¿Hétero o no hétero? That’s the question

Pilar Aguilar
Pilar Aguilarhttp://pilaraguilarcine.blogspot.com.es/
Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París. Lee el blog de cine de Pilar Aguilar: http://pilaraguilarcine.blogspot.com.es
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Para empezar, convendría aclarar que el prefijo hétero proviene del griego ἕτερος (héteros) y significa «otro, diferente».
En español ese prefijo entra en la formación de unas cuantas palabras (no muchas, la verdad). Estas son las más conocidas y las que nos interesan aquí:
Heterogéneo y afines. Heterogéneo es lo formado por partes de diversa naturaleza y que mantienen propiedades independientes. Lo contrario es homogéneo.
Heterodoxo y afines. Heterodoxo es quien está en desacuerdo con los principios de una doctrina y no sigue las normas o prácticas tradicionales, generalizadas y aceptadas por la mayoría. Lo contrario sería conforme, adecuado a las normas.
Heterodesignado y afines. Heterodesignado es el sujeto definido por otro, cuyo lugar y características generales y personales le son atribuidas e impuestas desde fuera. Lo contrario sería autodefinido y autodeterminado.
Heteronormativo y afines. Muy emparentado con el anterior pero haciendo más hincapié en las normas y conductas sociales y menos en la subjetividad.
Heterosexual y afines. Persona que se siente sexualmente atraída por personas del otro sexo. Lo contrario es homosexual. Homosexual es una palabra formada a partir del griego ὁμο- que significa igual, idéntico, el mismo. Ahora bien, el prefijo homo se presta a confusión porque la palabra latina que designa hombre es homo-hominis. Debido a esta posible ambigüedad, en español actual se tiende a reservar homosexual para los varones y a utilizar el de lesbiana para las mujeres homosexuales.

El patriarcado es esencial y obligatoriamente hétero

1.Aclarado esto, resulta evidente que el patriarcado ha creado una sociedad binaria. Es decir, a partir del sexo, ha fabricado e impuesto dos categorías de seres humanos (categorías llamadas géneros por la teoría feminista) radical y brutalmente heterogéneos: hombres y mujeres. El patriarcado intenta –y, si es necesario, de forma violenta- que las dos “naturalezas” se mantengan bien delimitadas y repugna de cualquier transgresión de esas fronteras.

2.Esta escisión dual se acompaña de una categorización jerárquica: los hombres en su conjunto sojuzgan a las mujeres en su conjunto. Hay quienes niegan que, en nuestras sociedades, exista aún esa estructura de dominio. Y, en efecto, como consecuencia de siglos de lucha, las mujeres occidentales somos legalmente iguales, alcanzamos la mayoría de edad con los mismos años y los mismos derechos que los varones, podemos estudiar y podemos trabajar sin permiso expreso de un hombre, etc. Pero, los indicadores sociales muestran que ocupamos los trabajos peor pagados y valorados (aun teniendo mejores expedientes académicos), sufrimos una gran violencia sexual y física, cargamos con el trabajo de cuidado de hijos, ancianos y hogar, etc. etc.

3.Para los hombres, en tanto que han de amoldarse al “género hombre” y en tanto que ese género conlleva igualmente una normativa muy estricta, el patriarcado también supone un corsé. El corsé masculino va acompañado de privilegios considerables, pero puede ser vivido con disconformidad por varones concretos. Y, en la medida en la que se rebelen o no se adapten al rol, sufrirán represión. Represión que las feministas no negamos pero que, en cualquier caso, nunca abarca tan radicalmente todos los aspectos de la vida. Por poner un ejemplo, un varón homosexual puede pasear a horas tardías por lugares desiertos sin especial temor a ser violado. Quizá, si tiene lo que comúnmente se llama pluma, pueda correr más peligro porque por ahí se “degrada” y emparenta con la categoría mujer. Pero lo que sí queda meridianamente claro que en el sistema jerárquico patriarcal, tiene como fundamento y objetivo esenciales la sumisión de las mujeres.

4.Por eso, el feminismo es radicalmente una propuesta heterodoxa. Las feministas son heterodoxas en la medida en la que incumplen las normas, llaman a no respetarlas e incluso a dinamitarlas. Y no solo las feministas son heterodoxas, también lo es cualquier mujer que no se adapte al rol asignado. Lo sepa ella o no, cada vez que una mujer transgrede grandes o pequeñas cosas se coloca en el bando de la heterodoxia. Aunque, como hemos dicho antes, un varón que no acate las reglas y que vulnere los patrones que acompañan su “ser hombre” también es heterodoxo. Pero históricamente somos las mujeres quienes hemos llevado y seguimos llevando la bandera de la heterodoxia ante el patriarcado (por la cuenta que nos trae, claro).

5.El poder patriarcal lo detentan, como su nombre indica, los “patriarcas”, los “padres”, los hombres. Ellos (como género) se arrogan la capacidad de nombrar, de asignar lugares, de crear leyes, normas, manera de ser y estar en el mundo. Por lo tanto, es evidente (es, incluso, la evidencia misma) que, debido a su propia esencia, el patriarcado es siempre hétero para las mujeres. Es hétero en el sentido griego: creado e impuesto por otros. Simplemente porque las mujeres no son hombres. Así de sencillo.

6.O sea, decir heteropatriarcado es totalmente redundante. No existe otro patriarcado. Es como decir capitalismo capitalista. Algun@s sostienen que no, que equivale a la distinción capitalismo/capitalismo neoliberal. Pero resulta que esta última expresión hace referencia a una nueva fase del capitalismo. No negamos que el patriarcado también haya mutado y lo vaya a seguir haciendo, por supuesto. Se adapta a los tiempos, tiene que ceder en algunos puntos, atrincherarse en otros, emprender nuevas guerras, levantar nuevas fronteras, incorporar estrategias, etc. Ahora bien: para las mujeres, el patriarcado siempre ha sido y sigue siendo hétero. Y, concretamente, es heteronormativo y heterodesignador. Repito: desde el momento en que es patriarcal, sus normas, sus atribuciones, sus designios, sus definiciones, sus reglas, sus modos y definiciones para las mujeres vienen del “otro”. Para nosotras siempre es hétero. No puede existir un patriarcado que no sea hétero con respecto a las mujeres porque siempre es poder de los varones. Supone, por lo tanto, una heterodesignación y una heteronormatividad. No puede ser de otro modo: no puede ser. ¿Tan difícil es de entender?

O sea, decir heteropatriarcado es totalmente redundante. No existe otro patriarcado. Es como decir capitalismo capitalista

Defensa de la palabra heteropatriarcado desde el feminismo

No voy a resumir aquí las teorías de lo que algunas llaman lesbofeminismo, mejor que, quien lo desee, acuda a las fuentes. No desdeño para nada (pero para nada) las aportaciones teóricas ni las luchas concretas que se han hecho desde el lesbianismo feminista (como yo prefiero llamarlo). Pero disiento en algunas cuestiones.

Sí, claro, por supuesto, el deseo esta socialmente construido. Tanto el hétero como el homo. Y, sí, claro, la sociedad nos norma, nos construye de manera draconiana como heterosexuales. También es cierto que, sobre esa “base impositiva”, cada cual dispone para construirse y modelar sus deseos de un margen de maniobra más o menos amplio (según su temperamento, su ideología, las posibilidades que se le oferten, etc.). Pero, como ya dije en mi anterior artículo, no creo que baste con la razón para cambiar el deseo. Controlarlo por supuesto: si alguien desea a otr@ sin ser correspondid@, se aguanta, no viola ni acosa. ¿Pero es posible dejar de desear? ¿Cambiar de objeto de deseo?.

Y, en ese sentido no creo en el lesbianismo político. Y, desde luego, no comparto ese supuesto de que para ser realmente feminista haya que ser lesbiana.

Pero este asunto tiene un aspecto mucho más interesante: el análisis de una de las características más sibilinas del patriarcado: el lazo sentimental y amoroso con quien te oprime. Que conste que casi todos los sistemas de opresión usan esa palanca. Te convencen, por ejemplo, de que el señorito es bueno, el rey campechano y simpático, Amancio Ortega generoso, Ronaldo heroico, etc. Pero el summum, el refinamiento total en esta escala los usa el patriarcado. Y no solo ni fundamentalmente con el amor romántico (que, por supuesto, funciona a tope en el mundo occidental) sino con el amor materno, la educación femenina para la empatía y el cuidado, etc. Muchas mujeres que ya ni siquiera creen en el “amor”, ni esperan que sus parejas las quieran (de deseo sexual ni hablamos, lo tienen en la constelación de Andrómeda, a 2.200.000 años luz) siguen como máquinas haciendo comidas, poniendo lavadoras, cuidando a todos…

El feminismo ha de insistir por ahí (digo insistir porque no es cosa nueva, que conste). Ya sabemos que es camino complicado y difícil. El mensaje con respecto a la pareja puede ser relativamente claro: “Deja a ese tipo que no te da placer, no te aporta nada y te explota”. Respecto a los hijos es endiabladamente complejo. Hay tareas de prevención: “No tengas hijos si no quieres; tu destino no es la maternidad; eres persona antes que madre”. Consignas prácticas: “No renuncies a tu vida por tus hijos, comparte el cuidado con tu pareja”, etc. etc. pero, en fin, avanzar por este camino es arduo y dificultoso.

Y, vuelvo a decir, el feminismo siempre la ha hecho. Pero, mientras no tuvimos igualdad legal, las prioridades de la agenda eran los derechos civiles y políticos. Ahora (y concretamente desde los setenta) ya estamos en otra fase. Así, por ejemplo, en la lucha contra la violencia hacia las mujeres no solo pedimos ayudas prácticas para las maltratadas, jueces formados, medidas de seguridad eficaces, etc. pedimos educación para la igualdad, encabezamos campañas por el empoderamiento de las mujeres, combatimos el veneno del amor romántico (“si te maltrata y te controla, no te quiere”), desmontamos las falacias publicitarias patriarcales, criticamos sus artefactos culturales, etc. etc.
¿Se puede hacer más y con mayor eficacia? Por supuesto.

Muchas mujeres que ya ni siquiera creen en el “amor”, ni esperan que sus parejas las quieran (de deseo sexual ni hablamos, lo tienen en la constelación de Andrómeda, a 2.200.000 años luz) siguen como máquinas haciendo comidas, poniendo lavadoras, cuidando a todos…

Otras interpretaciones del heteropatriarcado

Pero, cuando algun@s personas defienden la palabra heteropatriarcado, no se centran ni se interesan especialmente en los significados que acabamos de apuntar. Aplican el prefijo de “hétero” al campo sexual que es el que les preocupa y el que realmente centraliza su interés. Usan “heteropatriarcado” para marcar el hecho de que la sexualidad y el tipo de identidad que se nos impone es heterosexual y señalan el dolor que ello provoca.

Y sí, así es. Pero, ojo, sobre todo para las mujeres. Para los hombres (que siempre gozaron, como el lógico, de muchísima más permisividad en todos los terrenos) ha habido épocas y momentos históricos donde podían vivir sus deseos homosexuales bastante libremente, incluso compaginándolos sin problemas con el matrimonio heterosexual a fin de procrear. Como sabemos, en Grecia la homosexualidad masculina estaba considerada como más exquisita e interesante. En cierta manera, la cultura patriarcal sigue cultivando esa dualidad. Baste con observar lo que pasa en el cine: en muchísimas películas quienes se aman, se entienden, se respetan, se interesan, se ayudan o se afrontan son todos varones. El amor ideal que nos presentan es, pues, homosexual, aunque luego, extrañamente, el erotismo deban de vivirlo con cuerpos de mujeres.

De lo anterior se deduce que la represión sexual que han sufrido y sufren hombre y mujeres no se equivale. Para las mujeres ha sido y es mucho más brutal y de raíz. Para generaciones enteras de mujeres la sexualidad no debía ni existir. Las mujeres no eran -y en muchos casos no son- sujetos de deseo o de placer sexual, sino objetos. Lo que más bestialmente plasma esto es la escisión de clítoris. Y sin llegar a la mutilación física: ¿qué placer obtiene una mujer a quien casan con un hombre a menudo mucho mayor que ella y con quien no comparte nada? hombres que, además, la tocarán y la penetrarán por donde ellos quieran y cuando ellos quieran… Incluso en situaciones donde las mujeres eligen pareja ¿alguien cree de verdad que los encuentros sexuales para la mayoría de las mujeres se realizan cómo y cuándo ellas lo desean? ¿Cuántos millones de mujeres viven una realidad sexual totalmente empobrecida, abusada, ignorada? Para cuántas es: “Vuélvete, María, que te la meta”. Por favor: si basta con ver cine (no digo ya porno, sino cine “normal”) para enterarse de qué va (aunque lo embellezcan mostrando que a ellas también les gusta…). Basta con saber la cantidad de hombres que usan y abusan de mujeres en prostitución… De verdad ¿alguien piensa que esos prostituidores tienen en cuenta el placer de sus parejas cuando se las follan? (y sí, digo “se las follan”).

Pero resulta que ahora algunos y algunas nos dicen que hay que llamar al patriarcado heteropatriarcado (e incluso cisheteropatriarcado) para incluir en pie de igualdad (cuando no por delante) lo mucho que ellos sufren… O sea, quieren ocultar que el patriarcado es un sistema global de opresión brutalidad y explotación de las mujeres para diluirlo y dejarlo en un: “A mí me miran mal o me insultan cuando voy con mi pareja”… Que sí, que ocurre que lesbianas, gays o trans sean agredidos. Y tal brutalidad me hiere, por supuesto, pero cada día violan a tres mujeres, le dan palizas a cientos, asesinan a una por semana y son millones (digo en nuestro país, no en Arabia Saudí) las que en estos momentos están siendo explotadas y abusadas.

O sea, y por resumir:

  • Que la esencia del patriarcado es hétero y el feminismo no lo ha descubierto ahora (algun@s sí, lo acaban de descubrir pero el feminismo no, ya la tenía descubierto).
  • Con todo, me daría un poco o bastante igual el uso –e incluso abuso- de “heteropatriarcado” si se tratara de una palabra simplemente redundante. Estamos tan inundad@s de palabrejas, una más o menos…
  • Si me opongo es porque alguna gente (toda no, por supuesto) la utilizan para diluir la atroz represión que, en todos los campos, sufren las mujeres. Pretenden que sustituyamos nuestra lucha de liberación total por: “Follemos a nuestro aire, vistamos como nos dé la gana, inventemos nuestra identidad”. etc. etc.

Por supuesto yo no apoyo la represión de la sexualidad pero me opongo frontalmente a vaciar de contenido feminista radical la lucha antipatriarcal. Quiero cargarme los corsés genéricos que nos destrozan (que nos destrozan sobre todo a las mujeres) y, quiero acabar con la brutal realidad que tantas sufren cada día.

Quieren ocultar que el patriarcado es un sistema global de opresión, brutalidad y explotación de las mujeres para diluirlo y dejarlo en un: “A mí me miran mal o me insultan cuando voy con mi pareja”… Que sí, que ocurre que lesbianas, gays o trans sean agredidos. Y tal brutalidad me hiere, por supuesto, pero cada día violan a tres mujeres, le dan palizas a cientos, asesinan a una por semana y son millones (digo en nuestro país, no en Arabia Saudí) las que en estos momentos están siendo explotadas y abusadas

Andad, leeros, por ejemplo, si aún no lo habéis hecho, el último artículo de Barbi Japuta  y luego, si tenéis redaños, venid a decirme eso de que la multiplicación paródica de los géneros es lo importante y es lo que va a cambiar el mundo.

Y si tenéis almas de cemento armado que resistan tanto cinismo (o teneís tanta incultura), decidme que lo conseguido hasta hoy (incluida la libertad sexual) se lo debemos a l@s trans-maricas-bolleras-gay-guay-queer-colonizadas-negras-indígenas (sí, muestran una desvergüenza total al apropiarse las luchas de mujeres negras e indígenas) y no se lo debemos a siglos de combate feminista.

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