El informe «Ninis en América Latina 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades» realizado por Rafael de Hoyos, Halsey Rogers, Miguel Székely desvela que casi el 60% de los ninis de América Latina provienen de hogares pobres o vulnerables localizados en el 40% inferior de la distribución del ingreso, y que el 66% de los ninis son mujeres.
Este desequilibro, junto con el efecto negativo de largo plazo que el ser nini tiene sobre el desempeño en el mercado laboral, tiende a perpetuar la transmisión de la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, obstruyendo la movilidad social y la reducción de la pobreza en la región.
En el capítulo de conclusiones y recomendaciones se muestra en el marco de la dimensión de género que el crecimiento del empleo entre las mujeres
«está relacionado con una mayor proporción de ninis hombres. De aquí se desprende que el aumento en la empleabilidad de las mujeres puede tener un efecto de “desplazamiento” entre los hombres jóvenes, ya sea porque genera más competencia por un número limitado de puestos de trabajo o porque reduce los salarios generales en el mercado laboral».
Cuando se desglosan por sexo los datos regionales promedio para las cohortes nacidas entre los periodos de 1983 a 1985 y de 1993 a 1995, encontramos que el aumento en el índice de matriculación escolar es casi el mismo para los hombres que para las mujeres: hay una diferencia de sólo un 5% desde los 12 años de edad que prevalece hasta los 18. Por lo tanto, además de aumentar el acceso a la educación, al parecer el aumento fue similar para ambos sexos durante el periodo de 10 años comprendido entre ambas cohortes.
Sin embargo, los índices de participación en el mercado laboral son muy
distintos para ambos sexos, en varios sentidos. En primer lugar, la proporción de hombres en el mercado laboral es significativamente mayor al de las mujeres en ambas cohortes. En segundo lugar, y quizás lo más importante, el descenso en la tasa de empleo en la cohorte más joven es más pronunciado en los hombres: la generación más joven tiene una tasa de empleo 4% menor que la cohorte más vieja.
Para las mujeres la tasa de empleo es menor en la cohorte más joven, sin embargo, la brecha entre las dos cohortes es mucho más pequeña y desaparece por completo a los 18
años. Es decir, entre las mujeres hay una tendencia a permanecer más tiempo
en la escuela sin que se haya dificultado el ingreso al mercado laboral.
Las diferencias en los índices de participación laboral afectan directamente la proporción de ninis en ambos grupos. Mientras que en los hombres el índice de ninis desciende apenas ligeramente en las dos cohortes, debido a la combinación de más individuos en la escuela, pero menos en el trabajo, en las mujeres el descenso del índice de ninis es más pronunciado porque hay más mujeres que asisten a la escuela y el porcentaje de las cohortes que trabaja es relativamente estable.
Un buen ejemplo de esta dinámica en las mujeres lo encontramos a la edad de 18 años, cuando la proporción de las mujeres jóvenes nini a esta edad es de un 10% menos
para la cohorte más joven con respecto a la de mayor edad.
Por lo tanto, el análisis de cohortes indica que la persistencia de las altas proporciones de ninis en la región es el acceso limitado al mercado de trabajo, y este patrón se aplica a los hombres pero no a las mujeres. En general, la escolarización ha aumentado, aunque la proporción de jóvenes nini no ha disminuido sustancialmente porque hay menos jóvenes trabajando.
Cuando desglosamos los datos por sexo, nos percatamos de que las mujeres no siguen esta tendencia: la mayor presencia de las mujeres en la escuela se ha combinado con estabilidad (o aumento ligero) en la proporción de mujeres jóvenes que trabajan, lo que genera, como consecuencia, una disminución del índice de mujeres nini.
Una mayor escolaridad de los padres reduce la probabilidad de que las mujeres se conviertan en ninis, aunque la relación es más débil en el caso de los hombres
En comparación con el grupo de referencia (jefe de hogar sin escolaridad), las mujeres de 15 a 18 años de edad, de hogares donde el jefe del hogar o bien ha terminado la escuela secundaria o ha completado el bachillerato, tienen un 6 y 12,2% menos de probabilidades de ser ninis, respectivamente.
Para los jóvenes hombres, la educación de los padres se asocia con una menor probabilidad de ser un nini sólo cuando el jefe del hogar ha completado al menos el bachillerato, e incluso en ese caso, el efecto (7%) es menor que para las mujeres.
Esta evidencia es consistente con la hipótesis de que los hogares cuyos
jefes tienen más educación suelen criar hijos que permanecen en la escuela
durante más tiempo, esto es especialmente cierto para las mujeres.
Los resultados también sugieren que la decisión de las mujeres de acudir a la escuela puede ser el producto de roles predeterminados condicionados por las normas culturales y las tradiciones, en las que influyen no sólo (ni siquiera mayormente) los ingresos más altos, sino el nivel de educación del jefe del hogar y las actitudes y conocimientos que acompañan los niveles de educación más altos.
El matrimonio precoz—que a menudo está relacionado con el embarazo adolescente— es el predictor más importante de ser nini entre las mujeres de 15 a 18 años.
Se asocia con un aumento del 22,3% en la probabilidad de que las adolescentes se conviertan en ninis y con una reducción del 21,1% en la probabilidad de estar sólo estudiando, aunque muestra poco efecto en la probabilidad de estar sólo trabajando.
Las mujeres ninis casadas probablemente estén cuidando de los hijos, lo que reduce su participación en el sistema educativo y en el mercado laboral.
Estos hallazgos también podrían indicar que el embarazo en la adolescencia, incluso cuando la pareja está presente, puede reducir las oportunidades educativas de las mujeres (como muestran Arceo-Gómez y Campos-Vázquez, 2014).
Para los hombres jóvenes, aunque estar casados no muestra relación con la probabilidad de ser ninis, vivir en un hogar con una mujer como jefe sí aumenta esa probabilidad ligeramente Teniendo en cuenta que el embarazo en adolescentes es común en México (Azevedo, López-Calva y Perova, 2012), así como la hipótesis de que muchas de estas ninis adolescentes casadas terminarán en hogares monoparentales, hay un riesgo de transmisión intergeneracional de la condición de nini, es decir, de adolescente embarazada, a jefe de familia soltera, a una probabilidad más alta de que sus hijos varones se conviertan en ninis.