Virginia Woolf habría cumplido 135 años el 25 de enero. Como las figuras relevantes no mueren, celebramos su pensamiento y su obra en la que abordó asuntos poco tocados en su tiempo, como los derechos, sentimientos y necesidades de las mujeres. Comprendí el significado de la reivindicación de una habitación propia, hace más de tres décadas, visitando la Casa Museo de Rosalía de Castro. La memorable actriz Maruja Villanueva enseñaba la sencilla mesa, pegada a la ventana de un dormitorio infantil, donde la gran escritora hizo la mayor parte de su obra. Para llegar hasta allí, había que pasar por el imponente despacho-biblioteca de su marido, el también escritor Manuel Murguía. La dura realidad expresando mejor que cualquier metáfora la discriminación más profunda, más asentada en lo cotidiano, desde la propia casa…
Muchas de las grandes obras de la literatura escrita por mujeres lo han sido en la cocina. Aún en nuestros días, para la sociedad patriarcal, ese sigue siendo nuestro lugar natural: la casa, el ámbito privado. Es así, incluso, en el mercado laboral donde la mayor parte de la oferta a la que podemos acceder tiene que ver con cuidados que venimos dando a nuestras familias desde siempre: atención a ancianos, enfermos y dependientes; educación en la infancia y adolescencia; vocación de servicio y volcarse hacia los demás… Es la doméstica causa que nos encierra entre paredes, que pueden ser reales o invisibles, pero con la misma función.
Muchas de las grandes obras de la literatura escrita por mujeres lo han sido en la cocina.
Hoy debemos gritar que en los primeros 25 días del mes de enero han sido asesinadas cinco mujeres por sus parejas en nuestro país, y no es sólo una cuestión numérica, si no también cómo es percibido por la sociedad, básicamente, a través de la opinión publicada. Por más que desde las organizaciones y pensadoras feministas se alerte sobre la injusticia con que se aborda la preocupación por estas muertes desde las esferas de lo político -y de lo público, en general- nuestras muertas son de segunda categoría. No hay manera de que este gravísimo asunto se coloque en los primeros lugares de la agenda política, social, o de la justicia. En algunos casos está, pero no como corresponde. Es terrorismo, sea políticamente incorrecto o no el término para las clases dirigentes. Y como tal, habrá que exigir que depongas las armas. Que se rindan. O, de lo contrario, la persecución debiera ser feroz -dentro del marco de los derechos ciudadanos- y la erradicación, el objetivo primero y final.
Es imprescindible y urgente una acción comprometida y eficaz contra la violencia machista y por la paz entre sexos, entendida como toda forma de discriminación por el hecho de ser mujeres.
Es imprescindible y urgente una acción comprometida y eficaz contra la violencia machista y por la paz entre sexos, entendida como toda forma de discriminación por el hecho de ser mujeres. Sus expresiones más feroces son el asesinato, los malos tratos, la trata sexual… y la inacción. Se necesita, ya, un compromiso firme con la legitimidad, justicia, derechos y defensa de nuestras libertades. Si alguien con cabeza y un mínimo de voluntad no es capaces de ponerse de acuerdo para afrontarlo ahora, la espera se hará insoportable y la tragedia se hará crónica. La llegada de un misógino declarado al gobierno de la nación que marca el rumbo de las sociedades desarrolladas del planeta, nos hace imaginar escenarios aún más complicados. Mientras tanto, por favor, revisen las fotografías de la Women’s March, relean los artículos de esta Tribuna, miren a su alrededor. Estamos aquí, ocupando la plaza pública con nuestro grito: Nos están matando, en lo privado y en lo público. ¿Acaso no nos veis?