Miss Perú y la falsa idea de la mujer libre
La industria de la belleza en el mundo entero prevé alzas de hasta dos cifras para el año que viene, sólo en Reino Unido esta industria está valorada en 17 millones de libras. Como toda gran industria, responde directamente a los intereses del mercado actual y ese interés corresponde a unas cuantas grandes empresas que manejan no sólo el rubro de los cosméticos, sino también el de la higiene personal. A nivel mundial, esta industria generó el año pasado 205.000 millones de euros, manteniendo un crecimiento constante de 4% en los últimos diez años.
Si realizamos un desglose del mercado por zonas geográficas, vemos que la mayoría de países con alto poder adquisitivo encabezan el consumo y también las necesidades del mercado global, así como las tendencias y modas que consumirá el resto del planeta. Según Euromonitor Internacional, este crecimiento se mantendrá constante por lo menos hasta el 2019. En cuanto al mercado de belleza Premium, el alza se estima en un aumento de hasta el 11%, esto incluye los tratamientos estéticos, las cirugías plásticas, las cremas médicas, pastillas dietéticas y la alta costura.
Miss Perú, el mismo concurso que cosifica a la mujer peruana desde los años cincuenta, cuyos organizadores se benefician de la industria de la belleza, decidieron crear una estrategia de marketing para lavarle la cara al concurso
Dentro de este mundito de sofisticación, lujo, glamour y todas esas cosas que se resumen en frivolidad, se encuentran los certámenes de belleza, ya que miden la tendencia del mercado. Revistas como Forbes, constantemente realizan estudios y publican artículos entrelazando la idea de éxito financiero con buena apariencia, alto rendimiento profesional con imagen. En otras palabras, la idea de belleza que manejamos es un componente más del sistema económico que nos rige, este es el capitalismo que marca e impone un modelo de belleza que está relacionado al poder que el dinero otorga.
Miss Perú, el mismo concurso que cosifica a la mujer peruana desde los años cincuenta, cuyos organizadores se benefician de la industria de la belleza, decidieron crear una estrategia de marketing para lavarle la cara al concurso y “modernizar” el planteo del mismo, haciendo que la idea neoliberal de la mujer que sirve al patriarcado por decisión propia se termine de instaurar en el imaginario colectivo del país que ostenta una de las tasas más altas de feminicidios de la región y el que se encuentra entre los tres primeros países a nivel mundial en el ranking de violencia machista: Miss Perú 2018 se volvió viral a nivel mundial generando mucha promoción gratuita para los organizadores, para los dueños del canal que transmitió el evento, y claro, para la industria de la belleza en el país que según la Cámara de Comercio de Lima este año incrementó las ventas en un 8% y que suponemos, con esta publicidad gratuita ese número se incrementará hasta final del año.
El canal de televisión que realizó la transmisión del concurso tiene en su programación diaria espacios realmente denigrantes para la mujer, donde se cosifica a las jóvenes y se muestra un estándar de belleza que no nos representa a la mayoría de peruanas.
El canal de televisión que realizó la transmisión del concurso tiene en su programación diaria espacios realmente denigrantes para la mujer, donde se cosifica a las jóvenes y se muestra un estándar de belleza que no nos representa a la mayoría de peruanas. Tiene un programa en el cual se ridiculiza a la mujer andina, el cual dirige un “cómico” hombre, que tiene como costumbre, crear personajes llenos de estereotipos de género dañinos que únicamente hacen evidente el problema estructural que se vive en la sociedad peruana y que ahora se ha hecho mucho más que evidente en el concurso Miss Perú, no sólo porque lo transmitió un canal de televisión con una línea editorial misógina, sino porque de nada sirve que mujeres jóvenes reciten de memoria cifras de la terrible violencia que azota el país si no se toma conciencia del por qué de esas cifras, y uno de los motivos es sin duda, la continuidad de este tipo de concursos que sólo muestran a las mujeres como objetos de deseo o figuras decorativas.
Jessica Newton, la actual organizadora del evento quien hace treinta años fue ella misma Miss Perú y que luego se dedicó al mundo de la moda y las revistas “para mujeres”, dijo que la idea de hacer esa presentación en el evento era para “Empoderar” a la mujer peruana, aquí el término empoderar significa seguir las imposiciones del sistema, encajar en el molde impuesto por el patriarcado y seguir los dictámenes de la industria de la belleza, belleza que por cierto está en función de modelos euro céntricos que nada tienen que ver con la realidad del país. El hecho de que se haya hecho viral esto también responde a ciertas directrices del sistema patriarcal: Una mujer puede reclamar justicia, siempre y cuando, no se escape del molde y el rol que el mismo sistema le otorga para poder hacer su reclamo. Una belleza normativa tiene más poder de llegada y un público asegurado, y en este sistema económico, tiene mayor oportunidad de ser oída por tratarse en sí misma de una mujer-objeto por tanto una mercancía más a consumir, ya sea para entretenimiento, o para simple placer.
No compren pues la idea de un nuevo y renovado concurso de belleza que se centra en la belleza interior y en la intelectualidad de las participantes quienes empoderadísimas decidieron por cuenta propia, y sin ningún interés económico inscribirse y competir sanamente por una corona de fantasía, no. El sistema quiere que pensemos que los organizadores y todos los que están envueltos detrás de este tipo de eventos lo que quieren es acabar con la violencia de la mujer, cosificando a las mujeres y exponiéndolas en la pasarela a juicio de los espectadores y de los medios. El sistema patriarcal siempre va a buscar la manera de naturalizar su existencia, no hay nada empoderante en desfilar en bikini para entretener a los misóginos que luego nos violentan, nos comercializan, nos matan… no. Ya que estamos hablando del tema, pongámonos a crear mecanismos para terminar con tanta violencia, empezando por sabotear en serio y para siempre esos absurdos concursos que únicamente perjudican a la mujer y benefician a la industria millonaria que está por detrás haciéndonos creer que mientras más nos ajustemos al molde, más libres seremos.