Las mujeres, en el margen de los libros de texto

Ana Pollán
Ana Pollán
Graduada en Filosofía por la UVA. Máster en Filosofía Teórica y Práctica por la UNED. Feminista abolicionista, republicana y defensora de la educación pública. Anticapitalista.
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Las mujeres han sido borradas de los libros de texto. O mejor dicho, nunca llegaron a ellos. Da igual qué etapa educativa observemos. Indiferente es qué asignatura tomemos como ejemplo. Si pensamos en Ciencias Naturales, Matemáticas o Física, todos recordamos haber estudiado a Copérnico, a Galileo, a Newton, a Keppler, a Gödel, a Lois Pasteur, a Linneo. Si pensamos en música, recordamos a Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Verdi, Palestrina. Si pensamos en las clases de Arte, rescatamos en nuestra memoria a Picasso, Dalí, Rembrandt, Veermer, Van Gogh, Monet, Giotto o Van Eyck. Si rememoramos las clases de Literatura, nos resultan familiares Shakespeare, Cervantes, Goethe, Clarín, Borges, Alberti, Bécquer, Byron o Cortázar. Si pensamos en los temas de Historia, pronto pensamos en Napoleón, Franco, Azaña (perdonadme por incluir a Azaña entre dos hombres tan repugnantes), Mussolini, Hitler, Felipe II, Lenin o Bismarck. Si pensamos ahora en los filósofos propuestos para la asignatura de Filosofía, recordamos quizá a Heráclito, Sócrates, Protágoras, Platón, Aristóteles, Descartes, Hume, Spinoza, Leibniz, Kant, Marx, Hegel, Nietzsche, Sartre, Russell…
Ellas, sin embargo no están. No están en los libros, pero sí estuvieron contribuyendo al progreso de la Ciencia, sí produjeron obras imprescindibles en Literatura, sí pintaron, sí filosofaron, sí protagonizaron importantes cambios históricos. Sin embargo, deliberada e intencionadamente, han sido borradas de la Historia, y, en consecuencia, del bagaje cultural básico para tener una cultura más o menos amplia y sólida.
Recuerdo haber visto en mis libros de texto el nombre de Rosalía de Castro, también el de Emilia Pardo Bazán. Nada más. Ellos eran lo necesario, ellos eran los protagonistas, los que escribían, amaban, odiaban, mataban, morían, firmaban la paz y la guerra, los que componían, los que debatían, los que pasaban estrecheces, los que amasaban fortunas, los que dictaban leyes, los que traían progreso, los que llevaban adelante el movimiento obrero, los que hacían las revoluciones, los que descubrían, inventaban, sanaban. De ellas, nada se sabe.

Ellas o no están o se les reserva, literalmente, las esquinas de los márgenes del libro de texto. Ellas son lo anecdótico, lo que no se subraya, lo que no es contenido de examen; sobre ellas nunca hay que hacer un trabajo, condenadas siempre a la irrelevancia

Ellas o no están o se les reserva, literalmente, las esquinas de los márgenes del libro de texto. Ellas son lo anecdótico, lo que no se subraya, lo que no es contenido de examen; sobre ellas nunca hay que hacer un trabajo, condenadas siempre a la irrelevancia. Más aún, incluirlas en ellos es tomado en ocasiones como un desafío, como una burla al sacrosanto androcentrismo que reina en las aulas (otras veces, cada vez más, se celebra, pero no es aún lo habitual). Basta para constatar esta denuncia, tomar cualquier bibliografía de la inmensa mayoría de asignaturas de cualquier grado universitario (salvo las hechas por personas comprometidas con la igualdad): la mayoría de los libros recomendados, los firman hombres. Más aún, tomando mi humilde experiencia, en ninguna de las asignaturas dedicadas a la Historia de la Filosofía del grado en Filosofía existe un tema dedicado exclusivamente a una filósofa. Tras haber estudiado la filosofía antigua, la helenística, el pensamiento medieval, la filosofía moderna, y ya casi la contemporánea, no encuentro en mis apuntes una sola referencia a alguna filósofa que no sea meramente anecdótica, menos aún que ocupe más de tres líneas.
Siendo esta la situación, ¿cómo va a ser posible educar en igualdad? ¿cómo prevenir el androcentrismo si la educación misma –salvo en casos, por desgracia, extraordinarios- parte de él y lo reproduce? ¿Cómo defender que hombres y mujeres tenemos la  misma capacidad racional y creativa si aún personas con educación superior tienen dificultades para nombrar dos filósofas, alguna científica o tres pintoras?

¿Cómo defender que hombres y mujeres tenemos la  misma capacidad racional y creativa si aún personas con educación superior tienen dificultades para nombrar dos filósofas, alguna científica o tres pintoras?

Algunas personas, las mismas que no se comprometen con la igualdad, despachan el asunto sentenciando que la ausencia de mujeres en los temarios de la Escuela o de la Universidad se debe a que, como hasta recientes fechas las mujeres no podían acceder a la educación superior (a veces ni siquiera a la básica), no es posible que haya brillantes dramaturgas, filósofas, biólogas o políticas relevantes a lo largo de la historia.
Esta tesis absurda queda refutada por las excelentes investigaciones feministas que se han llevado a cabo en estas últimas décadas. Tras el esfuerzo de recuperación de textos, biografías, obras, ensayos de mujeres olvidadas en la historia, realizado por una mayoría de mujeres y todavía una minoría de hombres feministas, se refuta la tesis de que el androcentrismo en la formación académica es inevitable. Ya resulta imposible mantener que la ausencia de mujeres en las enciclopedias se deba a la incapacidad intelectual de las mismas o a que hayamos  tenido menos coraje y determinación a la hora de generar conocimiento y no a la influencia del sexismo.

Corrigiendo esta visión sesgada y miope del mundo, podríamos tener otra completa, enriquecida, igualitaria y profunda de aquellos y aquellas que nos han precedido en el mundo.

Lamentablemente, no es posible  volver atrás en el tiempo y corregir desde el inicio aquellas circunstancias que nos situaron al margen de la historia. Pero sí es posible combatir el androcentrismo en el presente, recuperando aquellas vidas y obras que han quedado enterradas por el paso del tiempo y, sobre todo, por haber sido atropelladas deliberadamente por un injusto patriarcado. Así, corrigiendo esta visión sesgada y miope del mundo, podríamos tener otra completa, enriquecida, igualitaria y profunda de aquellos y aquellas que nos han precedido en el mundo. Ocurre, además que no sólo se las silencia a ellas, también a los hombres que reivindicaron la igualdad entre los sexos. Sin Gouges, sin Wollstonecraft, sin Pizan, sin Mill sin Poulain de la Barre, sin Clara Campoamor, sin Flora Tristán, sin Simone de Beauvoir, sin Madame de Stäel, sin Pankhurst, sin Gaite, sin Virginia Wolf, sin Rosa Parks, sin Susan B. Antony, sin Elizabeth Cady Staton, sin Emma Goldman, … sin ellas nos quedamos sin la mitad de la historia, del arte, de la política, de la filosofía. Sin ellas somos más androcéntricxs, más injustxs, menos sabixs. Y eso sólo provocará que no sólo se nos borre de la historia, también del futuro que hemos de construir en sororidad con nosotras mismas y, por supuesto, en hermandad y reciprocidad con nuestros compañeros de viaje.
 

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