Según la activista por los derechos de las mujeres Julie Bindel, en su columna de opinión publicada en The Guardian, el mejor camino hacia una sociedad donde las mujeres no sean objetos vendibles es abordar la prostitución desde el modelo nórdico.
El debate sobre los diferentes abordajes legales de la prostitución se ha polarizado en los últimos años, siendo el abolicionismo y la descriminalización total del comercio sexual las principales corrientes opuestas en este tema.
Como explica Julie Bindel en su columna, las feministas abolicionistas apoyan el modelo nórdico, donde la compra o intento de compra de sexo está tipificado como delito y, sin embargo, la venta de sexo está totalmente despenalizada. Esto quiere decir, que este modelo castiga a prostituidores, proxenetas y propietarios de burdeles, pero no a las prostitutas. Además, apoya a las mujeres que quieren salir de la prostitución con formaciones y un acompañamiento en la búsqueda de alternativas laborales. El objetivo es construir una sociedad donde no se comercialice el sexo y las mujeres ya no sean objetos vendibles.
Este modelo castiga a prostituidores, proxenetas y propietarios de burdeles, pero no a las prostitutas. Además, apoya a las mujeres que quieren salir de la prostitución con formaciones y un acompañamiento en la búsqueda de alternativas laborales
Desde que en 1999 Suecia aprobara la abolición de la prostitución, varios países le han seguido; es el caso de Noruega e Islandia. Una legislación similar ha sido adoptada por Canadá, Irlanda del Norte y recientemente Francia, y en 2014 el Parlamento Europeo recomendó la implementación del modelo nórdico como la mejor manera para combatir el comercio sexual en Europa.
Quienes se oponen al modelo nórdico, tales como la Unión Internacional de Trabajadores Sexuales y El Colectivo Inglés de Prostitutas, denuncian que criminalizar cualquier aspecto del comercio sexual, incluyendo el proxenetismo y la posesión de burdeles, afecta negativamente a las mujeres prostituidas porque las disuade de denunciar ante la policía. Para Bindel, sin embargo, no hay ningún sustento en esta teoría y afirma que desde que esta ley es aplicada en Suecia, no ha habido ni un solo asesinato de mujer en situación de prostitución. Según ella, no se puede decir lo mismo de los países donde se ha legalizado o despenalizado el comercio sexual, como es el caso de Alemania, los Países Bajos o Nueva Zelanda.
La razón por la que los proxenetas y los propietarios de burdeles promueven la normalización y expansión del comercio sexual es claramente la ganancia económica, afirma Bindel, aunque algunas activistas y prostitutas, como la británica Laura Lee, presentan otros argumentos y defienden que la prostitución es en sí un trabajo y que el único daño que reciben las prostitutas proviene de las feministas y de la policía. Según Bindel, la despenalización total de la prostitución sólo tiene sentido para una minoría privilegiada que forma parte de este negocio.
La razón por la que los proxenetas y los propietarios de burdeles promueven la normalización y expansión del comercio sexual es claramente la ganancia económica
La legalización de la prostitución implica que el Estado obtenga el registro de mujeres que trabajan en los burdeles, que realice un monitoreo obligatorio de su salud y que se paguen impuestos por el ejercicio de esta actividad. La descriminalización, explica Bindel, es la eliminación de las penas por comprar sexo, por proxenetismo y por mantener burdeles. En los países donde se descriminaliza, los proxenetas siguen existiendo pero se convierten en gerentes de negocios, y los burdeles en establecimientos regularizados.
Desde que la prostitución se descriminalizó en Nueva Zelanda, los propietarios de los burdeles, y no las mujeres, son quienes fijan los precios, al tiempo que los prostituidores exigen otras prácticas inseguras porque se sienten protegidos y empoderados por esta ley. La descriminalización o despenalización de la prostitución también ha permitido el aumento de la demanda y, por ende, más comercio sexual.
Por otra parte, el poder policial se ha visto reducido bajo la descriminalización. A la policía se le prohíbe entrar en prostíbulos aunque reciba información de que menores de edad o mujeres han sido detenidas y están siendo víctimas de trata, puesto que podrían ser acusados de acoso policial por parte de los propietarios de burdeles.
A la policía se le prohíbe entrar en prostíbulos aunque reciba información de que menores de edad o mujeres han sido detenidas y están siendo víctimas de trata
Bindel concluye su columna contando una experiencia que vivió en primera persona durante un viaje de investigación a Nueva Zelanda, en el que conoció a una mujer en las calles de Auckland.
Esta mujer, prostituta de alrededor de 50 años, entonces le comentó que estaba discapacitada debido a una larga vida en la prostitución. Al preguntarle Bindel si su situación había mejorado desde que se había aprobado la ley de descriminalización, contestó que no, que desde entonces los hombres que la compran lo hacen como quien compra una hamburguesa. «Lo único que me ayudaría es encontrar una salida a mi situación», le dijo.
Por ello, según Bindel, la descriminalización, es decir, la legitimación del comercio sexual mediante la eliminación de todas las sanciones penales contra proxenetas, propietarios de burdeles yprostituidores, solamente beneficia a los explotadores.