El negocio millonario de los anuncios de prostitución en España

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro
Política, escritora y periodista.
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En el histórico encuentro mundial de mujeres organizado por la ONU, en Pekín, en el ya lejano 1995, se establecieron una serie de situaciones encuadrables en lo que ya se empezaba a denominar “violencia de género”. Entre ellas, el tráfico y trata de mujeres para su explotación sexual, es decir, la prostitución de toda la vida. Ha pasado mucho tiempo y la situación no ha hecho si no empeorar, aunque lo positivo es que también se ha incorporado al debate público-político y su visibilización es inevitable.
España es uno de los principales destinos del tráfico de mujeres prostituidas: cada año entran entre 40.000 y 50.000 jóvenes -muchas, menores- mediante métodos criminales. También somos el primer país de Europa, y tercero del mundo, con mayor número de demandantes de sexo pagado, cada vez más jóvenes, que lo hacen como una forma de ocio y entretenimiento. Luis Mariano García Vicente, profesor de Trabajo Social en la Universidad Complutense y coautor de un libro sobre el perfil del cliente de la prostitución en Madrid, afirma que «para ellos, el sexo de pago es algo normal. Igual que consumen alcohol y marihuana, la prostitución es una diversión más».
A primeros de febrero se constituyó una subcomisión en el Congreso de los Diputados (dependiente del área de Igualdad) para alcanzar entre todos los grupos políticos un acuerdo para un Pacto de Estado sobre violencia de género. Se ha fijado un plan de trabajo hasta junio en el cual se escucharán a 60 expertas y expertos. A continuación se formularán propuestas en un documento para corregir las deficiencias y malas praxis que se detecten en la ley de 2004. La portavoz socialista, Ángeles Álvarez, avanzó en aquel momento que se incluiría la trata y prostitución, algo que la actual ley no contempla.

Una de las manifestaciones más increíbles de la expansión y aceptación de esta actividad criminal es su presencia en las páginas de anuncios por palabras de los medios de comunicación.

Personalmente creo que este aspecto específico merece un tratamiento propio y espero que sea posible una vez se concluya el trabajo inicial que ha sido expuesto. Una de las manifestaciones más increíbles de la expansión y aceptación de esta actividad criminal es su presencia en las páginas de anuncios por palabras de los medios de comunicación.
El primer antecedente parlamentario sobre este asunto nos remite a 2007, cuando una comisión mixta Congreso-Senado estimaba que el negocio movía 40 millones de euros, concretando que los ingresos que obtenían El País y El Mundo, con una media de tres páginas de contactos diarias, rondaban los 6 millones anuales, que subían hasta los 10 en el Grupo Vocento.
Dos años más tarde, el gobierno elaboró un Plan Integral contra la Trata que entró en vigor el 1 de enero de 2009, donde, además de definir a las prostitutas como «víctimas», instaba a los diarios a que, mediante la autorregulación, eliminasen cualquier relación empresarial con la prostitución. Algunos atendieron a esta petición, como La Razón, Público, 20 minutos o Avui. El resto los mantienen porque es una suculenta forma de financiación.
Montserrat Puig, publicaba en Diagonal, el 1 de diciembre de 2009 la siguiente -y contundente- información que recojo textualmente por su interés y actualidad:

“España es el único país de su entorno en el que diarios nacionales de información general hacen negocio con anuncios sobre prostitución, pese a que el Plan contra la Trata incluye una petición (no una exigencia) para que los eliminen (…/…)

En el resto de Europa, al igual que ocurre en Estados Unidos, este tipo de publicidad está relegada a rotativos minoritarios y sensacionalistas. En Reino Unido, la ministra de Igualdad, Harriett Harman, encargó en 2008 un estudio que relacionó estos anuncios con el tráfico de mujeres. Tras su publicación, la empresa editorial Newsquest y las filiales locales del grupo editor de The Guardian dejaron de publicarlos.

En Italia, ya hace años que los principales periódicos eliminaron de sus páginas cualquier reclamo publicitario de este tipo. El conservador Il Corriere della Sera se limita a publicar anuncios de tres o cuatro líneas, que no concretan los servicios ofrecidos y están redactados con gran pudor. Se habla de “acompañantes” y jamás se utiliza la palabra “sexo”. En cualquier caso, el periódico les dedica un espacio muy limitado, bajo la rúbrica “clubs y asociaciones”.

En Francia, ni los periódicos conservadores ni los liberales tienen anuncios de sexo. Libération tiene una sección de contactos para gente que busca citas y que es vigilada escrupulosamente para evitar que haya prostitución encubierta.

En Alemania, el Tribunal Supremo dictaminó en julio de 2006 que no es ilegal ofertar servicios sexuales; no obstante, los anuncios de prostitución sólo están presentes en la prensa local y en los tabloides.

En Estados Unidos, la prensa generalista no publica anuncios de prostitución. Éstos están presentes en publicaciones semanales dedicadas al ocio, comoVillage Voice, en Nueva York, oL. A. Weekly, en Los Ángeles.”

Volviendo a España y en este momento, la publicación de este tipo de anuncios sería perseguible de oficio pues hay numerosas disposiciones que ampararían su persecución y eliminación, e incluso un Dictamen del Consejo de Estado, emitido en 2011 a petición del Ministerio de Igualdad, donde se dice, claramente que «es plausible prohibir o, al menos, limitar severamente» los anuncios de prostitución en la prensa escrita, algo que puede hacer el Ejecutivo por propia iniciativa.

Y no cabe duda de que la exhibición e invitación que suponen los anuncios, contribuyen a tener una visión confusa -como mínimo- sobre algo que se normaliza, difunde y genera modelos de comportamiento.

El Pacto de Estado contra la violencia de género prometido y pendiente, no llegará sin tiempo. Tal vez a una parte de la sociedad le costará asumir las medidas -y el castigo- que acaben con esta impunidad, pero es probable que esas mismas personas, o medios, se escandalicen o difundan informaciones sobre cómo afrontan su sexualidad las chicas más jóvenes, desde edades bien tempranas, aceptando tratos vejatorios, sumisión o algún tipo de recompensa. Sobran los ejemplos pésimos y los modelos patéticos al alcance, normalizados, sin reprobación familiar, social o penal. Y no cabe duda de que la exhibición e invitación que suponen los anuncios, contribuyen a tener una visión confusa -como mínimo- sobre algo que se normaliza, difunde y genera modelos de comportamiento.
Estamos ante un gravísimo problema social y ético. En 1862, Víctor Hugo escribía en Los Miserables: «Se dice que la esclavitud ha desaparecido de la civilización europea, pero no es cierto. Existe todavía; solo que no pesa ya sino sobre la mujer, y se llama prostitución». Desgraciadamente, nada ha cambiado, si acaso, se ha multiplicado exponencialmente.
No podemos seguir permitiendo y promocionando el segundo negocio clandestino del mundo con más beneficios, solo por detrás del tráfico de armas y por delante del de drogas, con más de 12 millones de mujeres en 160 países traficadas, en un comercio con ganancias superiores a los 25.000 millones de euros. Si esto sigue pasando de rositas y no se remueve la conciencia social, apaga y vámonos.
 

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