Desde hace casi una década se han sucedido los estudios sobre la llamada memoria histórica, aunque ésta ha sido fruto de la lucha de muchas personas que, desde la misma dictadura, combatieron el Franquismo y no permitieron que se olvidasen todas las personas asesinadas por el Régimen de Franco. Uno de los nombres que resuenan con fuerza en la mente de los aragoneses y las aragonesas es el de María Domínguez, la primera mujer alcaldesa de España, por el PSOE, en Gallur (Zaragoza).
María no es sólo una de las muchas mujeres que fueron pioneras de la lucha política de la primera mitad del siglo XX, fue también un paradigma de la llamada nueva mujer.
Recordar hoy a María Domínguez es, parafraseando a Neruda, un deber de España, un deber de amor. María no es sólo una de las muchas mujeres que fueron pioneras de la lucha política de la primera mitad del siglo XX, fue también un paradigma de la llamada nueva mujer, aquella que rompió con todos los estereotipos de la época y que constituyó uno de los mejores referentes del empoderamiento femenino, pues aunque la II República trajo consigo fuertes esperanzas para las mujeres, todavía hablamos de una sociedad profundamente machista y patriarcal.
María Domínguez nació en Pozuelo de Aragón en 1882, aunque pasó buena parte de su vida en Gallur, y desde muy joven comenzó a estudiar e instruirse en el saber. Fue autodidacta, maestra, poetisa, conferenciante, periodista y política. Una mujer excepcional. Una pionera. Una luchadora.
Se casó siendo casi una niña y sufrió los más duros episodios de violencia machista, hasta que decidió abandonar su casa y marcharse de su pueblo. Una dura enfermedad diezmaba sus fuerzas, aunque siempre la venció con tesón y pundonor. Compatibilizó sus estudios con su trabajo. En Navarra ejerció como maestra, aunque todavía no tenía el título oficial, y también contribuyó a la instrucción y formación de las personas más desfavorecidas.
Ideológicamente comenzó siendo una republicana convencida. Escribió en el periódico republicano Ideal de Aragón y trabajó sirviendo en casa del suegro del político republicano Venancio Sarría, aunque pronto sus posturas se inclinarían más acentuadamente hacia el socialismo, llegando a escribir también en el periódico socialista más importante del momento, Vida Nueva. Citando al historiador Carlos Forcadell, “En esta época el partido que no tenía un periódico no era partido”.
En Gallur se le reconoció su labor en beneficio de las personas más desfavorecidas. Tras el fracaso del ayuntamiento elegido en los comicios de 1931 a partir del verano de 1932, María Domínguez asumió la alcaldía de su municipio, convirtiéndose en la primera mujer alcaldesa de España, con un programa y una corporación municipal socialistas.
Desde la alcaldía puso en marcha medidas muy importantes: aplicó la legislación laboral de la II República, creó bolsas de trabajo para reducir los dramáticos niveles de desempleo del medio rural, constituyó una escuela unitaria de niños y niñas, ofreció subvenciones a maestros y maestras para que contrataran limpiadoras y librar así a los niños y las niñas de que tuvieran que limpiar ellos y ellas, aprobó una subvención de sacos de carbón para que los niños y las niñas no tuvieran que llevarlos de sus casas a la escuela y aprobó el blanqueo de las escuelas para que estuvieran más dignas. María fue alcaldesa de Gallur durante dos años y pese al reconocimiento que hoy hacemos de su labor, ella afirmó haber salido descontenta de su responsabilidad política.
Se dedicó a la literatura y a la lucha por la plena igualdad de las mujeres.
A partir de este momento se dedicó a la literatura y a la lucha por la plena igualdad de las mujeres. En 1934 la Editorial progresista Castro de Madrid publicó su obra Opiniones de Mujeres, en la que se recogen cuatro conferencias: Feminismo, La mujer en el pasado, el presente y en el porvenir, El socialismo y la mujer y Costa y la República. Fue una luchadora de la causa feminista, y como ella misma afirmara, “Sólo una constante labor de propaganda feminista puede llevar a buen término el proyecto de conseguir la igualdad entre sexos”.
Hoy es un deber democrático y cívico recordarla, homenajearla y poner en valor su notable aportación en múltiples ámbitos de nuestra vida.
El final de su vida fue mucho menos digno que toda ella. Fue fusilada en Fuendejalón unos días después de haber sido fusilado su marido, Arturo Romanos, también militante socialista y vecino de Gallur, en Tabuenca. Sus fosas y sus nombres acabaron en el mismo lugar: la cuneta del olvido.
Hoy es un deber democrático y cívico recordarla, homenajearla y poner en valor su notable aportación en múltiples ámbitos de nuestra vida. Recordando a personas como María hacemos memoria por quienes ya no están, pero también por quienes tienen que venir.