Cuando la interseccionalidad se vuelve tóxica

María Luisa Latorre
María Luisa Latorrehttps://noaledadismo.com/
Feminista, profesora de inglés y antes profesional del marketing. Vive actualmente en Cádiz tras más de veinte años en Estados Unidos, cuatro en Reino Unido y tres en Japón.
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“¿Cómo es que solo las mujeres blancas habláis de unidad?” Esto lo vi en un comentario de Facebook que hablaba de privilegios e interseccionalidad. No sé muy bien cual se supone que es la respuesta adecuada. ¿Que nos matemos entre nosotras, tal vez?

Antes de seguir, si cuando escribo de interseccionalidad la lectora no sabe de que va, lo explico aquí: es un concepto según el cual a muchas personas nos “atraviesan” o afectan varias opresiones. Si eres una mujer y blanca te jode el patriarcado, pero si eres una mujer de color, lesbiana y en una silla de ruedas, te oprimen el racismo, la homofobia y la discriminación hacia personas con discapacidades.

El concepto de la interseccionalidad nació en el año 1989 por la académica y activista Kimberlé Williams Crenshaw, una feminista afroamericana, la cual notó correctamente y escribió que algunas personas sufren de discriminaciones y opresiones varias. En el pasado, el feminismo ha sido acusado de haber sido un movimiento solo para mujeres blancas y de clase media. Aunque se han hecho muchos adelantos en tiempos más modernos para incluir a mujeres de otras orientaciones sexuales, etnias y de situaciones económicas diferentes, los casos en los que las feministas acusan a otras de ser unas opresoras o de no entender su opresión, no sólo no han mermado sino que, ayudadas por el relativo anonimato de los medios sociales, han aumentado y se han vuelto muy violentas. Es en ese momento en el que la interseccionalidad pasa de ayudar al feminismo a ser más diverso e incluyente, a una excusa para organizar una batalla campal por Twitter. En otras palabras, se vuelve tóxico.

En mi opinión, el sector queer, con una mentalidad tan individualista, está ayudando al fomento de estas “olimpiadas de la opresión” en la que personas exigen a otras que se miren sus privilegios, mientras enumeran sus múltiples opresiones.

A continuación voy a enumerar algunos de los problemas actuales con la interseccionalidad y cómo, a mi entender, se puede mermar la toxicidad imperante. Es importante reducir la toxicidad, porque lo que está ocurriendo ahora es que no hay diálogo; se manda a la gente a callar y no hay manera de argumentar de una forma constructiva, ni avanzar.

Lo que quiero decir es que muy a menudo se le echan en cara a muchas feministas y mujeres ciertos privilegios, que no lo son.

El concepto de la interseccionalidad tiene que ver con privilegios y opresiones. Lo problemático es que muchas veces se mezclan privilegios que en realidad no lo son, sino derechos humanos. Por ejemplo, si una mujer blanca tiene un trabajo con una paga de acuerdo a sus habilidades y educación, y otra mujer , digamos, emigrante Filipina con igual preparación es pagada la mitad, no podemos decir que la blanca sea una privilegiada, ya que el tener un trabajo digno no es, o no debería ser, un privilegio, sino un derecho humano, por el cual se ha luchado de una forma colectiva. Es esta confusión entre privilegios y derechos uno de los factores que causan muchas movidas por internet; se le echaría en cara a la mujer blanca que tenga unos privilegios, y se la llama opresora, cuando no es verdad. Los privilegios son ventajas que algunas personas (una minoría, en realidad) disfrutan debido a pertenecer a un grupo con un cierto poder, en general económico. El privilegio no se lucha colectivamente, es algo que te toca automáticamente o se consigue individualmente, o por causas ajenas a veces. Lo que quiero decir es que muy a menudo se le echan en cara a muchas feministas y mujeres ciertos privilegios, que no lo son.

Los derechos, por otra parte, se han conquistado colectivamente. Todos y todas vivimos en un mundo capitalista y patriarcal; pero es cierto que hay desigualdades dentro de los países, las sociedades, los grupos. Las luchas de determinados sectores, de los sindicatos, activistas y movimientos feministas, han sido fundamentales para conseguir esos derechos. Por ejemplo, que en un país una mujer tenga el derecho al aborto y otras no, no significa que la mujer blanca le haya quitado ese derecho a las otras, es el sistema patriarcal el que prohíbe y castiga. Por supuesto que hay mujeres que tienen privilegios debido a ser de la clase acomodada y disponen de más recursos a la hora de abortar de una forma libre y segura, pero el derecho al aborto legal ayudaría a todas las mujeres como colectivo, no solamente a unas cuantas. La persecución del aborto es perjudicial para todas las mujeres como grupo, incluso para las ricas. Desde este punto de vista, se puede y se debe reconocer que el privilegio permite a un grupo de mujeres no acabar en la cárcel, pero lo ideal es que ninguna mujer sea castigada así. Por esto luchamos las feministas.

En un contexto general, es fundamental que la interseccionalidad se alíe con la lucha para acabar con las desigualdades económicas, y viceversa. La pobreza, la desigualdad económica… son determinantes a la hora de exigir los derechos. Y, sin lo colectivo, sin la lucha entre las clases sociales, sin solidaridad, no se puede conseguir la revolución.

(…) sin asumir que el ser blanca y hetera automáticamente te convierte en “opresora”.

Mientras la interseccionalidad reconoce las identidades individuales, no ve que muchos grupos oprimidos no son necesariamente homogéneos. La clase económica a la que se pertenezca es mucho más determinante, en muchos casos, que el color, la orientación sexual o el sexo. Un hombre negro que sea millonario tendrá más en común con otros millonarios que con otros hombres negros pobres. Y es por esto por lo que las mujeres adineradas no entienden los problemas de sus compañeras más pobres y vemos con horror que muchas políticas se alían con la derecha más que con la izquierda. Y por otro lado, es totalmente cierto que hay poca diversidad en los círculos más adinerados; tienden a ser hombres blancos los que tienen el poder.

Sin la lucha por las desigualdades económicas, la interseccionalidad se reduce a una política de identidad. Y sin interseccionalidad, la lucha para acabar contra la pobreza ignora que las personas migrantes, LGTB, las mujeres, las personas con discapacidad, etc., son las tienen más posibilidades de ser pobres y se las ignora. Y eso no está bien. Lo que todo esto significa para el feminismo es que la interseccionalidad debería estar al servicio del feminismo (y viceversa), pero teniendo en cuenta la clase económica a las que las mujeres pertenecen, e incluyendo esas mujeres blancas y heteras que no pertenecen a las clases sociales pudientes o que sufren otro tipo de opresiones. Y, por supuesto, sin asumir que el ser blanca y hetera automáticamente te convierte en “opresora”. (Respecto a la raza, su significado es bastante relativo; cambia en personas y lugares distintos. Yo, que soy española, soy considerada blanca en Europa, mientras que en EEUU, donde viví muchos años, era hispana según la población blanca de allí y, por supuesto, tuve que escuchar comentarios racistas y sufrir discriminación en varios ámbitos de mi vida. Aquí en Inglaterra, donde vivo ahora, depende del contexto, te pueden discriminar por ser ciudadana de la Unión Europea, o no).

Hay que construir identidades que ayuden a la solidaridad, que no pierdan de vista quién oprime de verdad: la alianza capitalismo-patriarcado

En fin, hay que construir identidades que ayuden a la solidaridad, que no pierdan de vista quién oprime de verdad: la alianza capitalismo-patriarcado. El capitalismo bajo el cual vivimos fomenta la individualidad frente a lo colectivo, enfrenta a las personas por su raza, sexo y otras categorías, y laboralmente coloca a las trabajadoras y trabajadores en jerarquías que compiten por los mismos trabajos. Muchas veces la interseccionalidad reproduce estas relaciones de poder al situar a las personas en ciertas jerarquías, lo cual, aliado con el usar el “arma” del patriarcado de discriminar a las mujeres, fomenta las hostilidades que se ven en ciertos círculos. Y, por otro lado, las feministas de los dos lados deberíamos escuchar un poco más.

Como he escrito más arriba, sin la interseccionalidad y sin la lucha de clases, no puede haber solidaridad ni cambio. Hay que buscar lo que hay en común, en lugar de enfrentar un grupo contra el otro. De lo contrario no hay diálogo: no hay más que ataques, y debates estériles que lo único que consiguen es que no se avance. Lo dicho: más allá de la orientación sexual o el color que tenemos, el patriarcado y el capitalismo nos joden a todas.

 

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Comentarios

  1. Pues sí, ser blanca te hace estar estructuralmente en un grupo opresor, igual que ser hombre me coloca a mi estructuralmente en un grupo opresor. Ahora podemos hacernos conscientes de esa posición estructural que ocupamos y los privilegios que conlleva, revisarlos y actuar en consecuencia… o podemos seguir empeñad@s en que no somos estructuralmente machistas, como yo soy, y racistas, como tú eres. Lo que es increíble es que gran parte del feminismo blanco niegue su racismo con los mismos argumentos con que los machistas niegan su machismo. Vamos, que acabas diciendo las mismas cosas que Jordan Petersen.

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