Feministas europeas contra los vientres de alquiler

Pilar Aguilar
Pilar Aguilarhttp://pilaraguilarcine.blogspot.com.es/
Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París. Lee el blog de cine de Pilar Aguilar: http://pilaraguilarcine.blogspot.com.es
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El jueves 23 de febrero se celebró en París una nueva reunión de las 54 asociaciones* que hace un año firmaron un manifiesto de oposición al comercio de los vientres o úteros de alquiler (en Francia, GPA: gestación para otros).
Intercambiamos informaciones sobre la situación en los diversos países europeos y constatamos la feroz campaña que se está llevando en todos para conseguir la legalización.
Constatamos igualmente que los pro-legalización utilizan los mismos tácticas de propaganda en España, Francia, Italia, Canadá o cualquier otro país del mundo.
A saber:

1. Poner el foco emocional y sentimental en los padres-“deseantes” y/o en los que ya han visto cumplidos sus deseos. Los primeros son enternecedores y dan mucha pena. Los segundos son invariablemente parejas maravillosas e idílicas. Resulta curioso que, para adoptar, sea preciso un proceso de idoneidad bastante duro, mientras que, para “encargar la fabricación de un bebé” no se requiera nada -solo poder adquisitivo­-. Más curioso resulta aún que, sin embargo ¡oh, maravilla! todos resulten padres divinos y modélicos.

Resulta curioso que, para adoptar, sea preciso un proceso de idoneidad bastante duro, mientras que, para “encargar la fabricación de un bebé” no se requiera nada -solo poder adquisitivo­-.

2. La madre gestante suele quedar en “velada nebulosa”. Cuando aparece una, también se trata, por supuesto, de una señora estupenda que se manifiesta encantada de hacerle ese “favor” a la pareja contratante. Si bien recibe “una compensación económica”, nunca lo hace por dinero sino por grandeza de espíritu.

3. Se ignora, sin embargo, a qué se debe el curioso hecho de que haya tantas mujeres generosas en los países pobres y tan pocas en los ricos… Y sí, en EEUU también abundan las altruistas “portadoras”** pero no podemos olvidar que Estados Unidos tiene uno de los índices más altos de pobreza relativa entre los países industrializados y que, además, allí está muy banalizado comerciar con el cuerpo y sus derivados (hay, verbi gratia, un floreciente negocio de venta de sangre).

4. Se obvia y se oculta totalmente que estamos ante un contrato cuyos términos pueden ser extremadamente duros y despojar durante nueve meses a la madre gestante de algunos de sus derechos básicos. En efecto, la mujer se convierte en un caro recipiente al que se debe vigilar a fin de que no ponga en riesgo el preciado feto. Así, no podrá viajar, deberá estar siempre localizable para los inspectores, deberá comer -o no comer- según qué cosas (algunos contratos estipulan hasta el tipo de champú que usará), evitará tener vida sexual activa (y esto en algunos países se controla estrictamente hasta el punto de que las mujeres viven “internas” y solo de vez en cuando –y en público- reciben visitas de su familia), etc.

La mujer se convierte en un caro recipiente al que se debe vigilar a fin de que no ponga en riesgo el preciado feto

5. Hay modalidades de contrato mucho más leoninas aún. Algunos estipulan que, cuando la gestante se ponga de parto, se le practicará una cesárea a fin de que el bebé “sufra” menos o que no se “contamine” con fluidos del “artilugio tecnológico” que lo fabricó durante nueves meses. Digo lo de “artilugio tecnológico” porque los partidarios insisten en que se trata solo de una nueva tecnología. Las mujeres gestantes son, pues, simplemente parte de ella, como una probeta o como un horno sofisticado y programable.

6. También se extiende la modalidad de conseguir embarazos gemelares para parejas gays. Se implantan en la mujer dos óvulos debidamente fertilizados con los espermatozoides de cada “papá deseante” y, así, de una tacada, ambos consiguen reproducir sus preciados genes. Ventaja: sale mucho mejor de precio: más caro que “encargar” solo un feto pero más barato que dos “procedimientos” separados.

Y, la pregunta clave ¿por qué quieren que se legalice en los países de Europa que lo prohíben? Nos responden que es para que los padres “deseantes” con poco poder adquisitivo también puedan encargarse su bebé. Enternecedor y conmovedor discurso sentimental con tintes de preocupación social. Queda bien, sí.
Pero no es cierto: no se conseguiría un precio más “ajustando” (por hablar en términos comerciales y dejar de lado los poéticos-emocionales). Así, veamos: en Ucrania el “procedimiento” cuesta 10.000€. Ese dinero, en un altísimo porcentaje va para las agencias, los intermediarios, las clínicas, los asesores jurídicos, etc. En España es impensable que el personal sanitario, la clínica etc. cobraran igual que en Ucrania (allí el salario medio no llega a 200€ mensuales y el mínimo interprofesional es de 71,7; aquí 2.118€ y 825,7 respectivamente). Lo que la pareja se ahorraría en viajes lo tendría que gastar y con creces en esos asuntos. E incluso en la “compensación económica” a la madre pues, por mucha oleada de generosidad que, de pronto, inundara a las mujeres pobres de nuestro país, es dudoso que aceptaran gestar, parir y tener la vida estrictamente controlada durante nueve meses, por una cantidad que no les llegaría ni para pagar la luz.

¿Qué quieren, pues, realmente los padres “deseantes”? Quieren, que ese comercio se legalice para evitarse quebraderos de cabeza y quieren tener cerca a los preciados “receptáculos de sus (¿?) hijos”. Esto les permitiría conseguir un mayor control de la probeta/horno que se los gesta. Porque sí, las agencias les dan todo tipo de garantías pero ¿quién sabe lo que pasa en esos países? Mejor aquí, mucho mejor.
Y, por fin, el último eslogan propagandístico con el que pretenden endulzarnos el tema: “No, no quieren comprar ni alquilar a nadie pero es que todos conocen a mujeres dispuestas a gestar para ellos de manera totalmente desinteresada”. Cuesta creer tal meloso cántico si pensamos que el índice de natalidad en España es uno de los tres más bajos de Europa. O sea, las mujeres no quieren (o no pueden por presiones laborales, por ejemplo) tener hijos propios pero sin embargo, hay legión deseando tener hijos para regalarlos…
Las asociaciones feministas no vamos a dejar que se implante legalmente esta nueva comercialización de nuestros cuerpos. Ya sé que algunos dicen que no somos feministas sino “mal llamadas feministas”. Pues, mira tú por donde, nosotras afirmamos que ellos no son los padres de esa persona que nace sino unos “mal llamados padres” pues la madre es quien la gesta y la pare.

* Las 54 asociaciones procedían de distintos países: Francia, Portugal, Italia, España, Suiza, Bélgica, Cánada…
** Digo “portadoras” porque, en efecto, no se las considera madres, sino portadoras del hijo ajeno, las famosas vasijas de las que ya hablaba Aristóteles.
 

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