La «libre elección» es la peor mentira del patriarcado

Natalia Salvo Casaus
Natalia Salvo Casaus
Ex-Directora del Instituto Aragonés de la Mujer. Licenciada en Historia, especialidad en Historia de las Mujeres y estudios feministas.
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Hace unos días leía en este mismo medio a Pilar Aguilar un brillante artículo en el que cuestionaba el término heteropatriarcado, precisamente por acotar un sistema que impregna todas las esferas de nuestra vida a una población muy concreta. El feminismo nos obliga a estar alerta, pues a través del lenguaje o de la manipulación de éste nos intentan colar goles por toda la escuadra. El último: los vientres de alquiler, que ahora eufemísticamente llaman maternidad subrogada.

Los vientres de alquiler liberan a las mujeres, dicen con todo el aplomo del mundo quienes nunca pensaron en nosotras ni en nuestras opresiones. Las mujeres ni somos máquinas reproductoras ni estamos en esta sociedad para hacer felices a quienes, chequera en mano, se pueden permitir comprarnos. No somos territorios de conquista, ni tampoco transacciones en nombre de un fin idealizado y revestido de un falso altruismo.

El mito de la libre elección, del que nos hablaba Ana de Miguel, es la mentira más despiadada del sistema patriarcal, donde la feminización de la pobreza, la cosificación de las mujeres y la violencia extrema contra nosotras definen los modelos relacionales de nuestra sociedad.

El doloroso mito de la libre elección sólo ha servido para mantener los privilegios patriarcales de quienes no estarán jamás dispuestos a ceder poder, aunque se pongan la etiqueta de “feministas.

El doloroso mito de la libre elección sólo ha servido para mantener los privilegios patriarcales de quienes no estarán jamás dispuestos a ceder poder, aunque se pongan la etiqueta de “feministas. Nos decían que había mujeres que ejercían la prostitución por elección, pero nunca les oí decir a esas mismas personas que más del 90% de las mujeres prostituidas son tratadas y que ese supuesto porcentaje, ínfimo, que lo habrían “elegido”, vivían en la más absoluta de las miserias. Estos y estas son las mismas personas que nos dicen que las mujeres se convierten en incubadoras por placer, para hacer felices a otras personas. Altruismo, lo llaman. Son las mismas personas, no cambian.

Los eufemismos se han impuesto para dulcificar una práctica que lleva siglos operando y que no es sino la compra de mujeres pobres. Son los vientres de alquiler de toda la vida. Y las cifras las tenemos. Así como los rostros de las mujeres a quienes les han borrado su identidad hasta el punto de denominarlas “gestantes”.

La paternidad y la maternidad no son derechos, son deseos. Ante la dificultad para serlo puedes optar por dos vías: adoptar o acoger niños y niñas que necesitan más que nadie una familia, o comprar a una mujer pobre para engendrar un hijo o una hija ajenos. Y, claro, aquí también hablamos de ideología y prioridades.

La paternidad y la maternidad no son derechos, son deseos. Ante la dificultad para serlo puedes optar por dos vías: adoptar o acoger niños y niñas que necesitan más que nadie una familia, o comprar a una mujer pobre para engendrar un hijo o una hija ajenos.

¿Os imagináis a la izquierda pensando que como la explotación laboral está presente en nuestra sociedad lo que tenemos que hacer es regularla para que sea lo menos dolorosa posible? Pues lo que no vale para los trabajadores sí vale para las mujeres, por lo visto.

Pero lo más doloroso que he tenido que presenciar los últimos días no es eso, sino ver cómo hombres y mujeres que se dicen de izquierdas emprenden una campaña pública contra las feministas a las que tildan de “locas”, “intolerantes” y “violentas”. ¡Qué deja vu histórico más grande! Cuando las feministas luchamos contra nuestra opresión los argumentos para desprestigiarnos siempre son los mismos. Lo que no creí nunca es que los esgrimiesen personas que se dicen progresistas.

Los vientres de alquiler son la máxima expresión del libre mercado, donde todo está a la venta, se compra y se vende. En la inmensa mayoría de los casos son mujeres pobres o abocadas por una situación de desigualdad estructural, ¿debemos legislar, pues, para una supuesta minoría, a costa de acrecentar la dolorosa situación de la inmensa mayoría de mujeres? Por no hablar de que en la mayoría de países del mundo la maternidad supone la principal causa de mortalidad femenina, algo que olvidamos desde nuestra óptica eurocentrista.

Las mujeres no están en venta, y mucho menos dulcificando una situación de desigualdad estructural bajo el mito de una libre elección que nunca será tal hasta que no derribemos el sistema patriarcal

No es una cuestión de debates, sino de prioridades y de ideología. De ser, o no, feministas. De pensar, o no, en las mujeres. De creer, o no, que en esta vida todo se compra y todo se vende. Las mujeres no están en venta, y mucho menos dulcificando una situación de desigualdad estructural bajo el mito de una libre elección que nunca será tal hasta que no derribemos el sistema patriarcal.

 

 

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