Según datos de la British Red Cross, Reino Unido recibió en el año 2015 casi 40.000 peticiones de asilo por parte de personas que procedían, principalmente de Siria, Afganistán, Somalia y Sudán. Sólo se les concedió al 45% debido a las dificultades que entraña “probar” las condiciones y criterios que se exigen para que se reconozca el estatus de refugiada/o. El servicio dedicado a este trabajo dentro de la British Red Cross, el Refugee Support Service, cuenta con un equipo de profesionales que trabaja con las personas que llegan solicitando asilo, facilitando apoyo con los trámites de la solicitud, pero también proveyendo de asistencia psicológica y emocional.
Dentro del grupo de solicitantes de asilo, las mujeres son las que más dificultades enfrentan debido, en primer lugar, a que en sus países de origen no han contado con el pleno reconocimiento de sus derechos como ciudadanas, y, en segundo lugar, por la vulnerabilidad que supone llegar a un nuevo país en el que, de nuevo, se le siguen sin reconocer estos derechos. A todo esto se le suman las dificultades propias de llegar a un lugar nuevo y diferente a lo que hasta ahora les era conocido y familiar.
Isabel Pastor es psicoterapeuta constructivista, formada en Arte Terapia por la Universidad Goldsmith de Londres. Formó parte del equipo que intervenía con mujeres refugiadas en la British Red Cross y ahora de vuelta a España ha puesto en marcha el taller de formación “Abordando el trauma dentro de un grupo de apoyo de mujeres refugiadas” en el que cuenta y comparte su experiencia con estas mujeres.
Víctor Olmos, de Tribuna Feminista, ha charlado con ella sobre refugiadas, terapia y resiliencia.

TF: Cuéntanos tu experiencia como parte del grupo de apoyo a mujeres refugiadas en la British Red Cross, que es sobre la que construyes el taller de formación.
IP: Pude acceder al equipo del Refugee Women Support Group de la Cruz Roja Británica, en el barrio de Hackney, con el que colaboré a lo largo de varios meses de 2015. Éramos un conjunto muy diverso de voluntarias, y decidí contribuir diseñando un proyecto que luego ellas pudieran usar en el grupo una vez yo me fuera.
La mayoría eran de África, algunas de Europa del Este, y venían de situaciones en la que habían tenido que tomar la decisión de dejarlo todo porque su vida (y a veces también la de seres queridos) corría peligro. Las edades oscilaban entre los 30 – 40 años, algunas habían podido traer a sus hijos/as, otras no. Cada una de ellas tenía historias diferentes de situaciones de guerra en su país, o de amenazas a su vida por determinadas elecciones personales no respetadas en su lugar de origen. Historias de violencia y pérdidas acumuladas.
En el proceso de solicitud de asilo en el Reino Unido, que es el que conozco yo, hay una gran parte en la que se encuentran en un limbo hasta que la persona logra (si se le concede) el estatus de refugiada. Ellas llegan al aeropuerto o al puerto, a la vía de entrada al país, y el primer paso es decirles a las autoridades: “he venido aquí porque mi vida corre peligro”. A partir de ese momento entran en un circuito institucional en el que no eres un inmigrante irregular o indocumentada, pero tampoco una persona con un concepto de ciudadanía que te permita trabajar, sino que eres “solicitante de asilo”. Desde que comienza el proceso de solicitud de asilo les corresponde una asignación semanal muy básica,y un techo. Aparte de eso, están las asociaciones sin ánimo de lucro que dan un apoyo extra para tratar de llegar a lo que el Estado no llega, (o paliar lo que el Estado genera).
TF: ¿Cómo afecta el trato por parte de las instituciones a las solicitantes de asilo político?
IP: El proceso de solicitud de asilo alimenta la re-traumatización de la persona, de una manera continua y sistemática, generando una sintomatología que no es abordable de manera aislada, sino que necesitas todo un conjunto de frentes desde los que intervenir para paliar un poco ese doble proceso de trauma que genera el proceso burocrático tal y como está diseñado. Este proceso se basa en montar un caso legal (para lo que necesitan apoyo experto) y justificar que su miedo sea fundado, ofreciendo evidencias de que su vida no sólo estaba en riesgo cuando se fueron de su país, sino también ahora mismo y en un futuro a corto plazo, para justificar el no que no pueden volver a dicho país.
El proceso de solicitud de asilo alimenta la re-traumatización de la persona, de una manera continua y sistemática, generando una sintomatología que no es abordable de manera aislada.
Estas personas no tienen recursos económicos, por lo que la necesidad de apoyo legal las coloca también en otra situación de exposición y vulnerabilidad aún mayor, porque aunque puedan tener un abogado voluntario o de oficio, son casos muy difíciles donde hay que demostrar una serie de situaciones muy duras y complejas de explicitar con pruebas. Por tanto, durante meses están expuestas a, primero, además de mantener las ayudas que te den y adaptarte a las personas y cultura con las que convivas, (pues a no ser que tengan un familiar o amigo/a van a moverlas de una casa de acogida a otra, o de un albergue a otro) y a una urgencia económica de la que depende no sólo su subsistencia diaria sino la posibilidad de lograr ganar el caso y lograr el estatus de refugiadas.
TF: ¿Por qué el proceso de solicitud de asilo afecta de forma diferente a las mujeres?
IP: Muchas de ellas, aparte de tener la sintomatología y dificultades que comparten con los refugiados hombres: ansiedad, depresión, ideación suicida, sensación de confusión, aturdimiento, culpa, ansiedad, hipervigilancia, insomnio, somatización, etc., (claros ejemplos de cómo el concepto de “salud mental” se entreteje con el contexto que vives) están expuestas a una doble vulnerabilidad por encontrarse en esa situación en la que necesitan tan fervientemente esa ayuda económica y legal, y a la vez ser mujeres en un marco patriarcal: aparece el riesgo de estar expuestas al proxenetismo y/o a relaciones de dependencia económica y emocional.
Necesitan tan fervientemente esa ayuda económica y legal, y a la vez ser mujeres en un marco patriarcal: aparece el riesgo de estar expuestas al proxenetismo y/o a relaciones de dependencia económica y emocional.
Por otro lado, surge un tema relacionado con el cambio de roles que puede implicar el que estas mujeres hayan sido las que hayan tomado la iniciativa, lo cual supone un terremoto en su familia (de origen si están en contacto, reunificada o creada de nuevo), de modo que ellas tienen que afrontar no sólo todas las dificultades del proceso que explico antes, sino además las derivadas de asumir un rol que no se esperaba de ellas. Se dan a veces casos de estar expuestas a violencia de género por este rol que asumen de proactividad por intentar salvar y salvarse. El paso que ellas dan mueve muchas estructuras.
TF: ¿Cómo conjugabas la intervención con estas mujeres con tu enfoque a la de hora de entender la psicología y la psicoterapia?
IP: El sentido que les doy se enmarca en la forma en que tengo de entender la psicología y la psicoterapia, que es la de acompañar en procesos y ayudar a movilizar recursos, ambas características de cómo entiendo al ser humano. Los procesos de burocratización o institucionales son muchas veces deshumanizantes, y por eso seccionan y fragmentan más a la persona, en ocasiones negándole incluso esa posibilidad de respeto a su ritmo de recuperación durante una situación tan dura como aquella por la que pasa una mujer refugiada. De forma que cuestiones tan básicas como la de entender que huir de tu país porque tu vida o la de tus seres queridos esté en riesgo pueda implicar una necesidad de apoyo específico emocional a lo largo del proceso de recolección de documentos que es requerido pueda implicar desorientación, confusión, ansiedad, miedo…. Y en definitiva producir la re-traumatización.
TF: Te especializaste en Arte Terapia, ¿qué papel juegan las herramientas creativas a la hora de trabajar con un colectivo tan complejo como el de las mujeres refugiadas?
IP: Los testimonios que ellas ofrecieron quizá contestasen mejor a esta pregunta. Aquí de momento puedo mencionarte lo que trata de abordar el taller en el que hablo del proyecto que hice con ellas, y desde dónde.

A lo que iba enfocado el proyecto es a facilitar a estas personas a reconectar con sus propios recursos emocionales a la hora de superar una situación muy difícil. Si tú estás en una situación de sentirte confusa y aturdida, en la que no sabes ya casi ni quién eres, en la que dudas si sigues siendo la persona que eras, o si tienes el derecho a decir que eres la misma persona que fuiste, o si vas a volver a serlo, y te encuentras en una situación en la que tienes que justificar cada emoción que sientes, (que es de lo más perverso que le puedes pedir a alguien), con este escenario, tu identidad, por muy fluida que la conceptualicemos, se ve ciertamente resentida, así como tu energía para aferrarte a la vida y sobre todo tu capacidad (que todas tenemos) de re- contar nuestra historia. Estas mujeres pasan por un continuo estado de precariedad, choque cultural y justificación del miedo teniendo que aportar evidencia burocrática, porque si no serán deportadas al lugar del que han huido.
Estas mujeres pasan por un continuo estado de precariedad, choque cultural y justificación del miedo teniendo que aportar evidencia burocrática, porque si no serán deportadas al lugar del que han huido.
Lo que buscaba con el proyecto es ser una herramienta para que se sintieran aceptadas y acogidas en un espacio en el que no tuvieran que justificar sus emociones, donde pudieran hablar de lo que necesitasen, y desde ahí poder ir generando un estado interior de mayor fortaleza que les ayudara a lidiar con ese día a día que tienen tan difícil, a través de un enfoque de respeto a lo que quisieran o no decir y a sus ritmos. De ahí el poder incorporar las herramientas creativas a un contexto como este. Al incorporarlas se genera un espacio respetuoso que proporciona más margen a la persona para estar y relacionarse ya que puede abordar los materiales y hacer algo, si quiere, y desde ahí encontrar, a lo mejor, palabras.
Conjuntamente con otra actividad que explico en el taller, se ofrecían un diario, una especie de cuaderno de viaje. La idea era que desde este cuaderno de viaje ellas pudieran llegar y volcar lo que necesitaran volcar, y recurrir a ese diario siempre que quisieran. El diario se dejaba allí y podían utilizarlo cuando lo necesitaban.
TF: ¿Ha cambiado tu visión sobre las mujeres refugiadas después de trabajar con ellas y de compartir ese espacio de “respeto” y creativo?
IP: Uno de los propósitos que tiene el taller que ahora ofrezco es acercar un poco la realidad que pude ver con estas mujeres. Ellas nunca me transmitieron sensación de víctimas. Quizás, al principio, ésa era mi mirada, yo sí sentí mi propia culpa. Pero eran supervivientes con una dignidad y un orgullo increíbles. Pude ver cómo iban creciendo y levantándose. Se levantaban una y otra vez y me transmitían una fortaleza enorme. Además las había también muy activistas: querían escribir, crear un blog, decían que querían hablar de los centros de detención, de su situación, de la injusticia…
Ellas nunca me transmitieron sensación de víctimas. Quizás, al principio, ésa era mi mirada, yo sí sentí mi propia culpa.
Lo que aprendí con estas mujeres es que ellas, por supuesto, tienen sus propios recursos. El problema es que, por la circunstancia tan injusta y desoladora por la que pasan muchas veces, esos recursos se muestran inaccesibles, como si hubiera una nebulosa que no les permitiera acceder a ellos. La resiliencia, este concepto de poder sobreponerse a situaciones muy duras y salir incluso más fortalecidas es la conexión con recursos que son ya tuyos, que nadie te da de fuera, pero que quizá en esos momentos, para ellas, están todos fragmentados. Deshilados.