A lo largo de los años, la teoría feminista, con sus análisis y aportaciones al pensamiento sociológico, político, filosófico, histórico, económico y etc. ha definido bastante bien las bases del patriarcado y el conjunto de opresiones que lo constituyen.
Afirma que el patriarcado es, por supuesto, ENTRE OTRAS COSAS, una heterodesignación y tiene un carácter heteronormativo, heterosexual, homofóbico (esto último, según las épocas, nulo o leve para los varones -verbi gratia, Grecia-). Repito: para el feminismo, el término patriarcado ya incluye todo eso Y MÁS. De modo que decir heteropatriarcado es como decir capitalismo-capitalista.
Lo cual no significa que al analizar un aspecto del patriarcado (o del capitalismo), al incidir en una de sus manifestaciones o estudiar sus características en una sociedad o un tiempo dados, etc. etc. sea incorrecto adjetivar y decir, por ejemplo: “vamos a ocuparnos aquí y ahora del aspecto heteronormativo u homófobo del patriarcado”.
Pero sustituir al conjunto por una parte, ni hablar. Y priorizar la opresión homosexual sobre las otras múltiples opresiones que sufren las mujeres (incluida la de cualquier tipo de sexualidad), menos aún.
Pero, en los intercambios habidos después de mi anterior artículo, un señor defiende “heteropatriarcado” alegando: “Me resulta atractiva la capacidad que tiene el término de poner sobre la mesa herramientas de dominación que quizás no eran tan visibles, como la heterosexualidad obligatoria, el matrimonio, la reproductividad, la monogamia…” O sea, él acaba de enterarse de esas “cosuelas” y piensa que conviene ponerlas de relieve rebautizando al patriarcado como “heteropatriarcado”. Conclusión: no ha leído nada de feminismo (ni siquiera a Wittig aunque por ahí le suenen las campanas) y por eso cree que el feminismo estaba tan in albis como él. Ignora que hay todo un corpus de análisis y pensamiento y sobre esos asuntos y sobre MUCHOS MÁS.
Por otra parte, si la palabra “heteropatriarcado” sirviera, al menos, para aclarar algo… pero no. Leyendo comentarios a mi artículo deduzco que no, que cada cual le da el contenido semántico que le da la gana.
Contenidos que pueden, incluso, ser contradictorios. Así, unas defienden el término porque (siguiendo la estela de Monique Wittig) marca justamente que “las lesbianas no son mujeres”, es decir, que las lesbianas se han liberado de la servidumbre impuesta por el varón.
Si la palabra “heteropatriarcado” sirviera, al menos, para aclarar algo… pero no. Leyendo comentarios a mi artículo deduzco que no, que cada cual le da el contenido semántico que le da la gana.
Otras voces afirman justamente lo contrario: dicen que hay que usarla para marcar la doble opresión que sufren las lesbianas.
Con respecto a las primeras, creo que, en efecto, las feministas lesbianas que viven en países donde legal y formalmente no hay discriminación tienen, en algunos aspectos, un camino más fácil y agradable que las feministas heterosexuales. No es cuestión de analizar el asunto aquí pero está claro que escasean los hombres con los que una feminista heterosexual pueda formar pareja sin andar todo el día de batalla (o de resignación). Y, por supuesto, pasada una cierta edad –y/o en determinadas condiciones- es muy, muy difícil que una mujer heterosexual encuentre compañía erótico-amorosa. Creo, sinceramente, que para las lesbianas el panorama no es tan duro.
Pero, ¿se libra una lesbiana de todos los demás abusos, ninguneos, agresiones que su condición de mujer le depara? Pues no. Una lesbiana no se va a librar de ganar menos, ni de estar laboralmente en situación de inferioridad, ni de ser acosada, violada, etc. O, dicho de otra manera: en la opresión que sufre, su ser-mujer es lo determinante.
Por otra parte ¿la orientación sexual es algo que se elige? ¿es posible el “lesbianismo político”? Personalmente no lo creo. Aunque pienso, como decía una amiga mía, que “Si muchas mujeres pusieran la mitad del interés que ponen en pasárselo bien con un hombre, en pasárselo bien con otra mujer, habría muchas más lesbianas”. Con todo, dudo que se pueda decidir voluntariamente si te erotizan los hombres o las mujeres (o ambos, que no quiero discriminar a bis).
Respecto a quienes defienden la palabra “heteropatriarcado” con el argumento contrario (porque pone de relieve la doble opresión sufrida por las lesbianas), pues, sí, las lesbianas (y los gays) también sufren mofa, befa y escarnio en los países que ya no admiten la discriminación legal, pero, como acabo de decir más arriba, tienen otras ventajas que, desde mi punto de vista, compensan ampliamente. O sea, tal y como está el asunto, en nuestros países, ser lesbiana es globalmente una suerte.
Y, los países que no aceptan la homosexualidad masculina, no suelen aceptar ninguna para las mujeres: ni homo, ni hetero, ni bi, ni auto.
Y me pregunto ¿cómo algun@s pueden olvidar las tremendas situaciones que viven millones de mujeres en el mundo? ¿Quién tiene entrañas como para pensar que “lo suyo” (su lesbianismo, por ejemplo) es más duro que lo de una yemení totalmente sometida al deseo y voluntad del varón? ¿o más duro que lo de una mujer de Arabia Saudí que no tiene ninguna autonomía? ¿y qué pasa con los 120 millones de mujeres a quienes le han amputado el clítoris? ¿Y la occidental que vive con un maltratador? ¿Y la hetero que está superexplotada en el trabajo y en casa? ¿Y la irlandesa follada -quizá a su pesar- embarazada y sin posibilidad de abortar?
¿Cómo algun@s pueden olvidar las tremendas situaciones que viven millones de mujeres en el mundo? ¿Quién tiene entrañas como para pensar que “lo suyo” (su lesbianismo, por ejemplo) es más duro que lo de una yemení totalmente sometida al deseo y voluntad del varón?
Os recuerdo, además, que el patriarcado cercena la sexualidad de las mujeres tan profunda y radicalmente que a muchas no les deja ni la más remota posibilidad de pensarse lesbianas. O sea, para una mujer, reconocerse lesbiana supone haber conquistado ya un grado considerable de libertad.
Constato que son más numerosos los hombres que intervienen defendiendo la palabreja… Yo no quiero pensar mal -pero lo hago- y me digo: en el fondo, su homosexualidad les parece algo tan sumamente importante que la equipararan con el sistema de opresión global de las mujeres… Por eso adoran la palabra “heteropatriarcado” (en la acepción que ellos le dan, pues, como vengo diciendo, hay varias) porque señala la opresión de su sexualidad como equivalente a la que sufren las mujeres.
Uno dice que la palabra marca el hecho de que “históricamente el hombre homosexual fuera expulsado por completo del sistema social; que no pudiese optar a puestos directivos ni a altos cargos, a veces ni siquiera a un puesto; o que fueran (y sean) apaleados y asesinados en muchas partes del mundo”. Olvida que eso que ha hecho el patriarcado (no siempre, pero con frecuencia) con los hombres homosexuales es lo que SIEMPRE ha hecho con todas las mujeres. Más y además, a las mujeres, las ha obligado a llevar la intendencia y el cuidado de la casa y la familia, a vivir encerradas, a casarse contra su voluntad, a dejarse penetrar y manosear por alguien que quizá les repugnaba, a prostituirse, a reprimir su palabra, a ser rociadas con ácido, a cercenar su acceso a la cultura y al espacio público, a practicarles la ablación de clítoris, a arder en piras junto a sus difuntos maridos, a carecer derechos civiles y políticos… Por no hablar de apalearlas y asesinarlas…
De modo que sí, que estando como estoy radicalmente en contra de la represión de la homosexualidad (y sabiendo que hay varones que mueren por ello), no considero que esa discriminación que sufren los gays tenga el mismo alcance, relevancia ni brutalidad de la sufrida por las mujeres. Y, recuerdo, además, que las mujeres somos -y siempre hemos sido- la mitad de la humanidad.
Pero el que más gracia me ha hecho es un señor que argumenta que la palabra «heteropatriarcado» significa, precisamente, la alianza entre los sectores que cuestionan y padecen el supremacismo masculino, que como tal supremacismo incluye una imposición de un determinado tipo identidad para las mujeres, pero también para los varones”. O sea, de entrada, ya acota nuestra opresión a una cuestión de “identidad”: nos matan, pegan, violan, explotan, ningunean, trituran pero eso es peccata minuta, lo grave es que nos imponen un determinado tipo de “identidad”. Y, como a ellos también les imponen un determinado tipo de identidad, su opresión equivale a la nuestra. Ea ¡ya está! Eso para empezar, y luego, para seguir, vienen ellos tan magnánimos y nos ofrecen la “santa alianza” y nosotras, eterna y profundamente agradecidas, tenemos que cambiar la palabra que designa nuestra opresión (opresión, repito, que va mucho más allá de la derivada de la orientación sexual) para incluirlos en el mismo plano y en paridad.
¿Se puede ser más machito y androcéntrico de lo que es este señor? Y termina él, tan gracioso: “Pero creo que es un artículo en la mala dirección, de disociación, que rompe alianzas en lugar de unir, un ejemplo de heterofeminismo o, por ser más provocador, de feminismo LGTBIfóbico” (se nota que le encanta eso de sentirse provocador…).
Pues a mí no me provoca, a mí me hace pensar: otro que no sabe nada de feminismo, que ni siquiera sabe que el feminismo ha estado en primera línea de la lucha por la libertad sexual, otro que va sobrado: llega y pontifica olvidando los siglos de lucha que llevan las mujeres (puntualmente apoyadas por algunos hombres) contra el patriarcado.
Siguiendo estos delirios, a Mar Esquembre uno le recriminó que dijera “patriarcado” porque lo correcto, según él, era “cisheterofalopatriarcado” ¡Toma ya!
Y vuelvo a repetir: la única adjetivación (mínimamente adecuada) para el patriarcado sería: régimen-y-estructura-de-violencia-opresión-sometimiento-y-explotación-profunda-y-sistemática-en-TODOS-los-ordenes-de-la-vida-contra-LAS-MUJERES-(aunque-en-determinadas-situaciones-también-reprime-a-los-varones).
¿Qué, os gusta? Un poco largo ¿no? O sea: mejor lo resumimos en PATRIARCADO.