Es muy duro decir que mi país es un país de violadores. Muchas veces he tenido que reformular esa frase para poder sustentar mis argumentos sin un veto de parte de mis interlocutores. Lamentablemente los números que sustentan esta afirmación son mucho más que elocuentes: Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y del Caribe (OIG) en el Perú, en promedio, 91 mujeres son asesinadas al año por crímenes de género a manos de su pareja.
Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), el Perú se sitúa en el segundo lugar del ranking de violencia sexual en Latinoamérica y en lo que va del año un promedio de 1778 denuncias fueron hechas.
Con esos indicadores, noticias como la del brigadier de la policía Carlos Eduardo Tumes López, quien violó sistemáticamente alrededor de 150 niños en la provincia de Huánuco, deberían ser motivo suficiente para que la población se dé cuenta que no son casos aislados, es el sistema patriarcal actuando a sus anchas y con la mayor impunidad. ¿Por qué el país en su conjunto permite que esto siga sucediendo?
Los colectivos feministas hacen su mayor esfuerzo en un contexto de violencia de género brutal y con un apoyo institucional muy pobre de parte del Estado.
Seguimos arrastrando todas las taras que la crisis política, moral y social que vivió el Perú durante la década del noventa nos heredó, se habla mucho del actual boom económico peruano, pero no se habla de la falta de educación y de la «cultura» de violación que existe en todos los ámbitos sociales. Tenemos una deuda social con las futuras generaciones, y los colectivos feministas hacen su mayor esfuerzo en un contexto de violencia de género brutal y con un apoyo institucional muy pobre de parte del Estado.
Todos los esfuerzos civiles parecen inútiles cuando aparecen noticias como la de John Pizarro Coronel quien violó a una joven en una discoteca en Lima, mientras los testigos grabaron el delito (en lugar de impedir la violación) para luego subir el video a redes sociales. Si el video no se hubiera vuelto viral probablemente el caso hubiera quedado en nada, como miles de otros casos que no tienen visibilidad; porque se ha llegado a una naturalización del machismo tan aberrante que la lucha feminista es minimizada y hasta condenada en los medios de comunicación.
Nuevamente lo más bajo del patriarcado nos muestra un hombre que se cree con el derecho de tomar lo que es suyo, en este caso el cuerpo inconsciente de una mujer que no conoce
En este caso en particular, la víctima fue violada una y otra vez en los medios cada que se reproducía el video de lo ocurrido, a la vez que alguien en las redes criticaba su manera de vestir, su asistencia a una discoteca, el haber salido sola por la noche, el estar en estado de ebriedad y un largo etcétera.
Mientras, el victimario hasta tuvo una fan page creada en Facebook por su gran “hazaña” y ahora la defensa indica que él se encontraba en estado etílico, lo que sería un atenuante a la posible condena de 15 años que le espera; alegan incluso que la joven víctima consintió el hecho, cuando no hace falta ser un experto perito en la materia para darse cuenta que estaba inconsciente cuando sucedieron los hechos y que a todas luces lo ocurrido fue una violación.
Nuevamente lo más bajo del patriarcado nos muestra un hombre que se cree con el derecho de tomar lo que es suyo, en este caso el cuerpo inconsciente de una mujer que no conoce, un hombre que luego es apoyado por todo el público que presenció el hecho, lo grabó, lo difundió como una hazaña y lo ensalzó como lo más normal del mundo. ¿Por qué el grueso de la población sigue sin ver el problema real?
El problema no es la víctima, el problema es el sistema patriarcal enquistado en lo más profundo de las instituciones sociales, en los medios de comunicación y en la vida diaria. Y aunque muchas organizaciones civiles y feministas se solidarizaron con la víctima y hasta crearon campañas de concienciación al respecto como la campaña “El silencio nos hace cómplices”, aún parece haber muchísimo trabajo por hacer.
El machismo nos está matando con una organización impresionante que nos coloca en un estado de vulnerabilidad sin precedentes
Así como el matrimonio entre el patriarcado y el capitalismo ha enceguecido a la sociedad, sus hijos legítimos, el machismo y la corrupción, han destruido y siguen destruyendo cualquier propuesta de cambio. Estamos en una situación de alerta tan grave que los números mencionados anteriormente parecen no importar para las autoridades, ya que desde el Congreso se promovió y finalmente se llegó a aprobar la derogación del Decreto Legislativo 1323 el cual fortalecía la lucha contra el Feminicidio, la Violencia Familiar y la Violencia de Género.
De esta manera, los casos que mencioné antes, así como infinidad de otros casos serán clasificados como inseguridad ciudadana, un retroceso terrible y desalentador para quienes queremos una sociedad más justa.
Nos están matando. Desde lo más alto de la esfera del poder se nos envía el mensaje de que somos ciudadanas de segunda clase, eso se refleja en las calles o en cualquier espacio público donde las mujeres nos atrevamos a querer transitar libremente. El machismo nos está matando con una organización impresionante que nos coloca en un estado de vulnerabilidad sin precedentes, censurando a las organizaciones feministas y a los colectivos LGTBI.
Pero en este panorama tan desesperanzador ¿qué herramientas nos quedan para seguir luchando? La herramienta no es otra que el Feminismo. El Feminismo combativo que felizmente se sigue gestando en las calles de Perú y que se replica en toda la región como respuesta a la desfachatez del patriarcado. Movimientos como Flora Tristán, #DejalaDecidir o #NiUnaMenos que en agosto del año pasado movilizaron a miles de personas alzando su voz de protesta ante las injusticias del sistema patriarcal que vive en el poder judicial peruano.
Hay mucho trabajo por hacer, pero el Feminismo peruano no se cansa de luchar para que la afirmación de que el Perú es un país de violadores quede en el olvido.
Discurso de gente monótona.