Matrimonio y Mujer en el inicio del Imperio romano

Eduardo Montagut
Eduardo Montagut
Doctor en Historia, profesor de Educación Secundaria, secretario de Educación y Cultura de Chamartín del PSOE-M, y colaborador en diversos medios digitales en el área de Historia y Memoria Histórica.
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En la crisis de la República y comienzos del Imperio asistimos a un momento de cambio o transformación en relación con las mujeres de condición social elevada. Se trata de un proceso de asunción de mayores libertades, que se podría explicar por un conjunto de factores. En primer lugar, la expansión económica y política de la época permitió que se ampliase el abanico de actividades en las que podía participar la mujer. Algunas mujeres de la nobleza eran dueñas de grandes patrimonios y controlaban empresas. En este sentido, se detecta un cambio en la valoración del trabajo, favoreciéndose que a algunas ocupaciones pudieran ser desempeñadas por mujeres, y que no fueran despreciadas por ello. En el propio ámbito religioso pagano se detecta una mayor participación femenina en los cultos, como se evidencia con las Vestales. En segundo lugar, hay un evidente cambio jurídico en el matrimonio. Las mujeres adquirieron las facultades de testar y heredar, así como se aligera un tanto la tutela masculina

Vamos a detenernos en los cambios legales en relación con el matrimonio porque nos permiten entender el proceso de adquisición de mayores libertades. El matrimonio tradicional romano podía celebrarse bajo tres fórmulas distintas: la confarreatio, la coemptio, y el usus. En la primera, se compartía la espelta, que, como bien sabemos, es un tipo de trigo, muy indicado para el forraje. La palabra latina ferratio, designaba el uso del pan de trigo en la ceremonia nupcial. Por coemptio se entendía una especie de venta simulada, mientras que el usus aludía a una cohabitación continua durante un año que terminaba por legalizarse. En los tres casos la mujer podía pasar a estar sujeta al manus del marido, el poder absoluto sobre su esposa, como lo tenía sobre los hijos. Pero, en la realidad, no parece que fuera tan categórico este poder. Al parecer, dicho poder fue más bien idealizado y usado como propaganda para promocionar los matrimonios. Incluso en los matrimonios con manus los familiares de la esposa seguían teniendo una cierta implicación en el bienestar de la mujer.

Pero también hay matrimonios sin manus. De hecho, en la crisis de la República era el matrimonio más común. Como en el matrimonio con manus la esposa tenía ciertos derechos sobre las propiedades del marido, la familia de éste preferiría que se celebrase un matrimonio sin esta condición. Pero, también se podía dar la situación contraria: las familias ricas desearían casar a sus mujeres sin manus para que las propiedades y las riquezas no se dispersasen. Se ha comprobado una disminución de los matrimonios con manus a medida que Roma prosperaba. También se ha hablado de la inestabilidad matrimonial de estos momentos históricos Precisamente, para promocionar los enlaces, Augusto alentó a las viudas y también a las divorciadas para que se volvieran a casar. Las leyes Papia Poppae del 9 d.C. y la ley Julia del 18 d. C. constituyen el conjunto legal en defensa del matrimonio y de la familia de esta época. La filosofía que subyacía era pronatalista pero, no cabe duda, de que entraba en cierta contradicción con las ideas tradicionales de la mujer romana que sólo debía casarse una vez, y quedarse como una virtuosa viuda en el caso de que el marido muriera antes.

El resultado de esta transformación de los matrimonios fue una mayor libertad de la mujer. Con estos matrimonios la mujer estaba bajo la autoridad de un padre o un tutor que no vivía bajo su mismo techo. Los maridos sí tenían la posibilidad de una vigilancia más estrecha pero sin autoridad formal al no haberse casado bajo la fórmula jurídica del manus.

El divorcio se alcanzaba con relativa facilidad, ya fuera por iniciativa del esposo, ya de la esposa, o de de ambas partes. Hay muchas causas para divorciarse, pero en los niveles elevados de la sociedad había, además de factores puramente personales, existían otros de naturaleza política.

Esta mayor libertad general no surge, en conclusión, por nuevas ideas, pensamientos o teorías de revalorización de la mujer, sino por evidentes intereses económicos, y hasta políticos de los sectores más elevados de la sociedad romana, como hemos tenido ocasión de exponer. Las mujeres de las clases altas se convierten en protagonistas de los procesos de concentración de riqueza y de las maniobras políticas en la crisis de la República y en el comienzo del Principado. Recordemos los innumerables matrimonios y divorcios relacionados con la lucha por el poder.

 

 

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