Desde todos los puntos del llano se dirigen hacia la ciudad. Van todas vestidas igual. Pantalones negros ensanchados por abajo, estrechos a la altura de la pelvis y túnicas blancas ajustadas al busto. Van descalzas o llevan ligeras sandalias. Muchas de ellas marchan cantando con voz muy aguda largas frases, moduladas interminablemente, por ejemplo, gritad, en otra parte existen oros más celestes / las avispas de las balas no son para mí.
Monique Wittig. Las guerrilleras.
Durante milenios las mujeres hemos sido adoctrinadas a través de un discurso normativo que opera como método de control altamente eficaz. La asimilación de esas pautas se refleja en la interpretación que hacemos de nuestro entorno, en cómo nos leemos y cómo leemos a las demás, en nuestro relato.
Cada una de las estrategias orientadas a preservar la cultura androcéntrica ha sido legitimada por un sistema que no nos representa, hecho a la medida de las necesidades de un género y, por tanto, deficiente y corrupto.
La mitología, el arte, la literatura, el cine, han sido elementos canalizadores del ideario patriarcal y, aún en nuestros días, contribuyen a arraigar patrones machistas en el imaginario colectivo. Así, se ha categorizado a la mujer en virtud de tres rasgos esenciales: maternidad, victimización y sexualidad, construyendo un sistema de etiquetas opuestas entre sí y fácilmente identificables: madre buena – mala madre, bruja – santa, el arquetipo “ángel del hogar“ victoriano, la femme fatale … Todas ellas representadas a lo largo de la Historia, la de ellOs.
La socialización en un sistema patriarcal implica la asimilación y normalización de sus pautas de comportamiento y sistemas de categorías.
La socialización en un sistema patriarcal implica la asimilación y normalización de sus pautas de comportamiento y sistemas de categorías. Sin el contrapeso de una educación que privilegie el pensamiento crítico desde un enfoque feminista, se perpetúa la violencia simbólica y estructural de dicho sistema y sus directrices se internalizan.
En las sociedades patriarcales se ha promovido la pugna entre mujeres como una estrategia desestabilizadora del empoderamiento y la lucha feminista. Esto favorece el fortalecimiento del discurso machista en todos los ámbitos, público y privado y, por tanto, en el plano afectivo que incluye la gestión emocional.
La falacia de una “rivalidad natural” que subyace a cualquier tipo de relación entre mujeres (íntimamente imbricada también al mito del amor romántico) sigue operando hoy en día en contra nuestra, de nuestra lucha. Quién no ha oído eso de “somos muy malas entre nosotras” o el tan repetido “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”. El peligro no está ahí, la amenaza es otra y asesina cada día: no tenemos que “protegernos” de las demás, tenemos que protegernos unas a otras frente a todas las formas de violencia machista.
La falacia de una “rivalidad natural” que subyace a cualquier tipo de relación entre mujeres (íntimamente imbricada también al mito del amor romántico) sigue operando hoy en día en contra nuestra, de nuestra lucha.
Entonces, vamos a continuar reproduciendo parámetros que contribuyen a nuestra propia opresión? Seremos cómplices de un discurso que pretende seguir sometiéndonos?
Solo si somos capaces de cuestionar lo aprendido, asumiendo nuestra propia falibilidad, podremos fortalecer los nudos que nos unen y ser capaces de ver más allá de los huecos y las afinidades electivas avanzando hacia el pacto colectivo.
Desactivemos de una vez por todas las misoginia entre mujeres: para ser aliadas no necesitamos ser amigas.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
Las heroínas regresan a Ítaca. La construcción de las identidades femeninas a través de la subversión de los mitos. Yolanda Beteta Martín. Investigaciones Feministas 2009, vol 0, 163 – 182
Taller Entre Liliths y Evas anda el juego: sobre desigualdades, estigmas y misoginia entre mujeres. Retos para la práctica feminista. Colectivu Milenta Muyeres y Moces / Asociación Muyeres Adrei. Oviedo, Octubre 2011.