Este año, se echó el tiempo encima y no pude organizar el viaje como a mí me gusta; las prisas me hicieron tomar la decisión última y hacerlo en un viaje programado, no antes sin valorar a lo que me estaba arriesgando, compartir con gente diversa muchos de los lugares donde yo había decidido pasar mis vacaciones.
Me recogieron en el aeropuerto al grito de “todos” por aquí, yo ya he llegado a desconectar cuando no me nombran, con el riesgo que conlleva desconectar en un país desconocido y lejos de casa; el “todos” se incorporó al día, día, no sin antes aconsejarle a la joven guía que hablara en lenguaje inclusivo ya que en aquel grupo habían muchas mujeres (es bastante normal que viajen mujeres solas o en grupo, pero casi nunca lo hacen los hombres, ni solos, ni en grupo).
En los recuerdos del país no podían faltar delantales, tazas, imanes, de tetas, o culos, como el de estos abridores. Frases que tratan a las mujeres como tontas aprovechadas o…cómo no, el típico atuendo deportivo del club de fútbol (masculino, claro) del país que visitamos.
Recuerdo hacer una visita a unas preciosa cuevas y la auto-guía, que explicaba el recorrido, hacer el siguiente comentario ante esta maravilla de la naturaleza, “son como una pareja que se promete amor eterno, fiel, para toda la vida, ella de blanco y el de marrón”; no pueden ser dos mujeres o dos hombres, ni puede ser que sea un amor temporal.
El ocio…ya sin palabras.
Durante el viaje, algún chiste de tetas, y lo más fuerte, decirle a la persona que organizaba una excursión que le pagaría en carne.
Cerca del hotel un lavadero de coches, también sin palabras.
Es difícil viajar cuando llevas las gafas moradas tatuadas y te das cuenta de todo el machismo que nos rodea.