El último escándalo judicial del que he tenido conocimiento me ha dejado anonadado y esperanzado a la par. Anonadado porque no doy crédito a que la ‘Justicia’ sea tan patosa e inepta como para colocar a la víctima en bandeja de plata para su verdugo. Esperanzado porque este caso ha levantado una masiva ola de solidaridad feminista que espero que consiga tener éxito.
Por si alguien aun no sabe de qué caso estoy hablando, diré que no se trata de un nuevo escándalo de corrupción en el que está sumido el Partido Popular. Me estoy refiriendo a la situación en la que se encuentra Juana Rivas, una mujer granadina que ha tenido que huir de la ‘Justicia’ porque ésta le obliga a entregar a sus hijos a una persona condenada por maltratarla.
Por si no fuera suficiente con la imposición de esta obligación por parte de la institución que debería hacer justicia, existen personas que defienden al maltratador, que llaman delincuente a Juana y que no entienden por qué una madre toma la decisión de no dejar a sus hijos con una persona condenada por violencia de género,cueste lo que le cueste. Por y para todas esas personas intentaré explicar lo obvio.
Antes que nada debo advertir que, como regla general, no soy partidario de ir en contra de los dictámenes de la Justicia, pero toda norma tiene su excepción. De la misma forma que no considero que el Derecho de un sistema no democrático deba ser respetado, tampoco creo que deba respetarse esta decisión judicial.
Un maltratador no es un enfermo, sino que es alguien que siendo consciente de lo que hace ejerce con dolo y voluntariamente violencia sobre una o más personas a las que, por el motivo que sea, puede acceder porque tiene su cercanía física.
Un condenado por maltrato no es un condenado por cualquier delito, sino que es una persona que ha sido capaz de aplicar violencia continuada y sistemática sobre su víctima. Además, un maltratador no es un enfermo, sino que es alguien que siendo consciente de lo que hace ejerce con dolo y voluntariamente violencia sobre una o más personas a las que, por el motivo que sea, puede acceder porque tiene su cercanía física.
Recordando el caso de José Bretón, sabiendo que los hijos pueden y han sido utilizados por los maltratadores para dañar a la madre y llegando a la conclusión lógica de que si ese hombre ya ha maltratado a su mujer, no habría motivo para pensar que no fuera a hacer lo mismo con sus hijos ¿En qué cabeza cabe que esa persona deba tener a los hijos de su víctima bajo su control?
Existen otros motivos por los cuales ese hombre no debe tener a los hijos de Juana. Por ejemplo, la negativa del niño de estar con él, la victimización del condenado que afirma que Juana ha orquestado una campaña difamatoria contra él, o su intento (afortunadamente frustrado) de meter a Juana en la cárcel. Los motivos citados (al menos los dos últimos) demuestran claramente que el único objetivo de este hombre es perjudicar a su ex pareja. No obstante, espero que estén de acuerdo conmigo cuando afirmo que saber que ese hombre ha sido condenado por malos tratos contra su ex pareja es motivo más que suficiente como para llegar a la conclusión de que no puede ser un buen tutor y, por lo tanto, no debe tener a los dos hijos de Juana bajo su cuidado y control.
El gran problema del Derecho Penal, tal y como me enseñó mi profesora, es que siempre llega tarde. Cuando el Derecho Penal actúa, el muerto ya está sobre la mesa.
Ahora bien, expuestos así los hechos, nos encontramos con que la institución que debería velar porque el condenado no vuelva a violar el Derecho le pone a punto de caramelo reincidir. ¿Se supone que Juana debería esperar a que sus hijos estén muertos para actuar? El gran problema del Derecho Penal, tal y como me enseñó mi profesora, es que siempre llega tarde. Cuando el Derecho Penal actúa, el muerto ya está sobre la mesa. Si Juana, debiendo haber entregado a sus hijos ya, debe esperar a que se establezca por cualquier norma jurídica que los maltratadores no deben estar cerca de los hijos de su víctima, puede dar a sus hijos por heridos, maltratados o directamente por muertos.
Por si no se deduce por el contexto, el condenado es el hombre que años atrás dejó embarazada a Juana de sus dos hijos, alguien que, si me disculpan, no llamaré padre, ya que considero que esa palabra designa mucho más que el simple hecho de fecundar a una mujer.
Lamentablemente, con esta injusta Justicia el condenado puede reclamar la reintegración de los dos hijos de Juana con fundamentación jurídica en un Convenio Internacional. Si el recurso que ha interpuesto no avanza, si la Justicia ha sentenciado a la víctima y además Juana no dispone de tiempo alguno para evitar la entrada en el infierno de sus propios hijos ¿Qué otra cosa aparte de huir por salvar a sus hijos podría haber hecho? ¿Es justo que el Derecho esté condenando a la víctima? Está claro que no es justo y aunque me indigne tener que recordarlo, la justicia es el objetivo y fin último del Derecho.
Como he dicho anteriormente, no suelo ser partidario de ir en contra de los dictámenes de la Justicia, pero si ésta es quien obliga a una madre a poner a sus hijos a cargo de un hombre que la maltrató y que puede matarlos y que además ese dictamen no parece poder cambiarse (o cambiarse pronto) en una situación en la que el tiempo apremia, soy partidario de huir de la justicia cuanto sea necesario y a aquellos defensores del Derecho Romano que piensen que «Dura lex ,sed lex”(La ley es dura pero es la ley),yo les aconsejo que reflexionen sobre lo que dijo Tomás de Aquino: «Lex iniusta non est lex«(La ley injusta no es ley).
Lamentablemente, con esta injusta Justicia el condenado puede reclamar la reintegración de los dos hijos de Juana con fundamentación jurídica en un Convenio Internacional.
El Derecho positivo nace del Derecho Natural y aunque no creo que el Derecho objetivamente justo deba ser el Derecho de ninguna deidad (principalmente porque no creo que exista deidad alguna), sí que creo que la Justicia es algo que va más allá de lo que está o no está escrito y nuestro sentido común, nuestra racionalidad y el Derecho Natural existen para lograr esa verdadera justicia para la que, a veces, cuando no exista ninguna otra posibilidad, es incluso necesario pasar por encima de la norma escrita.
Por lo tanto, ante esta situación y al igual que ocurre en un régimen no democrático, desobedecer es la única opción viable. Además, en este caso, está en juego el bien jurídicamente protegido más valioso de todos: la vida humana.