País de Violadores y complicidad patriarcal

Lara Salvatierra
Lara Salvatierra
Filósofa, escritora y activista peruana actualmente de paso por Polonia. Especializada en Estudios de Género y la mujer. Trotamundos por naturaleza y Feminista a tiempo completo.
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Manifestación feminista, plantón en Cusco contra el INEI – foto Correo

Cuando la cultura de la violación pasa desapercibida

Cuando hace unos meses afirmé que Perú es un país de violadores, tuve muchas discusiones en redes sociales. Amigxs, contactos, conocidos y perfectos extraños me atacaron por esa afirmación e incluso personas de mi entorno familiar llegaron a enojarse y se alejaron hasta ahora. La indignación que esa afirmación causó y aún causa es tan profunda que inexplicablemente viene acompañada de insultos y amenazas y nunca de una reflexión crítica de por qué la realidad del Perú está demostrando que efectivamente es un país de violadores.
Esta afirmación está basada en pruebas, en estadísticas y estudios que avalan dicha afirmación, pero todos aquellos que se indignan no son capaces de leer esas estadísticas y por tanto, evitan reflexionar al respecto. ¿Por qué no se indignan de la misma manera ante las noticias de violencia de género? ¿Por qué evitan usar la palabra Feminicidio? ¿Por qué nos tildan de “feminazis” a todas las que alzamos la voz frente al terrorismo patriarcal?.
El problema es estructural y lamentablemente está siendo naturalizado con tanto éxito que pareciera que las organizaciones de mujeres estamos luchando solas frente al mundo.
Hace un par de semanas, Anahí Aguilar hizo una denuncia por redes sociales, ella captó en vídeo el momento preciso en el que un hombre arrastraba por la vereda a su pareja, aparentemente, porque no había podido revisar el móvil de su novia. Anahí consiguió detener al agresor Martín Camino salvando así a Micaela de Osma de una agresión aún mayor. Facebook eliminó el vídeo porque “atentaba contra sus normas” y espontáneamente las agrupaciones feministas se organizaron para darle al caso la repercusión requerida, mientras los medios hegemónicos sólo se preocupaban de qué clase de mensajes ella habrá tenido en el móvil para que él reaccione así, de por qué ella solo se había “dejado arrastrar” sin defenderse, de por qué no pidió ayuda antes. Nuevamente el patriarcado sin ningún esfuerzo y en complicidad con los medios perpetúa la figura del macho como intachable, poniendo a la mujer como la merecedora de tanta violencia. ¿Por qué es tan difícil responsabilizar a un hombre violento sin justificarlo por serlo?
La ausencia de la perspectiva de género al momento de tratar las noticias de violación es también parte del problema. Hace poco, en varios medios, el caso de un hombre que violó a su propia hija de solo dos meses de edad fue abordado indicando que fue la esposa quien trató de ocultar el hecho. Si se vive en casa con una persona tan violenta capaz de violar a una beba de dos meses, es lógico que el miedo a las represalias haya estado latente, sabiendo las repercusiones mediáticas de este tipo de hechos, y la casi nula ayuda de parte del estado, es comprensible que cada vez más víctimas se mantengan calladas, ¿por qué? Porque el Perú es un país de violadores que se cuidan entre ellos, están organizados y se protegen para que la impunidad ante crímenes de género se perpetúe. Nunca debe siquiera insinuarse que la culpa es de las mujeres que sufren esta violencia institucionalizada, porque al insinuarlo nos volvemos cómplices y  la culpa de los gobiernos que aún no toman esta realidad como asunto de estado, se minimiza. La culpa es de la sociedad que naturaliza estos hechos, la culpa es de los medios que dirigen la atención hacia otro lugar para ganar rating basados en el morbo social. ¿Por qué es tan difícil culpar al violador por violar a su hija de dos meses?
En ese contexto, las declaraciones de las autoridades dejan mucho que desear. El domingo 22, en el marco del censo nacional, una de las empadronadoras voluntarias fue violada mientras desempeñaba su labor. Las vecinas lograron ayudar a la mujer para poner la denuncia en la comisaría a fin de que se realice la detención del violador. Ya que el estado tiene a su cargo el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática) y puesto que la empadronadora se encontraba ejerciendo su trabajo al momento del ataque, es de suponer que la responsabilidad debe recaer en el estado y en el INEI, y exigir la pena máxima para el violador, pero no es tan así, al menos no en el Perú que es un país de violadores. El hermano de la víctima relató que el INEI le ofreció mil soles (260 ‎€) para que no hagan pública la denuncia. Ante la indignación popular, muchas personalidades y políticos salieron a hablar al respecto, la congresista Luisa María Cuculiza (que pertenece a la misma bancada que aprobó la derogación del DL1323 el cual pretendía fortalecer la lucha contra la Violencia de Género y Feminicidios) dijo que las violaciones “son accidentes que pasan” y que la el jefe del INEI no debe renunciar por este caso.
La Ministra de la Mujer, Ana María Choquehuanca, dijo al respecto sobre el caso de violación durante el censo, que “Jamás imaginamos que esto podría suceder”, ¿Cómo es posible que ni siquiera lo hayan imaginado teniendo en cuenta las estadísticas que indican que el Perú es el tercer país en el ranking mundial de violencia de género? ¿Cómo se vive de espaldas a la realidad que indica que Lima es la quinta ciudad a nivel mundial más peligrosa para las mujeres? La respuesta tal vez se encuentre en el hecho que la misma ministra declaró que ella no se considera ni feminista ni machista… será por eso que estamos como estamos.
Si la frase #PerúPaísDeVioladores suena a generalización es porque de cierta manera todos son cómplices, desde el violador, quienes comparten fotos íntimas de mujeres en redes sociales, quienes hacen chistas sexistas, locutores de radio que se refieren a los violadores como “polinizadores”, redactores de diarios que dicen que las mujeres mueren y no que fueron asesinadas, ministros de educación que en actos públicos y protocolares hablan de la belleza de sus pares femeninas y dicen que eso es galantería, escritores de premio nobel que solo saben destilar misoginia por sus palabras y sus escritos, ministras de la mujer que dicen que el feminismo no es necesario, cibernautas amenazando a activistas con violarlas para que “hable con fundamento”, programas de tv que se dedican a objetivizar el cuerpo de la mujer para generar más audiencia, universitarios que ponen drogas en bebidas de sus amigas para tocarlas sin consentimiento, presidentas de la comisión de la mujer que justifican las agresiones culpando a las mujeres, y la lista puede seguir, los ejemplos no van a faltar y probablemente ahora mismo están generándose nuevos ataques. La naturalización del patriarcado es evidente y nadie quiere reconocerlo, porque eso implicaría responsabilizar a toda la sociedad por lo que está sucediendo a vista y paciencia de todo el mundo. ¿Qué más tiene que suceder para asumir la responsabilidad de todo esto?
Si las feministas apuntamos al problema no es para hacer quedar mal a todo un país, o a todos los hombres porque los odiamos, ¡No! El problema existe, la complicidad que se ejerce por parte del estado y de la sociedad tratando de ocultarlo es tan terrible como el crimen en sí mismo.
Las feministas no nos cansaremos de señalarlo y combatirlo, pues como es bien sabido: Si no eres parte de la solución, eres parte del problema.

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