Un supuesto instinto paternal

Eduardo Aguayo
Eduardo Aguayo
Biólogo y otras cosas, gay, padre.
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Los gais estamos asumiendo los prototipos más arcaicos del heteropatriarcado, con familias blancas de anuncio de pasta de dientes. Lo último: la necesidad de tener hijos o hijas biológicos por la llamada «gestación subrogada» porque sino su fuerte instinto les debe llevar a la desesperación.
El instinto maternal, entendido como algo innato que nos impulsa a tener hijos, no existe. No está demostrado que en las mujeres ni en los hombres opere un reloj biológico que promueva instintivamente el deseo de ser madre o padre; son otras las causas que hacen que alguien lo decida, pero no el instinto. Las creencias, la cultura, la sociedad… juegan un papel muy importante; el deseo de permanencia de nosotros mismos y nosotras mismas, de nuestros recuerdos y valores a través de nuestra descendencia, el miedo a una vejez en soledad, etc.

El instinto maternal, entendido como algo innato que nos impulsa a tener hijos, no existe.

El instinto es algo que la tradición ha «impuesto» como necesario, sobre todo a las mujeres, para ser consideradas normales. Hoy iba por la calle y vi a una niña de un par de años con un bebé de juguete junto a su hermano que corría libremente por la calle. ¿Lo pediría la niña o es la sociedad la que impone roles a nuestras hijas?.
Esto hace que muchas personas, sobre todo las mujeres, sufran ante la ausencia de ese “instinto maternal”. Les hace pensar que no serán buenas madres, que no están preparadas para serlo o, lo que es peor aún, que serán catalogadas como defectuosas por no desear ser madres.

Amigas mías han tenido depresión post parto debido a la imposición de lo que debían de sentir al ser madres

Amigas mías han tenido depresión post parto debido a la imposición de lo que debían de sentir al ser madres, del amor incondicional que haría que la añoranza por su vida social, su trabajo o su vida anterior pasasen a un segundo plano. Algunas de ellas me han comentado cómo la gente de su alrededor las convencía que se sentirían plenamente realizadas como mujeres al ser madres (argumento muy vinculado al que utilizan ciertos hombres que defienden el altruismo de la utilización de las capacidades reproductivas de las mujeres). A veces llorando me han confesado cómo han idealizado la maternidad pensando que, tras ese día de dolor y sangre que es el parto, entrarían en otra fase de sus vidas en la que conocerían la felicidad plena o el amor incondicional. La realidad es que se enfrentan a lloros, falta de sueño, cansancio e incomprensión, hemorroides, estreñimiento, dolor y sangrado por la episiotomía. Tengo grabado en mi retina la imagen de un pezón sangrando mientras una amiga intentaba amamantar a su hijo y llorando me confesaba necesitaba tiempo para ella misma.

Mi padre, como muchos de su generación, entendía la paternidad como la obligación de llevar dinero a casa, participando en la educación, enseñándome sus ideas en el tiempo libre pero no participando en reuniones escolares (hace poco asistí a una reunión del colegio de mis hijos y era el único hombre), tampoco se dedicó especialmente a llevarme al médico o de mi alimentación porque eso era asuntos de las madres
Hoy hay hombres pero no una mayoría, o ni siquiera la mitad de ellos que se ocupa a partes iguales de la crianza de sus hijos e hijas desde la responsabilidad y el derecho que el hecho de ser padre les confiere. Esto no es instinto, es el cambio que se ha producido en la idea que tenemos de la paternidad.

Estamos hablando de deseos no derechos por impulsos biológicos incontrolables y no se puede regular el uso del cuerpo de las mujeres según los deseos de terceras personas.

El instinto maternal/paternal no se ha demostrado que exista. A algunas personas les encanta tener descendencia y nada les hace más felices que ser madres, y padres pero también hay otras que no lo desean, es más, tener un niño les causaría infelicidad.
Varios estudios psicológicos acerca del instinto nos confirman que éste aparece cuando nace el/la bebé y no antes, aparece el instinto como medida de proteger y cuidar al recién nacido.
No existe un reloj biológico donde aparezca instintivamente el deseo de ser madre o padre; se puede decir que la necesidad por tener hijos viene dada por una determinada situación emocional y de estabilidad, no por una llamada incontrolable de la naturaleza. La decisión de tener descendencia poco tiene que ver las hormonas o que suene un manido reloj, sino la particularidad de cada hombre y mujer, lo que pongamos en nuestra balanza vital para sopesar las ventajas y los inconvenientes de nuestro
proceso vital.
Insisto: estamos hablando de deseos no derechos por impulsos biológicos incontrolables y no se puede regular el uso del cuerpo de las mujeres según los deseos de terceras personas. Recuerdo que solo en Madrid tenemos 3000 menores en centros esperando familias.
 

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