Os juro que le entendí eso. O en inglés, equalizer, que queda más fino, porque me dijo que era un nuevo movimiento originario de los USA. Oh, yeah.
Tratando de neutralizar los pitidos y el abuso de graves que mis oídos experimentaban al escuchar a este muchacho (en una jornada sobre la juventud del siglo XXI, para más INRI), intenté sacarle de su pavor auto-inducido: «Los ecualizadores no estamos de acuerdo con la nueva ola del feminismo que odia a los hombres», me dice. Toma ya.
Cuando empezó a abrir su boquita quinceañera para hablarme de la RAE, ya desistí, no tenía ni tiempo ni ganas. Como le veía muy interesado en intercambiar pareceres, le di mi e-mail, por si quería contactarme y el consejo de que leer es bueno. Sin mala baba, sólo –pensé- por si no lo había incluido en su receta de reinvenciones históricas -histéricas e imaginando un escenario surrealista en el que quizá podríamos trabajar juntxs en un manual para cambiar la palabra pacifismo, por ejemplo, por pixelismo, que es más actual.
Por cierto, aquellas personas que llevan de la correa a la RAE como a su pitbull particular, con el que achuchar de vez en cuando a las feministas, podrían, en coherencia, hacerle caso y ver la definición que tan ilustre –o, llamémosle, Alatriste – institución hace de feminismo.
Nos da igual la palabra, pero la reclamamos por válida, por descriptiva y por agradecimiento a las mujeres que fundaron el movimiento. Aprovechando la actualidad, pediría a las Paulas Echevarrías, a mujeres periodistas, a amigas y conocidas (flaco favor), a mujeres públicas en general y a su versión masculina que no tuvieran tanto miedo en decir en alto “soy feminista”.
Y a las compañeras militantes, las nuevas olas, los viejos vaivenes, las miradas de clase, que no enfrenten lo que sólo debería sumar, y que bordemos fino, pero juntas, para hacer del movimiento feminista uno para el 100% de la población.