Las guerreras del sari rosa exigen libertad para las mujeres de India

Carmen Blanco Grigelmo
Carmen Blanco Grigelmo
Activista feminista y antiespecista. Enamorada de la lucha de las mujeres de India y de viajar siempre lo más lejos posible. Estudiante de Filosofía y Derecho en la UCM
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Han pasado ya 10 años desde que Sampat Pal, activista feminista de India, decidió fundar la organización Gulabi Gang. Esta combativa iniciativa trajo consigo una auténtica revolución en materia de igualdad de género. “Nunca entendí por qué las mujeres debíamos ocuparnos de las tareas domésticas, comer después que los hombres y no poder ir a la escuela: por eso decidí fundar la organización”, sostiene Sampat. Su lucha comenzó en Rauli, un pequeño pueblo de Uttar Pradesh, y desde entonces no han dejado de crecer, llegando a reunir 400.000 integrantes.

La mayoría de las mujeres que forman Gulabi Gang viven en las áreas más rurales de Uttar Pradesh, pero también hay activistas en otros estados de India. Todas ellas visten con un sari rosa -vestido tradicional de India- y el temido lathi o bastón, del que hacen uso siempre que lo consideran necesario.

Educación y empoderamiento de las mujeres

Entienden la educación como una herramienta fundamental para garantizar la libertad de las mujeres. “Mi familia me negó la oportunidad de ir a la escuela. Luché para que esto cambiara y conseguí ir durante uno o dos años. Todos los conocimientos de lectura y escritura que tengo, los obtuve por medio de otros niños que pudieron ir a la escuela”, explica Sampat. Según datos de la UNESCO la tasa de alfabetización femenina en India es de un 62,73%, pero las áreas rurales siempre están más castigadas.

El propósito principal de las guerreras de Gulabi Gang es empoderar a las mujeres. El apoyo mutuo y la formación constante, resulta esencial. “Las casas en las que vivimos también son nuestras y tenemos derecho a sentirnos libres en ellas” sostiene otra de las activistas.
Apoyan la independencia de las mujeres mediante pequeños negocios en el sector textil. De esta forma, no dependen económicamente de sus maridos. El dinero que ganan es fruto de su esfuerzo y capacidades.

Sampat Pal con otra activista de Gulabi Gang (Foto: Carmen B. Grigelmo)

Autodefensa feminista

“Defendemos la autodefensa siempre que lo consideremos necesario. No somos violentas, pero hay ocasiones en las que no nos dejan otra alternativa”, sentencia la fundadora. Ya que nunca han tenido la oportunidad de aprender a defenderse, ni verbal ni físicamente, ellas enseñan y aprenden cómo responder a la violencia.
Frente a las agresiones físicas utilizan el lathi. Se trata de un bastón que pintan de rosa para identificarlo con la organización. Cuando se reúnen dedican parte del tiempo a practicar su uso. Las más veteranas enseñan a las nuevas incorporaciones varias estrategias. Las personas que viven cerca, no dudan en observar atentamente mientras ellas aprenden a defenderse.

Activistas en la sede de Gulabi Gang practicando el uso del lathi. (Foto: Carmen B. Grigelmo)

No restan importancia a la defensa por medio de la palabra. “Como a nosotras se nos niega la educación, hemos desconocido nuestros derechos durante mucho tiempo. Cuando una mujer necesita ayuda, acudo a su casa y le doy una charla motivadora a la par que le informo sobre sus derechos. Nuestro objetivo es que poco a poco se sienta más fuerte y sea capaz de plantar cara a su marido” asegura Sampat.

 Violencia psicológica, física y económica: caso real de Asha

Muchas mujeres acuden a la organización en busca de ayuda. Una de ellas es Asha. Se casó a los 15 años con un hombre mediante un matrimonio concertado. Como dicta la tradición, ella fue a vivir con la familia de su marido. Fue presionada a hacer todas las tareas del hogar y posteriormente tuvo que volver con su familia de origen porque, la familia del marido, no quiso que siguiera viviendo allí.
El tiempo que estuvo viviendo con su marido sufrió maltrato físico, psicológico y económico. Las agresiones llegaron hasta el punto de no proveer de alimentos diariamente a Asha y prohibirle salir de casa. Tras tres años viviendo con su familia de origen, se vio obligada a volver a vivir con su maltratador. Entonces decidió acudir a contar su historia a la organización.
Después de reunirse con Sampat se sintió mucho más capacitada para enfrentarse al maltrato al que le sometía su marido. Ella sigue viviendo en la misma casa que él, pero en partes separadas.
En este mes de Agosto, Asha contactó con Sampat asegurando que su marido le había vuelto a agredir. Ambas acudieron a comisaría junto con otras integrantes de Gulabi Gang y procedieron a defender los derechos de Asha ante la policía.

Sampat Pal y Asha en comisaría denunciando las agresiones. (Foto: Carmen B. Grigelmo)

Mientras se produce el diálogo, Asha se cubre completamente la cara mientras abraza a su hijo. El menor llora desconsolado en medio de una situación difícil para su madre. Todo termina con un documento firmado por un familiar del maltratador. En él promete que se asegurará de que los derechos de Asha no serán vulnerados.
Ella vuelve más tranquila a casa y Sampat continúa dialogando sobre otras situaciones similares en la comisaría. La policía asegura que al menos dos o tres casos de los que llegan cada semana, son casos de violencia machista. Datos escalofriantes que las guerreras de Gulabi Gang intentan convertir en algo del pasado.
Según La Fundación Vicente Ferrer, el 80% de los matrimonios en India son acordados o concertados. Además, muchas familias prohíben a sus hijas e hijos casarse con quien decidan, por pertenecer a castas diferentes. Las activistas se oponen al sistema de castas y abren la puerta a  los matrimonios entre personas de diferentes castas.
Con un gran apoyo social y diez años de lucha a sus espaldas, no dudan en continuar lanzando sus mensajes y reflexiones al resto del mundo. Han demostrado que son capaces de derribar todos los muros que les han ido construyendo a lo largo de su vida. Tanto, que en estos años han logrado convertirse en el temor de muchos maltratadores.
 

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