No es país para mujeres

Rosa Cobo
Rosa Cobo
Profesora de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la misma universidad
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Al fin Juana Rivas se ha visto obligada a entregar a sus hijos al padre maltratador para que pueda llevárselos a Italia. Esta decisión judicial es una tragedia para la madre y los hijos, pero también una medida injusta. El drama de Juana Rivas movilizó espontáneamente a miles de personas en toda España al extremo de que el presidente del Gobierno pronunció palabras de comprensión con la decisión de no querer entregar a sus hijos al cónyuge agresor. Sin embargo, algo ocurrió después, cuando esas solidaridades y comprensiones de los medios de comunicación y de algunos miembros de las élites políticas se transformaron en unos casos en silencio y en otros en descalificaciones para Juana.

Lo que ocurrió en realidad es que se pusieron en funcionamiento las fuerzas ideológicas patriarcales para cambiar el relato sobre este acontecimiento y así comenzar a escribir el suyo.

El primer argumento que han utilizado es el del respeto a la ley, como si la ley no fuese interpretable o como si siempre fuese justa. La ley –han repetido una y otra vez- no puede ser desobedecida porque es sagrada. Sin embargo, sabemos que gracias a las repetidas veces que se han desafiado leyes injustas, se han podido cambiar y así se ha podido poner justicia donde había abuso. Si tiene una característica la justicia y el derecho es su sólida fibra patriarcal. De hecho, es  preocupante tanto la parcialidad de la justicia con las mujeres como que sectores importantes de la judicatura formen parte de las difusas y reaccionarias fuerzas machistas.


Lo que ocurrió en realidad es que se pusieron en funcionamiento las fuerzas ideológicas patriarcales para cambiar el relato sobre este acontecimiento y así comenzar a escribir el suyo.


El segundo argumento se articula en torno a la idea de que los padres deben tener garantizado el derecho a ejercer su paternidad sin cortapisas. Esta idea incluye el subtexto patriarcal de que las mujeres privan a los padres de la presencia de sus hijos tras los divorcios cuando en realidad los estudios académicos ponen de manifiesto que los padres dedican mucho menos tiempo que las madres al cuidado de su prole. El núcleo de este nuevo relato es la reivindicación de la custodia compartida impuesta. No es el amor ni la responsabilidad lo que mueve a las asociaciones de padres que defienden la custodia compartida impuesta sino la conciencia de que esa medida es el mecanismo de control y dominio más efectivo que pueden utilizar contra las madres de sus hijos. Por supuesto, es innegable que hay padres responsables que desean compartir el cuidado de sus hijos e hijas, pero los que de verdad desean cuidarlos tras su separación es porque lo hicieron antes de separarse. No deja de ser sospechoso los repentinos ataques de amor filial tras los divorcios o en los periodos de separación. En este reaccionario relato lo fundamental es ocultar lo poco que los padres se han ocupado del cuidado de sus hijos para así reivindicar con más legitimidad la custodia compartida impuesta.

El tercer elemento de este relato es en realidad una advertencia para que a ninguna mujer se le pase por la cabeza desafiar una medida judicial patriarcal. Quizá lo más importante de esta decisión es su efecto pedagógico: ninguna mujer tiene que hacer lo que ha hecho Juana Rivas porque no solo perderá la custodia sino que incluso podrá ir a la cárcel.

El cuarto mensaje de este relato es que la violencia machista no es una razón de peso para cuestionar los derechos de los padres. Desde las instancias sociales patriarcales se intenta enviar el mensaje de que una cosa es la madre y otra los hijos. O, dicho de otra forma: el hecho de que el progenitor sea un maltratador con la madre no merma su calidad como padre. La idea es desvincular ambas facetas. El subtexto en realidad es que agredir a las mujeres no está tan mal: se puede ser un magnífico padre aun con el peculiar rasgo de personalidad de resolver sus malestares de pareja con violencia.

Por último, cabe decir que el subtexto de este relato patriarcal que están fabricando los sectores sociales más reaccionarios y machistas de nuestra sociedad es que no debe alterarse la relación de poder entre hombres y mujeres en la familia. Con este relato se están enviando a la conciencia de nuestra sociedad dos mensajes. El primero tiene una fuerte dimensión pedagógica: desobedecer las decisiones judiciales patriarcales te destrozará la vida. Y el segundo es la reivindicación de la custodia compartida impuesta para así controlar las vidas y las propiedades de las mujeres que se divorcian. Sin embargo, las feministas y muchas mujeres que no son feministas estamos unidas frente a esta barbarie porque hemos comprendido el significado ideológico patriarcal que tiene el caso de Juana Rivas.

 


Desde las instancias sociales patriarcales se intenta enviar el mensaje de que una cosa es la madre y otra los hijos. O, dicho de otra forma: el hecho de que el progenitor sea un maltratador con la madre no merma su calidad como padre.


 

 

 

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