El machismo institucional en las campañas contra la violencia de género

Alma González Duenas
Alma González Duenas
Maestra de Primaria. Máster en Estudios e Intervención Social en Inmigración, Desarrollo y Grupos Vulnerables por la Universidad de Granada. Defensora de los derechos de la infancia. Idealista.
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El año 2016 ser marcha con 44 víctimas mortales por violencia de género (una cifra que podría aumentar a medida que se resuelvan los siete casos todavía en proceso de investigación). A pesar de que los datos en esta materia revelan una tendencia ligeramente decreciente, el problema de la violencia de género continúa suponiendo una lacra social y una alarmante señal de desigualdad entre hombres y mujeres. Desde 2003, 870 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en este país.
Las instituciones no son ajenas a este urgente problema social. En España, tanto el gobierno central como los gobiernos autonómicos han desarrollado recursos para la atención a mujeres víctimas de violencia de género, y han llevado a cabo campañas de sensibilización para que este problema deje de experimentarse como un ‘conflicto privado’ dentro de la pareja.
Pero a pesar de estos aparentemente bienintencionados esfuerzos de la administración pública, a poco que se analicen las campañas contra la violencia de género hasta ahora lanzadas es posible constatar cómo la ideología machista permea los discursos institucionales y mediáticos, incluso cuando lo que se pretende es concienciar a la ciudadanía del peligro de perpetuar esta cultura sexista.
El principal problema que se hace visible al analizar las campañas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, es el trato de la violencia de género como un fenómeno natural, impersonal e inevitable. Una gran mayoría de las campañas institucionales contra la violencia de género se dirigen a la víctima: “Si hay salida a la violencia de género es gracias a ti” reza el eslogan de la campaña del MSSSI de los dos últimos años en un spot en el que los vecinos de una mujer maltratada la animan para que denuncie su situación. “Si tu chico te hace sentir miedo, cuéntalo” es el mensaje del Ministerio en su campaña de 2014.
Desde el gobierno el mensaje es uno y se repite con incansable insistencia: denuncia. Las causas de la violencia experimentada por estas mujeres se ignoran, y el peso recae sobre la actuación de la víctima. “No te saltes las señales. Elige vivir.” Con esta desafortunada elección de palabras el MSSSI urgía a las mujeres víctimas de violencia de género a denunciar los malos tratos en 2012. Sin embargo, ser víctima de violencia de género no es una ‘elección’ de las mujeres. Las mujeres asesinadas no ‘eligieron’ morir a manos de hombres con los que compartían o habían compartido en algún momento sus vidas. El hecho de que se ponga a disposición de las mujeres un teléfono de ayuda (el 016), y se reduzca su falta de uso a una mala elección por parte de la víctima supone una simplificación del problema y responsabiliza injustamente a las mujeres de su situación. Resulta además deshonesto sugerir que la denuncia siempre surte un efecto positivo en las vidas de estas mujeres: un alto porcentaje de víctimas mortales ya había presentado denuncia contra su agresor.
Aunque es importante que las mujeres conozcan y hagan uso de los servicios públicos de atención y acogida a las víctimas de violencia de género, estos recursos no suponen en ningún caso un medio para la erradicación de la violencia contra las mujeres. Y es que, a pesar de lo que el Ministerio de Igualdad quiera hacernos creer, ponerle fin a la violencia de género no depende de las víctimas, sino de la erradicación del machismo en nuestra sociedad.

A pesar de lo que el Ministerio de Igualdad quiera hacernos creer, ponerle fin a la violencia de género no depende de las víctimas, sino de la erradicación del machismo en nuestra sociedad.

La violencia de género no es un fenómeno natural ni inevitable. Se trata de un síntoma del machismo que impregna nuestra cultura y que se manifiesta en nuestras relaciones; un machismo tan naturalizado que nos resulta inconcebible que pueda llegar a desaparecer de nuestra realidad cotidiana. Por este motivo inventamos subterfugios para sobrevivir a los brutales efectos de esta ideología, urgiendo a las mujeres a escapar de sus hogares cuando los hombres más cercanos a ellas amenazan con destruirlas física y emocionalmente.

La invisibilización de los hombres como responsables de esta cruel epidemia no es casual.

La invisibilización de los hombres como responsables de esta cruel epidemia no es casual. Nuestra tendencia a preocuparnos por las consecuencias de la violencia de género y no por sus causas no es más que otra muestra de resistencia por parte de la sociedad patriarcal a despojar a los hombres de los privilegios que históricamente han poseído: el privilegio de controlar los cuerpos y las mentes de las mujeres, el privilegio de la dominación masculina. Tanto es así que incluso recurrimos a eufemismos para designar la brutal violencia que los hombres ejercen contra las mujeres, de modo que se establezca como un problema femenino —género siempre se entiende como femenino, pues en la cultura machista los hombres son el referente frente al que el género se construye— y librando a los hombres de ser mencionados como responsables de estos crímenes. Tanto el término ‘violencia de género’ como el de ‘violencia contra las mujeres’ invisibilizan la raíz del problema: la violencia es principalmente machista.
La violencia machista dentro del ámbito doméstico y su expresión más grave, el feminicidio, son la manifestación más extrema de un continuo que abarca desde las muestras más sutiles de violencia simbólica contra las mujeres hasta el asesinato. La violencia doméstica que sufren las mujeres debe entenderse dentro de un contexto social y cultural en el que estas son sistemáticamente deshumanizadas: tratadas como objetos sexuales, como decoración, como instrumentos para soportar el ego masculino en su competición por el estatus (como canta la estrella de pop adolescente Justin Bieber, “tonight I wanna show you off”).
Esta conveniente disociación entre el machismo cultural y la violencia contra las mujeres resulta trágicamente evidente en la campaña Hay Salida del MSSSI de 2012 en la que el actor Mario Casas advierte: “Si la maltratas a ella, me maltratas a mí”. Solo dos años antes el actor interpretaba al héroe de la taquillera película adolescente 3MSC, en la que una chica adolescente se enamora perdidamente de un joven que la seduce mediante el acoso, los insultos y la encarnación de un estereotipo de masculinidad caracterizado por el uso de la fuerza física. ¿Quizás sea este un intento de reparación de daños por parte del ídolo adolescente? En cualquier caso, más allá de la ironía de este asunto, cabe preguntarse por qué resulta tan difícil para un hombre entender que el daño a una mujer es el daño a un ser humano. ¿Por qué tiene un hombre que imaginar que la víctima fuera su madre, o su hija, u otro hombre, para poder comprender la gravedad del abuso? Parece que ser mujer no es suficiente para que se reconozca el estatus de persona.
Otra de las campañas contra la violencia de género que figuran como recurso de sensibilización en la página del MSSSI es un famoso vídeo viral producido en 2015 por la web italiana de noticias FanPage. El spot se titula Dale una bofetada y está protagonizado por niños de 7 a 11 años. Los niños se presentan ante la cámara de forma individual y posteriormente entra en escena una niña, Martina, de unos diez años de edad, que permanece en silencio a lo largo del vídeo. Una voz adulta pregunta a los niños qué es lo que les gusta de Martina. Ellos responden tímidamente: sus ojos, sus manos, su pelo… “Es una niña muy guapa.” “Me gustaría ser su novio.” La voz adulta pide entonces a los niños que acaricien a Martina. Ella permanece quieta mientras ellos le acarician el brazo, la cara, el cuello. Después, el adulto que se encuentra detrás de la cámara pide a los niños que abofeteen a Martina. Los niños, sorprendidos, se niegan a hacerlo porque “no se debe pegar a las niñas” y porque “está mal”. La conclusión del vídeo es que “en el mundo de los niños, a las mujeres no se les pega”.
Resulta difícil no sentir cierta incomodidad al ver este popular cortometraje por diversas razones. En primer lugar, la forma en la que se invita a los niños a contemplar la belleza de la chica mientras ella permanece en silencio es una muestra demasiado evidente de cómo los niños y niñas aprenden desde muy jóvenes quién ha de mirar y quién ha de ser el objeto de las miradas. El hecho de que los niños estén dispuestos a acariciar a la niña a petición del adulto sin que ella haya mediado palabra con ninguno de los chicos deja claro que el papel de la chica es totalmente pasivo:  son el adulto y los niños los que deciden cómo actuar sobre la niña según sus criterios subjetivos. Según este criterio, las caricias son buenas y las bofetadas son malas; el contexto de la caricia o, en este caso, la ausencia de invitación por parte de la chica hacia los niños se obvian por completo. El permiso del adulto supone para los chicos todo el consentimiento necesario para establecer contacto físico con la niña.
También la conclusión del anuncio resulta desacertada por su visión limitada de la violencia contra las niñas. Desde edades muy tempranas, las niñas están sometidas al menosprecio de lo estereotípicamente femenino por parte de los varones a su alrededor. Sus gustos, formas de hablar y aficiones se desprestigian. Estas actitudes sexistas, alimentadas por la industria del juguete y del entretenimiento infantil, resultan con frecuencia en el acoso y ostracismo de aquellos niños que muestren preferencias por aquellos comportamientos o actividades estereotípicamente femeninos. El desprecio de lo ‘femenino’ es una forma de violencia simbólica a la que las niñas están sometidas desde edades muy tempranas.
El acoso callejero, los abusos sexuales en forma de exhibicionismo, tocamientos indeseados o comentarios de naturaleza sexual, o el acoso sexual en el trabajo o en el colegio son formas comunes de violencia machista que las mujeres sufren desde su adolescencia y cuya función es la de recordarles su pertenencia al grupo subordinado (aquel de los que no merecen el trato de seres humanos).

La persistente y omnipresente cosificación de las mujeres en los medios contribuye a estas actitudes machistas generando un clima social en el que las mujeres, que han de estar sexualmente disponibles en todo momento, deben no solo soportar sino ver como un ‘cumplido’ por parte de los hombres estos gestos de violencia sexual, como una forma de validar su adaptación al rol de objeto sexual.

La diferencia entre estas manifestaciones de violencia machista y la ‘violencia de género’ a la que hacen referencia las campañas institucionales es tan solo una cuestión de grado. En realidad, su naturaleza y su objetivo son siempre comunes: se trata de mantener a las mujeres subordinadas al poder masculino.
Por desgracia, mientras las instituciones mantengan esta visión miope de la violencia machista, mientras la sociedad no sea capaz de reconocer el machismo cultural, mientras las campañas contra la violencia machista solo ofrezcan escapatoria ante los casos potencialmente fatales, obviando su relación con el machismo que impregna nuestra cultura (la cultura de Justin Bieber, 3MSC, el maquillaje obligatorio en el trabajo, la revista Cuore y los vídeos musicales de Rihanna) y responsabilicen a las víctimas de su propia supervivencia, las mujeres seguirán siendo víctimas de la dominación masculina, y la igualdad entre hombres y mujeres tan solo un eslogan vacío que algunos fingirán creerse.
 

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Comentarios

  1. Alma… podría decir muchas, muchas cosas. Hay puntos del artículo que me dan para largo y tendido. Hay ideas con la que estoy de acuerdo, otras en las que saco cosquillas, otras en la que puedo mostrar el problema desde un prisma diferente, y comentarios o valoraciones con los que choco de frente. Pero me limitaré a decirte que me quedo con dos cosas (mayormente reflexiones propias)… y dejar un par de «detalles».
    1. Que hay algunas campañas del MSSSI (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) que son ineficientes a la hora de concienciar o promover medidas contra el maltrato hacia la mujer (no voy a hablar de «violencia de género»; tal y como expones la problemática dicha lacra de la que hablas en el primer párrafo de tu entrada no merece ésa denominación por definición), pues la persona en cuestión que lo reciba puede encontrarse con un mensaje susceptible a malinterpretaciones. Se me ha nublado la vista con la idea de «no te saltes la señales, elige vivir». (¡¿Cuándo he elegido yo morir; esto es, dejar que me maltraten hasta que tenga riesgo de ser asesinado?! Podríamos hablar de no pasar por alto el que te estén maltratando o sienta las señales de ello, pero la indefensión inducida puede llegar a hacer mucho mal.) Se pueden hacer mejor las campañas de concienciación, pero debido a mi ignorancia a la hora de hablar del cómo, ahí no entro.
    2. Tengo la sospecha de que los asesinatos (feminicidios) se deben más a la violencia doméstica que a la violencia de género en sí. Veo que quienes maltratan a su pareja rara vez agreden fuera de su entorno, y en ciertos casos se da noticia de que no hay delito cometido en el historial delictivo del agresor y/o asesino. Con esto quiero decir, que veo más posible que estas desgracias se deban más a que se tiene a una persona cerca con la que descargar sus frustraciones que por condición de sexo. Y claro, principalmente la persona de la que se abusa es la pareja (la persona con la cual hay un mayor nexo emocional), pero también están en algunos casos los niños y los familiares.
    Con esto quiero decir: si lo que comento resultara ser cierto (aviso de que es una creencia mía) y la raíz del problema estuviera en la violencia doméstica, ¿no habría que debatir en torno a esa perspectiva y hacerse un montón de estudios desde diversos campos para adoptar medidas eficaces contra la violencia doméstica (que perfectamente puede incluirse por casos relacionados al género de la persona) que mitiguen (no creo que las ideologías se erradiquen) lo mejor posible la violencia doméstica? Y por supuesto, que la ley no choque con la Constitución Española actual (la «Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género» quita derecho constitucional a la presunción de inocencia al varón, y por ende hace que el conjunto de los ciudadanos no sean iguales ante la ley por razón de sexo), que actualmente contradice con los Artículos 1 y 24.
    Creo en que si una Ley tiene errores de base (no he hablado de uno semántico que se ha discutido en la RAE acerca de la denominación), no va a funcionar del todo bien, y puede crear efectos colaterales negativos. Me pregunto si esta Ley se ha elaborado en base al modelo Duluth: eso me daría a entender que la base científica a la que se recurre para solucionar la lacra del maltrato hacia la mujer es tenue, y sostiene mejor mi perspectiva de por qué si bien esta ley ayuda bastante a prevenir el maltrato y combatirlo cuando se dan los primeros síntomas, no frena tanto el número de muertes como debería). En definitiva: se puede luchar mejor contra esta lacra, a pesar de que los resultados relativamente esperanzadores (¡aquí va mi primera insinuación! http://www.womanstats.org/laststatics/Physical%20Security%20of%20Women%202014.jpg ).
    Espero que mi comentario servirá de algo (quien me quiera acusar de machista por prejuicios es bienvenido). Un día de estos debo de leerme a Erin Pizzey, en concreto su libro Prone to Violence (segunda insinuación).
    Saludos.

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