Según un estudio publicado por la Brigham Young University en Utah (Estados Unidos), la cultura de las princesas Disney magnifica los estereotipos sexistas en las chicas más jóvenes y niñas.
Los padres y madres suelen tener cuidado con lo que los menores ven en la televisión o en internet, y en muchas ocasiones hacen uso de calificaciones para elegir una película u otra. Sin embargo, más allá de «ratings», hay marcas que pueden valer más que cualquier valoración, y este es el caso de Disney. Aclamadas por adultos y menores por igual, las películas de animación de «princesas Disney» son la quintaesencia de muchas familias para entretenerse, considerando estos films positivos y agradables.
Sin embargo, la investigación que ha dirigido Sarah M. Coyne en torno a vida familiar y estereotipos sexistas, publicada en la universidad de Utah, muestra que la identificación con la cultura de las princesas Disney no es tan inofensiva como se suele creer, y que puede influir de manera negativa especialmente en menores preescolares, más susceptibles a los estereotipos sexistas. Según revela el estudio, los estereotipos asumidos no son, en sí mismos, malos de primeras, pero resultan especialmente decisivos para las mujeres jóvenes a largo plazo, a medida que avanza su infancia.
«Creo que los padres y madres piensan que los modelos de las princesas Disney son seguros. Esa es la palabra que escucho una y otra vez, que es seguro«, afirma Coyne. «Pero si realmente nos lanzamos a defender estos modelos y los tomamos como referente, me gustaría sugerirles a padres y madres que consideren en impacto a largo plazo que ejercen en los menores».
El estudio, publicado en Child Development, incluyó el estudio como 198 menores en edad preescolar y ha evaluado cuánto asumen e interactúan con la cultura de las princesas Disney, es decir, ver películas, jugar con sus juguetes, disfrazarse…

Para evaluar cómo actúan estos modelos y su relación con los estereotipos sexista de género, el estudio utilizó una actividad de interactividad donde los menores ordenaban y clasificaban sus juguetes favoritos en base a «juguetes de niñas» (muñecas, juegos de té…), «juguetes de niños» (muñecos de acción, juegos de herramientas…) y «juguetes de género neutro» (rompecabezas, puzzles, pintar…).
En la investigación se descubrió que el 96% de las niñas y el 87% de los niños habían visto películas de Princesas Disney; así, mientras que más del 61% de las niñas jugaban con juguetes de princesa al menos una vez a la semana, sólo el 4% de los niños hacían lo mismo.
El estudio busca revelar también lo peligroso de estos estereotipos, ya que si las niñas aprenden que ciertos comportamientos son propiamente «de niñas» o «femeninos», es más probable que eviten ciertas experiencias, aprendizaje, formación, metas o que crean que las oportunidades son diferentes para ellas por ser mujeres.
«Sabemos que las niñas que crecen aprendiendo estos estereotipos de género femenino sienten que no pueden hacer algunas cosas», dice Coyne. «No están tan seguras de que puedan ser buenas en matemáticas y ciencia. No les gusta ensuciarse, por lo que son menos propensas a tratar de experimentar con cosas».


El resultado en niños incluía asumir estos estereotipos de otra forma: ellos tenían más autoestima sobre sí mismos y su cuerpo, y se sentían más útiles y capaces. En los roles aprendidos, las princesas eran el contrapeso que necesita el superhéroe hipermasculino, asumiendo un rol tradicional de masculinidad.
En cuanto a su cuerpo, las niñas asumían modelos ideales de delgadez que, como señala Coyne, «reproducen para el resto de su vida. Lo que hace que las adolescentes y mujeres se obsesionen con su cuerpo, comienza a los 3 y 4 años».
Coyne sugiere un rol más activo por parte de los progenitores: «No se trata sólo de no ver cine Disney, sino de enseñar a los niños y niñas a que lo que están viendo, tiene un mensaje claro, que sean más críticos. Señalando los aspectos positivos y negativos de lo que se está viendo puede ayudar a que los menores sean más conscientes de qué es lo que están consumiendo».
Coyne ha hecho esto mismo con su hija:
«Me encantó encontrarme con princesas que no cumplían los estereotipos de género, como Merida, de «Brave». Llevé a mi hija a verla, y tras la película tuvimos una larga conversación sobre qué fuerte, valiente e independiente era. Y después, en el «merchandising» Disney la adelgaza, la hipersexualiza, le quita su arco y sus flechas y la maquilla, es decir, la «feminiza». Así que cuando estábamos en el supermercado y vimos esta «nueva Merida» en los paquetes promocionales de comida, le señalé a mi hija la diferencia que había y mantuvimos una conversación sobre esto. Y ahora cuando vamos a comprar, lo mira y ella misma dice: «Esa no es la verdadera Merida, no la voy a comprar».
Sin embargo, la investigación que ha dirigido Sarah M. Coyne en torno a vida familiar y estereotipos sexistas, publicada en la universidad de Utah, muestra que la identificación con la cultura de las princesas Disney no es tan inofensiva como se suele creer, y que puede influir de manera negativa especialmente en menores preescolares, más susceptibles a los estereotipos sexistas. Según revela el estudio, los estereotipos asumidos no son, en sí mismos, malos de primeras, pero resultan especialmente decisivos para las mujeres jóvenes a largo plazo, a medida que avanza su infancia.
«Creo que los padres y madres piensan que los modelos de las princesas Disney son seguros. Esa es la palabra que escucho una y otra vez, que es seguro«, afirma Coyne. «Pero si realmente nos lanzamos a defender estos modelos y los tomamos como referente, me gustaría sugerirles a padres y madres que consideren en impacto a largo plazo que ejercen en los menores».
El estudio, publicado en Child Development, incluyó el estudio como 198 menores en edad preescolar y ha evaluado cuánto asumen e interactúan con la cultura de las princesas Disney, es decir, ver películas, jugar con sus juguetes, disfrazarse…

Para evaluar cómo actúan estos modelos y su relación con los estereotipos sexista de género, el estudio utilizó una actividad de interactividad donde los menores ordenaban y clasificaban sus juguetes favoritos en base a «juguetes de niñas» (muñecas, juegos de té…), «juguetes de niños» (muñecos de acción, juegos de herramientas…) y «juguetes de género neutro» (rompecabezas, puzzles, pintar…).
En la investigación se descubrió que el 96% de las niñas y el 87% de los niños habían visto películas de Princesas Disney; así, mientras que más del 61% de las niñas jugaban con juguetes de princesa al menos una vez a la semana, sólo el 4% de los niños hacían lo mismo.
El estudio busca revelar también lo peligroso de estos estereotipos, ya que si las niñas aprenden que ciertos comportamientos son propiamente «de niñas» o «femeninos», es más probable que eviten ciertas experiencias, aprendizaje, formación, metas o que crean que las oportunidades son diferentes para ellas por ser mujeres.
«Sabemos que las niñas que crecen aprendiendo estos estereotipos de género femenino sienten que no pueden hacer algunas cosas», dice Coyne. «No están tan seguras de que puedan ser buenas en matemáticas y ciencia. No les gusta ensuciarse, por lo que son menos propensas a tratar de experimentar con cosas».


El resultado en niños incluía asumir estos estereotipos de otra forma: ellos tenían más autoestima sobre sí mismos y su cuerpo, y se sentían más útiles y capaces. En los roles aprendidos, las princesas eran el contrapeso que necesita el superhéroe hipermasculino, asumiendo un rol tradicional de masculinidad.
En cuanto a su cuerpo, las niñas asumían modelos ideales de delgadez que, como señala Coyne, «reproducen para el resto de su vida. Lo que hace que las adolescentes y mujeres se obsesionen con su cuerpo, comienza a los 3 y 4 años».
Coyne sugiere un rol más activo por parte de los progenitores: «No se trata sólo de no ver cine Disney, sino de enseñar a los niños y niñas a que lo que están viendo, tiene un mensaje claro, que sean más críticos. Señalando los aspectos positivos y negativos de lo que se está viendo puede ayudar a que los menores sean más conscientes de qué es lo que están consumiendo».
Coyne ha hecho esto mismo con su hija:

Coyne no está sola en esta idea. En 2013, una petición en Change.org de una chica de Mighty consiguió más de 260.000 seguidores pidiendo #KeepMeridaBrave (manten a Merida valiente).