La pobreza continúa siendo un grave desafío a escala mundial, según denuncian desde ONU Mujeres. Desde 1990 se ha avanzado en la reducción de la pobreza extrema, pero en 2011, 1.000 millones de personas (lo que equivale al 14,5% de la población del planeta) seguían viviendo en la extrema pobreza. Se desconoce cuántas de las personas pobres son mujeres y niñas. En parte, esto se debe a que el indicador de pobreza extrema (cuyo umbral está establecido en 1,25 dólares de los Estados Unidos al día) se calcula utilizando datos de ingresos agregados a nivel de hogar, lo que dificulta la estimación de índices de pobreza individuales y, en consecuencia, de las diferente incidencia y gravedad de la pobreza según el género.
En ausencia de datos sobre las tasas de pobreza individual, se ha elaborado un indicador indirecto del mayor riesgo de pobreza al que están expuestas las mujeres. En dicho indicador, el porcentaje de mujeres en edad de trabajar que viven en hogares pobres (definido como el 20% de hogares con menores ingresos) se compara con el porcentaje de hombres en edad de trabajar que viven en esos mismos hogares. Utilizando este indicador, como muestra la figura 1.5, las mujeres tienen una probabilidad mayor de vivir en la pobreza en 41 de los 75 países para los que se dispone de datos. Son muchos los factores que contribuyen a que las mujeres sean más vulnerables a la pobreza, como la desigualdad de acceso a un trabajo remunerado, los menores ingresos, la falta de protección social y el limitado acceso a los activos, como la tierra y la propiedad.
Un análisis de las características de los hogares pobres indica que los países en los que las mujeres presentan un mayor riesgo de pobreza también tienden a registrar una alta representación de hogares integrados exclusivamente por mujeres (es decir, sin hombres adultos) entre el 20% de los hogares con ingresos más bajos. Esto sugiere que las mujeres separadas, viudas y madres solteras (incluidas las que encabezan hogares en los que no existe una pareja masculina) están expuestas a un riesgo mayor.
Incluso en los países en los que las mujeres tienen la misma probabilidad que los hombres de vivir en un hogar pobre, están expuestas a un riesgo mayor de sufrir privación en otras áreas clave del bienestar, como la educación, y tienen menor probabilidad de disponer de una fuente de ingresos independiente a través del trabajo remunerado. Es probable que todo ello se traduzca en una distribución desigual del poder y los recursos en el seno del hogar.
La proporción de mujeres frente a la de hombres que viven en hogares pobres ha aumentado a lo largo del tiempo, pasando de 108 mujeres por cada 100 hombres en 1997 a 117 mujeres por cada 100 hombres en 2012.
América Latina y el Caribe es la única región en la que se ha llevado a cabo un análisis de los hogares más pobres según su composición de género a lo largo del tiempo. Dicho análisis muestra que las mujeres no solo superan en número a los hombres entre las personas que viven en hogares por debajo de la línea de pobreza, sino que la proporción de mujeres frente a la de hombres que viven en hogares pobres ha aumentado a lo largo del tiempo, pasando de 108 mujeres por cada 100 hombres en 1997 a 117 mujeres por cada 100 hombres en 2012. Esta tendencia creciente se ha producido en un contexto de descenso de las tasas de pobreza en el conjunto de la región: en 1997, un 44,8% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, frente a un 32,7% en 2012. Las nuevas políticas sociales, dirigidas a los segmentos más pobres de la población, han contribuido a reducir la pobreza en la región, pero sus efectos varían según el alcance de los programas y el monto de las transferencias.
Además, las mujeres más pobres siguen enfrentándose a barreras para acceder a un trabajo decente. Por consiguiente, es necesario intensificar los esfuerzos para realizar los derechos de las mujeres al trabajo y en el trabajo si se quiere que estas se beneficien por igual del crecimiento económico y de la reducción de la pobreza.