Hace unos dias murió en Texas, EEUU, Norma McCorvey. El nombre no se suena a casi nadie (ni siquiera en su país) pero el apodo que se le puso para proteger su identidad, Jane Roe, sí.
En 1973, unas abogadas (Sarah Weddington y Linda Coffee) consiguieron que la lucha por el aborto legal llegara al Tribunal Supremo y que por fin se hiciera una enmienda a la constitución, así garantizando el derecho al aborto. Pero para lograr tamaña proeza necesitaban que una mujer embarazada buscando un aborto hiciera una denuncia en el estado de Texas, donde empezó el proceso en 1970. Esa mujer fue Norma McCorvey (Jane Roe) y ese caso histórico para las mujeres y el feminismo se llamó “Roe vs. Wade” (Henry Wade era el abogado del distrito de Dallas al que le tocó participar en el caso).
Gracias a la labor de Weddington y Coffee, millones de mujeres en EEUU han podido abortar de forma segura y legal. Sin embargo, el fallo del Tribunal Supremo también ha radicalizado a sectores muy conservadores de EEUU de una forma violenta (han llegado a amenazar y hasta asesinar a personal medico que practica abortos). A pesar de que el apoyo por el derecho a abortar sigue siendo firme en EEUU (aproximadamente un 59% de la gente esta a favor), Trump y sobre todo su vicepresidente, Pence, han declarado en alguna ocasión que les gustaría ilegalizar el aborto otra vez. No hay duda de que el caso “Roe vs. Wade” ha definido en gran parte el panorama político y social de EEUU y sigue haciéndolo. Y una mujer vivió en primera persona todo este momento histórico para después luchar contra él.
Norma McCorvey nació en Luisiana, EEUU, en una familia disfuncional. Durante su niñez y juventud, tal y como narra en su primera biografía, hubo reformatorios, relaciones complicadas con su familia y maltrato. A los 16 años se quedó embarazada por primera vez de su marido. Hubo otro embarazo de otra relación (ambos bebés fueron criados por el padre de la criatura en un caso y por la madre de ella en el otro). Mantuvo relaciones con personas de los dos sexos y fue a la edad de 22 cuando, encontrándose embarazada una tercera vez, quiso abortar. En aquel momento McCorvey dijo que el embarazo fue el resultado de una violación en grupo, pero años mas tarde afirmó que era mentira. Fue entonces cuando Weddington y Coffee la conocieron y decidieron usarla como cliente para atacar la ley en contra del aborto en Texas. El proceso pasó al Tribunal Supremo de EEUU y para cuando por fin en 1973 se consiguió la enmienda a la constitución, ya era demasiado tarde para McCorvey, quien tuvo que parir a su hija y entregarla en adopción.
Norma McCorvey se enteró del resultado de su caso a través de los periódicos. Una vez que el proceso legal empezó, las abogadas hicieron el resto y ella se desentendió. Los próximos diez años mantuvo una vida anónima, sobreviviendo a base de trabajos precarios y viviendo como lesbiana. Decidió salir de su anonimato y ser parte del movimiento pro-aborto y ver si podía, en el proceso, sacar algo de dinero. Se puso a trabajar en clínicas que proveían abortos y a dar charlas, pero nunca acabó de encajar del todo en un ambiente de mujeres y feministas de clase alta y universitarias, al ser una mujer que apenas tenía estudios y vivía bastante al margen de la sociedad. Años después dijo que una de las abogadas hubiera podido ayudarla a conseguir el aborto que ella quería, pero que necesitaban que ella estuviera embarazada para proseguir con el caso: “Nunca tuve el privilegio de ir a una clínica, tumbarme y tener un aborto. Es lo que quería tener y no pude”, dijo.
En 1995, trabajando en una clínica en Dallas, la organización radical pro-feto (en contra del aborto, vamos) Operation Rescue, buscando provocar, se mudó a la puerta de al lado. McCorvey empezó a charlar con el mánager, el reverendo Philip Benham e increíblemente decidió abrazar la fe cristiana. Su bautismo, en la piscina de una casa privada de Dallas, fue retransmitido por la televisión nacional. A partir de su conversión religiosa, decidió rechazar la homosexualidad y luchar activamente en contra del aborto.
Sin embargo, McCorvey tampoco acabó de pertenecer del todo a este ambiente súper conservador. Sus miembros la rechazaban por su pasado lesbiano. A pesar de eso participó de forma visible en la lucha contra el aborto. En 2005 hasta pidió al Tribunal Supremo que revisara el fallo de 1973, ya que según ella el aborto dañaba a las mujeres, petición que le fue denegada. En sus últimos años tuvo problemas varios con su salud y se mudó a vivir cerca de su hija Melissa con la que mantenía trato.
La vida de McCorvey en cierta forma simboliza la relación disfuncional y compleja que EEUU tiene con el aborto; una relación en la que se mezclan violencia, sexo, marginalidades, clase y religión. Una relación que también cambia con los vaivenes del destino y es que, en estos momentos que atraviesa EEUU nada garantiza a las mujeres que puedan seguir disfrutando del básico derecho de disponer de sus cuerpos como les dé la gana.