estado para buscar escándalos con los que disparar a sus adversarios políticos.
Apenas anteayer, la tele grande del salón me mostró lo de Monedero reclamando para un hipotético gobierno de Podemos, la facultad de ordenar a la policía detener a los corruptos.

La verdad es que me inquietan estos personajes que se diluyen en el simplismo  de quienes creen que el poder es suyo y absoluto, o lo será cuando lo toquen.

Pero también me inquietan las mujeres jóvenes y bienintencionadas de los círculos cerrados sobre abundante morado, que dan por cumplida su misión feminista con un par (de gestos), y que se disponen a cambiar el país,- según anunciaron en uno de los primeros actos electorales de esta campaña-, sin haberle hincado el diente al cambio para su propia condición de mujeres de su tiempo.

También me inquietan las mujeres jóvenes y bienintencionadas de los círculos cerrados sobre abundante morado, que dan por cumplida su misión feminista con un par (de gestos).

Esta mañana en la pantalla del ordenador, escucho a Colau contar una lamentable anécdota en la que juristas progresistas, pasados de alcohol, le proponen sexo;- porque “está muy buena”-,  precisamente en ese  escenario de “mujeres dispuestas a cambiar el país”.
Pienso entonces en mujeres; en el género de mujeres en minoría en los centros neurálgicos del poder, en mujeres que ganan menos que los hombres, en mujeres que no están en los consejos de Administración del IBEX 35, en mujeres que en su propia piel, o en la de otra mujer, serán ninguneadas por serlo; excluidas de cualquier posibilidad de estar o crecer, si en los juegos de intereses políticos de los partidos, se impone cualquier otra conveniencia.

Desde las estructuras de poder, se pensará en las decisiones políticamente convenientes (…)  pero no se dará el puesto a una mujer, aunque esté igualmente preparada para desempeñar su tarea, y aunque esté infrarrepresentada.

Y concluyo, que si hay pactos, -que tendrá que haberlos-, veremos cómo se juegan las partidas, y veremos que en ellas, nadie se va a batir el cobre porque el puesto en liza, (sea el que sea), le sea dado a una mujer. Desde las estructuras de poder, se pensará en las decisiones políticamente convenientes, o en las prevalencias de los partidos en confluencia; y sobre estas bases, habrá que darle un puesto a fulano, o a mengano, que representan a tal o a cual grupo, o a tal  corriente ideológica; pero no se dará el puesto a una mujer, aunque esté igualmente preparada para desempeñar su tarea, y aunque esté infrarrepresentada.

La condición de mujer no genera fuerza en el interior de los partidos ni en el meollo de las negociaciones, especialmente en los partidos jóvenes, que creen haber superado los obstáculos de género y que sin más trámite, se disponen a “cambiar el país”.

Y el país cambiará si tiene que cambiar, pero no cambiará la percepción social respecto de las mujeres, que, si están buenas, seguirán siendo en el inconsciente colectivo un medio para la satisfacción sexual de los varones (aunque las mujeres sean alcaldesas de una de las ciudades más grandes de España), y, lo que es peor, seguirán siendo asesinadas, en su propia piel o en la de otras mujeres, unas sesenta veces al año, por su parejas, ex parejas o compañeros sentimentales. Seguirán estando  infrarrepresentadas,  ganarán menos,  serán objeto de trata,.. y una larga lista concentrada en un triste etcétera que desgarra el alma.

Y ellas; las de los círculos, ¡quizá creerán que están cambiando el país! Pero se equivocan.

Por si quieren las mujeres jóvenes de los círculos cerrados sobre abundante morado, tengo unas cuantas amigas, que están en los gestos y las asociaciones feministas desde hace muchos años, que han gobernado, que también son progresistas, que evalúan el impacto de género en cada norma, que saben, tras años de luchas y de gestos, que el verdadero cambio de un país implica  necesariamente recorrer la senda del genero. Y tienen abiertas de par en par, las puertas de sus asociaciones, fundaciones y otras entidades, que- por cierto-, allanaron los caminos de tal modo, que ahora a algunas les cuesta admitir que sigue habiendo desigualdades y problemas que afectan exclusivamente a las mujeres por el solo hecho de serlo.
Yo sigo mascando chicle con sabor a papeleta del congreso, hago pompas que me explotan en los mismos labios y vuelvo a masticar una realidad intragable.

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