Si te quieres adentrar en el inquietante mundo de los fantasmas cohabitando entre nosotros debes:
1. Abrir tus sentidos para verlos.
2. Creerme: existen.
Dicho lo anterior, inicio.
Mi primera inquietante historia ocurre un día cualquiera a principios de 2008. Una florecilla mexicana recién llegada a tierras españolas, aborda el autobús hacia su centro de estudios. Un hombre mayor comienza a charlar con ella: que si el clima, que si esto, que si aquello, que si tú dónde limpias.
Mi segunda historia es transversal, ocurre hasta nuestros días y algunas florecillas extranjeras de rasgos exóticos pueden dar fe de ella. Sucede en los pasillos de un edificio con las letras El Corte Inglés. La florecillas pasean de aquí para allá, suben y bajan plantas, mientras las dependientas la miran de arriba-abajo, haciéndolas sentir incómodas. Una flor colombiana, nota que al comprar en alguna tienda, de esas medianamente caras dentro del recinto, le doblan sus ropas rápidamente y las meten en una bolsa de plástico, mientras que ha percibido vibraciones distintas hacia las flores españolas: sus ropas se envuelven con mayor cuidado y se entregan dentro de la bolsa de papel de la marca. Quizá sea sólo una aparición imaginaria, pero otros testimonios lo confirman. Las florecillas latinas no reciben bolsas de papel.
Las florecillas latinas no reciben bolsas de papel.
Mi tercera historia se remonta al año 2011, aunque existen registros desde 2009. Una florecilla decide contraer nupcias con aborigen local (aborigen: español de nacimiento, de padres y abuelos españoles). A su alrededor, el aborigen comienza a oír voces: “ten cuidado” “esas sólo quieren la nacionalidad”. Las voces se acallan de vez en cuando, pero su eco se sigue escuchando en las calles, en los bares, en las reuniones. Una florecilla que asistía a una reunión de hembras aborígenes escuchó la siguiente psicofonía: “Recuerdas a Manolo. Pues se va a casar con una de por ahí, una paraguaya. Es que ninguna de aquí lo quiso”. Inquietante, ¿eh?
Mi cuarta historia, la cuento en primera persona y acontece en el corriente año de 2016. Yo, madre de un niño mestizo acudo al centro de trabajo de mi marido aborigen, en compañía de mi amiga guiri (guiri: En España, extranjero ÚNICAMENTE ario). Mi hijo, aunque mestizo, es de apariencia aborigen, y, en la puerta del edificio, llora porque quiere ver a su padre. Llamo por teléfono a mi marido y le digo:
– Ven y ayúdame a llevar al niño al coche, a ver si se calma.
Mi amiga guiri, espera, cerca de nosotros. De pronto, una mujer se asoma por una puerta:
-Oigo a un niño que llora –dice en tono amable- ¿Quieres un poco de agua?
Mi niño mestizo, aunque de apariencia aborigen, responde que sí. La mujer añade:
-Entonces, nene, que te coja tu tata.
Mientras ni niño mestizo bebe, pregunto:
-¿Y qué es tata?
-Aquí llamamos así a las cuidadoras.
El inquietante fantasma del racismo es atemporal y puedes verlo, claro y nítido si abres tus sentidos.
El inquietante fantasma del racismo es atemporal y puedes verlo, claro y nítido si abres tus sentidos. Los expertos tienen registradas muchas más historias, pero esas serán en otras entregas. Recuerden, primer paso es no negar su existencia, así podrá irse, descansar en paz.
No dejes de mirar a tu alrededor.
Seguro te sorprenderás.