Existen un conjunto de situaciones de sexismo en el lenguaje que requieren ser modificadas para evitar una representación sesgada de las mujeres. Siguiendo a el texto de María Isabel Menéndez, “Lenguaje administrativo no sexista” (2006), mencionaremos los más recurrentes que están presentes en la producción estadística:
– Falsos genéricos.
Vocablos que aparecen como genéricos. Ejemplo: hombre u hombres como significado de humanidad. Esta utilización la vemos con frecuencia en diseños conceptuales y en informes de resultados que describen las características de la población. Por ejemplo: “Los Ocupados que salen a trabajar a otra región pero mantienen su residencia habitual en su región de origen, fenómeno entendido como conmutación, perciben un ingreso en torno a dos veces superior a la media de ingresos de sus regiones de origen”.
– Salto semántico.
Un vocablo con apariencia de genérico, es decir, que supone incluye a mujeres y hombres, pero más adelante queda en evidencia que podría referirse exclusivamente a los hombres. Ejemplo: “el seguro médico cubre a sus ‘afiliados’ y a sus mujeres”.
– Abuso del masculino genérico.
Utilizado como norma en contextos comunicativos donde no se justifica su uso o que la redacción de un informe, encuesta o análisis sea en masculino exclusivamente. Ejemplo: “los jefes de hogar de la Región de Atacama”; “dirigido a los funcionarios del INE”.
– Orden de presentación.
La anteposición como norma del masculino supone aceptar la preferencia de un género sobre otro, pero no existe ninguna regla gramatical que indique el uso sistemático de la forma masculina delante de la femenina. En estos casos, es preferible que los géneros se introduzcan de forma alterna para evitar la consolidación de la jerarquía sexual. Ejemplo: “mujeres y hombres trabajadores u hombres y mujeres trabajadoras”.
– Denominación sexuada.
Este problema, conocido como falta de simetría, tiende a mencionar a los hombres por su cargo u ocupación y a las mujeres por su condición sexual. Ejemplo: “el seguro indemnizará a los contratantes: tres jefes de departamento y dos mujeres analistas”. También ocurre en oficios, categorías y profesiones denominadas en masculino y sólo cuando existe mayor presencia de mujeres se nombra en femenino, reproduciéndose así los estereotipos de género. Ejemplo: “presidente y secretaria; médico y enfermera; director y profesora; trabajador y dueña de casa”.
– Aposiciones redundantes.
Se refiere a la construcción de dos elementos unidos, donde el segundo especifica al primero. Este problema destaca la condición sexuada de las mujeres por encima de otras cualidades pertinentes al tema en cuestión. Ejemplo: “la manifestación terminó con la lectura de una declaración de las mujeres encuestadoras” (la mención ya marca el género, por lo que no es necesario agregar el término “mujeres”).
Estos problemas son comunes en declaraciones institucionales dirigidas tanto al personal como a la opinión pública, perdurando así los sesgos de género. Si bien se han hecho esfuerzos sustantivos en la administración pública en general por incluir el género femenino en las comunicaciones y el lenguaje técnico de las distintas reparticiones, en ocasiones su incorporación no obedece a reglas lingüísticas ni dan cuenta de una real participación o visibilización de las mujeres.
Fuente: USO DEL LENGUAJE INCLUSIVO EN LA PRODUCCIÓN ESTADÍSTICA: SECCIÓN DE ESTADÍSTICAS DE GÉNERO DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS SOCIALES UNA GUÍA PRÁCTICA DESDE EL ENFOQUE DE GÉNERO SECCIÓN DE ESTADÍSTICAS DE GÉNERO DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS SOCIALES del INE-Chile