Nettie María Stevens (Cavendish (Vermont), 7 de julio de 1861-4 de mayo de 1912) fue una genetista estadounidense. Ella y Edmund Beecher Wilson fueron los primeros investigadores en describir las bases cromosómicas del sexo. Amplió exitosamente los campos de la embriología y la citogenética.
Nettie Stevens nació en Cavendish, hija de Julia Adams y Efraïm Stevens. Fue la tercera de cuatro hermanos: dos chicos, que murieron siendo muy pequeños, antes de su nacimiento, y una chica, Emma.
En Westford, Nettie asistió a una escuela pública donde descubrió sus capacidades intelectuales rápidamente. Después de graduarse, se vio obligada a trabajar para ganarse la vida, de maestra de escuela y de bibliotecaria, y como tenía interés por continuar estudiando para poder dedicarse a la investigación, estuvo esos años ahorrando dinero para poder acceder a la Universidad.
No pudo volver a estudiar hasta 1896 cuando, con 35 años se matriculó en la Universidad de Stanford donde completó su licenciatura en 1899, en el año 1900 completó los estudios de maestría y llevó a cabo su tesis doctoral «Studies on Ciliate Infusoria», que fue su primer trabajo publicado.
Con una beca por su alto nivel de investigación, viajó a Europa entre 1901 y 1902, para ampliar su experiencia investigadora; trabajó intensamente en la Estación de Zoología de Nápoles y, además, pasó un tiempo en el Instituto de Zoología de la Universidad de Würzburg, en el laboratorio de Theodor Boveri; centro al que volvió en 1908 y permaneció durante un año. Boveri estaba investigando el problema del papel de los cromosomas en la herencia y, probablemente, fue allí donde Stevens desarrolló un profundo interés en la materia.
Sus investigaciones
Según la historiadora de la biología Jane Maienschein, a principios del siglo XIX los biólogos evolucionistas y filósofos habían propuesto cientos de teorías sobre la determinación del sexo. En la época de las investigaciones de la Nettie Stevens, tres eran las hipótesis principales para describir la forma en que un individuo se convierte en macho o hembra:
- que dependía de los factores externos durante el desarrollo,
- que el sexo se determinaba internamente, específicamente a través del huevo,
- o bien que eran los factores hereditarios lo que influían en su determinación.
En los años alrededor del cambio del siglo XIX al XX, los investigadores estaban explorando la relación existente entre los cromosomas y la herencia. Aunque el comportamiento de los cromosomas ya se había descrito y explicado, las especulaciones sobre su vínculo con el herencia mendeliana todavía permanecía sin confirmación experimental. Existían sospechas de que la herencia del sexo podría estar relacionada a cromosomas morfológicamente diferentes, lo que insinuaba la posibilidad de conectar un rasgo particular con un cromosoma específico.
El interés de Stevens por el problema de cómo se determina el sexo y su relación con los cromosomas había empezado a cobrar forma en su mente alrededor de 1903. Prueba de ello es que en este año pidió una beca de investigación y en la solicitud indicaba su interés en los problemas citológicos de la herencia y sus relaciones con la genética mendeliana. De hecho, la beca le fue concedida para investigar en concreto problemas relacionados con la determinación del sexo.
En 1905 publicó su trascendente trabajo titulado Studies in Spermatogenesis with Special Reference to the «Accessory Chromosome», resultado de una investigación en el escarabajo Tenebrio molitor. Sus pesquisas la llevaron a estudiar la diferenciación celular en embriones y luego en el análisis de los cromosomas. Observando estos últimos, la científica constató, en primer lugar, que los cromosomas existen como estructuras parejas en las células, en vez de largos bucles o hilos como muchos todavía sostenían, dando fin así a un largo debate.
Stevens comprobó que las células somáticas de la hembra contenían 20 cromosomas grandes, es decir, diez parejas mayores, mientras que las masculinas tenían 19 grandes y 1 pequeña, es decir, 9 parejas de cromosomas grandes y una constituida por un grande y otro pequeño. La investigadora llegó a la conclusión de que los espermatozoides que poseían un cromosoma pequeño eran los que determinaban el sexo masculino, y aquellos que tenían los diez cromosomas del mismo tamaño determinaban el sexo femenino.
En otras palabras, considerando que en la terminología moderna el cromosoma pequeño se llama Y, mientras que su pareja homóloga llama X.
Nettie Stevens descubrió que el sexo está determinado por una única diferencia entre dos clases de espermatozoides: los que poseen el cromosoma X y los que poseen el cromosoma Y.
Nettie Stevens descubrió que el sexo está determinado por una única diferencia entre dos clases de espermatozoides: los que poseen el cromosoma X y los que poseen el cromosoma Y. En sus artículos, que eran dos monografías de 75 páginas, Stevens concluía correctamente que un óvulo fecundado por un espermatozoide portador de X producía una hembra y, por el contrario, si el espermatozoide llevaba el cromosoma Y, daría lugar a un macho.
La historia la situó en un segundo plano, como «asistente»
El ya prestigioso biólogo EB Wilson, estaba realizando sus propias investigaciones sobre la determinación del sexo, al tiempo que lo hacía Stevens, e incluso publicó en 1905 sus resultados, que coincidían con los obtenidos por la científica. El eco provocado por ambos trabajos fue muy fuerte, ya que no solamente se terminaba con un largo debate sobre si el sexo era el resultado de la herencia o de la influencia del ambiente en que se desarrollaba el embrión, sino que se ponía de manifiesto el primer vínculo real e indiscutible entre los caracteres hereditarios y los cromosomas.
Siempre se le atribuye a Stevens un papel secundario, como de asistente de Wilson y por eso muchos libros de texto le atribuyen a él los resultados, tan solo por el hecho de que era un investigador más reconocido.
Con frecuencia se ha otorgado a Wilson el mérito de este descubrimiento, pero son numerosos los expertos en el tema que ponen en duda actualmente que los hechos fueran esos. Si bien Wilson publicó resultados similares a los de Stevens, aunque obtenidos con otros insectos, en el artículo de dos páginas escrito a la revista Science, el autor dice que sus hallazgos «concuerdan con las observaciones de Stevens en el escarabajo Tenebrio». Esto refleja que Wilson era conocedor del trabajo de Stevens y que reconocía su prioridad. Parece pues innegable que los dos científicos llegaron a la misma conclusión de forma casi simultánea pero con total independencia.
A pesar de ello siempre se le atribuye a Stevens un papel secundario, como de asistente de Wilson y por eso muchos libros de texto le atribuyen a él los resultados, tan solo por el hecho de que era un investigador más reconocido. Incluso se ha llegado a atribuir el descubrimiento en Thomas Hunt Morgan, sobre todo después de que fue reconocido con el Premio Nobel.
Murió el 4 de mayo de 1912 en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore a causa de un cáncer de mama, antes de que pudiera beneficiarse de la cátedra de investigadora creada expresamente para ella porque se dedicara tan solo a hacer investigación en el Byrnes Mawr College ni trabajar en el Cold Spring Harbor Laboratory.
Está enterrada en el cementerio de Westfield (Massachusetts), junto a su padre Ephraim y de su hermana Emma.
En 1994 se la incluyó en la National Women’s Hall of Fame.