¿Es España un país violento? ¿Cuáles son las características de esa violencia? ¿Qué hace el Estado para protegernos de esos ataques? ¿Sabe la sociedad identificar y mitigar los brotes de violencia latentes y cotidianos?
La violencia machista tiene múltiples manifestaciones, desde pequeñas humillaciones que pueden parecer intrascendentes, al asesinato.
Si tomamos el modelo explicativo causal de la pirámide 1/30.000, observamos la proporcionalidad de los comportamientos machistas, siendo más visible cada muerte, situada arriba en la pirámide, pero explicada por las mismas causas que los comportamientos de la base de la pirámide.
Por cada asesinato machista subyacen numerosas expresiones de violencia verbal. Tal es así que en el tiempo que se tarda en leer este artículo están teniendo lugar probablemente en la intimidad de la pareja o de la familia un número de agresiones absolutamente escandaloso, totalitarismos y abusos de la vida cotidiana, asesinatos potenciales.
Con esta imagen en la retina, ¿cómo empoderarnos social y políticamente?
En el plano social, las mujeres debemos empoderarnos colectivamente frente a tantas manifestaciones machistas, esas que situamos en la base de la pirámide, tan repetidas en esta sociedad donde el patriarcado ha impuesto sus normas sociales insidiosamente.
Empoderarnos como trabajo colectivo, porque ninguna estamos “a salvo”. Esta es una violencia que nos condiciona a todas las mujeres, nos están agrediendo, nos están matando; todas somos víctimas porque “una somos todas”, y aquí no cabe la superioridad sino la sororidad.
Esta es una violencia que nos condiciona a todas las mujeres, nos están agrediendo, nos están matando; todas somos víctimas porque “una somos todas”, y aquí no cabe la superioridad sino la sororidad.
Es necesario que los padres, los maestros, los amigos… propongan el tema en sus reuniones, en sus cafés informales, en las comidas familiares; que ellos no eludan hablar de esas infamias cotidianas en el trabajo, en las calles, en los medios… porque esta es también “su guerra”. Se necesita su condena explícita, su voz indispensable para acabar con el discurso y las formas machistas actuales donde subyace el tácito acuerdo de querernos y creernos inferiores.
Cada comentario machista censurado es una oportunidad para avanzar como civilización. Debemos hacer pedagogía contra todo tipo de muestra machista cotidiana, debemos reflexionar sobre cada acto de dominación y revertirlo. Empoderadas nos haremos respetar.
En el plano político y con los números en la agenda pública (más de 260 muertes en España en los últimos 5 años) parece inevitable emplear el término “terrorismo machista”, porque aunque controvertido, insta al Estado a responsabilizarse y poner a disposición los instrumentos preventivos, de protección y reparadores necesarios y proporcionales a la dimensión y urgencia del problema. El gobierno debe planificar a corto, medio y largo plazo la lucha contra esta forma de terror, implicando a los medios de comunicación, proveyendo los recursos policiales y asistenciales, jurídicos, educativos y creando cuantas herramientas estén a su alcance, reclamadas repetidamente por colectivos feministas y profesionales de la atención a víctimas y población en riesgo.
Debemos hacer pedagogía contra todo tipo de muestra machista cotidiana, debemos reflexionar sobre cada acto de dominación y revertirlo. Empoderadas nos haremos respetar.
Es fundamental difundir las sentencias condenatorias, trabajar con especialistas para que se invierta la tendencia social de esconder a las víctimas y preservar la identidad del agresor, invertir en programas de prevención en todas las edades, formar a la abogacía y a los equipos psicosociales, dotar a todo el sistema de los recursos suficientes hasta lograr el objetivo real: cero muertes por violencia machista.
Porque las consecuencias de esta lacra social tienen un alcance político y es en este plano donde debemos exigir al partido del Gobierno una posición favorable, sin tibiezas, para ese Pacto de Estado que reclama el resto de partidos y la sociedad.
Un Estado consciente de una violencia de estas dimensiones que es incapaz de atender a las urgencias vitales de su país, es a nuestro entender un Estado consentidor, y por tanto, violento.
Un Estado consciente de una violencia de estas dimensiones que es incapaz de atender a las urgencias vitales de su país, es a nuestro entender un Estado consentidor, y por tanto, violento.
Por eso nos empoderamos también políticamente, porque contra los silencios políticos también exigiremos diligencia democrática para poner fin al feminicidio consentido. Entre todas y todos, en común, lo vamos a lograr.