La revalorización y la visibilidad de las mujeres es uno de los grandes retos del feminismo, fundamentales para potenciar el empoderamiento de niñas y mujeres. No son pocos los obstáculos a los que nos tenemos que enfrentar. El patriarcado es el sistema más perverso y robusto de toda la humanidad. El discurso ha sido una de las grandes batallas que hemos tenido, y tenemos, que pelear las mujeres, no sólo porque nos invisibiliza sino por la vileza con la que intentar contrariar cualquier discurso feminista.
Cuando surgen debates que nos afectan directamente a las mujeres, siempre aparece algún (y especifico ALGÚN, del masculino singular) adalid de la ortodoxia que dice la frase matriz: Las mujeres sois vuestras peores enemigas. También puede darse la casualidad de que haya dos adalides, y entonces ocurre el milagro: No os ponéis de acuerdo ni entre vosotras (Ay, Clara Campoamor).
¿Por qué se percibe a las mujeres como un colectivo que tiene que pensar, sentir y actuar del mismo modo y a los hombres como sujetos individuales con pensamiento, sentir y modo de actuar propio?
Cuando dos hombres discrepan sobre cualquier asunto a nadie se le ocurre poner el grito en el cielo ante la inminente autodestrucción del género masculino. Entiéndase la ironía. Tampoco a nadie se le ocurre decir Los hombres sois vuestros peores enemigos, cuando existen diferencias entre ellos. Estamos ante la cosificación de las mujeres llevada a su máxima expresión. No somos ni siquiera seres racionales, como un colectivo.
Durante mucho tiempo tuve que escuchar: Hay muchas mujeres que no son feministas. Sí, ¿y qué? Yo lo que quiero es que las mujeres vivamos en sociedades igualitarias, donde la violencia contra nosotras no tenga cabida. Quiero que cobremos lo mismo y cuidemos lo mismo. Quiero que a ninguna mujer de mi edad le pregunten si piensa ser madre en una entrevista de trabajo, para decidir si la contratan o no. Quiero abolir la mutilación, la trata, la prostitución y toda manifestación de violencia machista. Y quiero que todas las mujeres, las feministas y las que no lo son, tengan una vida plena, feliz y que se puedan desarrollar en igualdad de oportunidades. Efectivamente hay mujeres que dicen no ser feministas y, precisamente, para eso existe el feminismo: para que ninguna mujer tenga que ser nada que no quiera ser.
No somos un colectivo, somos la mitad de la humanidad.
Las mujeres somos diversas. Podemos debatir, discrepar, llegar a acuerdos, no llegar… vamos, como los hombres de toda la vida. No somos un colectivo, somos la mitad de la humanidad. No necesitamos tutelajes. De hecho, Mujeres del mundo, DISCREPAD.